París. Plaza de la Ópera. Sobre el pedestal se yergue la estatua de la Poesía. Entierro de Paul Verlaine. En el momento en el que el coche fúnebre pasa frente a ella, la estatua de la Poesía pierde el brazo, que se rompe junto con la lira que sujeta. El simbolista Verlaine también cantó al otoño.
Los sollozos más hondos
del violín del otoño
son igual
que una herida en el alma
de congojas extrañas
sin final.
Tembloroso recuerdo
esta huida del tiempo
que se fue.
Evocando el pasado
y los días lejanos
lloraré.
Este viento se lleva
el ayer de tiniebla
que pasó,
una mala borrasca
que levanta hojarasca
como yo.
3 comentarios:
Hola, entré a tu blog por casualidad, me pareció magnífico, no quería salir sin decírtelo.
Aprovecho la oportunidad para invitarte al mío que es de literatura.
Un abrazo desde Argentina.
Humberto.
www.humbertodib.blogspot.com
He entrado en el tuyo, Humberto. Tu blog es un dulce de leche, un alfajor, es decir un deseo que tienes ahí, sobre la mesa y que no te puedes comer, porque si te lo comes, no escribes. ¡Eres paradójico! Me han gustado los textos.
Necesito mente de primavera para este Otoño.
Esta vuelta a nacer me ha dado un empujón vivo muy de agradecer.
Un beso
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