El 13 me cae bien. También le parecía estupendo a Julio César, que solía afirmar que el 13 era su número de la suerte ya que gracias a la Legión Decimotercera alcanzó el poder y la gloria; claro que, para los romanos, este número era armónico y lo tenían en gran estima. En las culturas orientales, el 13 era un número divino.
Es la cultura judeo-cristiana la que comienza a no ver bien el 13. ¡Qué le vamos a hacer! Para la Cábala son 13 los espíritus malignos; en el Apocalipsis se hace referencia, en su capítulo 13, al anticristo y a la bestia; en la última cena, Judas fue el decimotercero en ocupar la mesa. Pero no siempre es negativo, pues, según el Antiguo Testamento, Dios tiene 13 propiedades; también con 12 monjes más un abad se puede fundar un convento. Y antiguamente había la costumbre, entre los panaderos, de regalar un pan a quien comprara 12 bollos.
Yo me quedo con la parte positiva. El 13 da cobijo a personas protectoras, pacientes, sensibles, emotivas, preocupadas por los demás, sociables, intuitivas, flexibles, pacíficas y cooperativas, y, como elemento de tierra, habla bien de personas que son trabajadoras, que gestionan bien y que gustan de entretenerse con “lo que no se ve”, es decir, con el mundo del espíritu y de las emociones.
Si sintetizo en una enumeración de conceptos lo que esconde el número 13, cuya reducción es el número 4 (1+3), tendría que hablar de estabilidad, estructura, límites, trabajo, raíces, encarnación, disciplina, responsabilidad, prudencia, lealtad, seguridad, tiempo, facilidad para concretar, pensamiento estructurado, la lógica y la razón, la deducción y la clasificación.
La abundancia es la transformación de la creación por medio del trabajo, y eso es precisamente lo que representa el (1+3), la persona estable, sencilla, tranquila, perfeccionista, ordenada, seria, disciplinada, responsable y meticulosa, cuyo único riesgo es el de vivir únicamente en función del trabajo. El 13 ama las leyes, las normas y su verbo favorito es “trabajar”.
Platón decía que el tres es la idea y el cuatro (reducción del 13) la realización de la idea.
Es la cultura judeo-cristiana la que comienza a no ver bien el 13. ¡Qué le vamos a hacer! Para la Cábala son 13 los espíritus malignos; en el Apocalipsis se hace referencia, en su capítulo 13, al anticristo y a la bestia; en la última cena, Judas fue el decimotercero en ocupar la mesa. Pero no siempre es negativo, pues, según el Antiguo Testamento, Dios tiene 13 propiedades; también con 12 monjes más un abad se puede fundar un convento. Y antiguamente había la costumbre, entre los panaderos, de regalar un pan a quien comprara 12 bollos.
Yo me quedo con la parte positiva. El 13 da cobijo a personas protectoras, pacientes, sensibles, emotivas, preocupadas por los demás, sociables, intuitivas, flexibles, pacíficas y cooperativas, y, como elemento de tierra, habla bien de personas que son trabajadoras, que gestionan bien y que gustan de entretenerse con “lo que no se ve”, es decir, con el mundo del espíritu y de las emociones.
Si sintetizo en una enumeración de conceptos lo que esconde el número 13, cuya reducción es el número 4 (1+3), tendría que hablar de estabilidad, estructura, límites, trabajo, raíces, encarnación, disciplina, responsabilidad, prudencia, lealtad, seguridad, tiempo, facilidad para concretar, pensamiento estructurado, la lógica y la razón, la deducción y la clasificación.
La abundancia es la transformación de la creación por medio del trabajo, y eso es precisamente lo que representa el (1+3), la persona estable, sencilla, tranquila, perfeccionista, ordenada, seria, disciplinada, responsable y meticulosa, cuyo único riesgo es el de vivir únicamente en función del trabajo. El 13 ama las leyes, las normas y su verbo favorito es “trabajar”.
Platón decía que el tres es la idea y el cuatro (reducción del 13) la realización de la idea.
Espero que este número mágico, el 13, que encierra la ancestral sabiduría y la tolerancia y el respeto que proporciona la cultura ayude a que Toledo pase de una vez de la política del “hay que” a la de los hechos que se vean y que sirvan para mejorar, de verdad, la calidad de la vida de las personas que viven, trabajan o visitan la ciudad.