Hay dos clases de personas en el mundo, las que son felices y las que son desgraciadas.
Las personas felices fijan su atención en lo conveniente de las cosas, en las partes buenas de una conversación, en un plato bien guisado, en un día bien aprovechado, en los detalles más sutiles de la vida... y lo disfrutan todo con alegría.
Las personas que son infelices: piensan, hablan... desprecian y se quedan siempre con lo negativo y eso es lo que transmiten.
Si el ser infeliz estuviera arraigado en la naturaleza de las personas, estas serían dignas de compasión. Pero la verdad es que a ser infeliz se ¡aprende! practicando. El criticar y el lamentarse se adquiere por imitación o por decisión propia, por tanto la infelicidad va creciendo hasta convertirse en hábito.
Por eso, afirmo, creo que sin temor a equivocarme, que la felicidad no es un premio, sino una consecuencia; y el sufrimiento no es un castigo, sino un resultado.
Por tanto, examinemos nuestras actitudes y deseemos se felices. ¡Es posible! si comenzamos con algo tan simple como pensar en positivo y desterrando todas las palabras negativas de nuestro vocabulario.
1 comentario:
Si sólo viésemos el lado positivo de las cosas, estaríamos viendo sólo medio mundo. Si sólo viésemos el lado malo de las cosas, idem. Por tanto: el mundo se compone de cosas buenas y cosas malas. Ignorar unas u otras no mejora la visión del mundo, sólo lo simplifica.
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