Leer. Enseñar
a leer. Leer no es silabear, no es pasar la vista, no es solo divertirse. Leer
es dominar una herramienta poderosa: el lenguaje, y un sistema de relaciones:
el mensaje y la comunicación.
La lectura es un proceso que consta de cuatro etapas:
1.
Clarificación de objetivos.
3.
Lecto-escritura.
Este texto,
compuesto de acarreo de experiencias y lecturas, bien vale para quien tenga en
casa a alguien que se inicie en la lectura de libros. También para quien se
acerca a un texto, solo a un texto, a cualquier texto. Para las gentes de aula
este escrito supone una reflexión más que añadir a la cartera de su experiencia
pedagógica.
Hablemos de
lectura. Leamos, Aprendamos a leer, pero aprendamos bien. Por doquier
encontramos técnicas, cursos y métodos para hacer más eficiente nuestra
lectura. La principal limitación de la mayoría de estas herramientas es que se
concentran en el "durante" de la lectura y olvidan dos momentos
igualmente importantes: el antes (la preparación) y el después (la
evaluación). Esto ocurre porque no comprenden que la lectura es un proceso, no
un acto.
La lectura es un proceso que consta de cuatro etapas:
Antes de
comenzar a leer un texto, deberíamos preguntarnos: ¿Por qué leo este texto?
¿Por placer, o con un fin informativo determinado? ¿Qué deseo saber con esta
lectura? ¿Para qué utilizaré la información que obtenga? Conocer el
objetivo de nuestra lectura nos ayudará a orientar nuestra atención hacia los
aspectos relevantes del texto. Tengamos presente que una cosa es aquello que el
autor quiso señalar como más significativo y otra aquello que nosotros
buscamos. Leer un texto sin los objetivos claros es desperdiciar esfuerzos,
porque cuesta mucho más encontrar aquello que no se busca.
Después de
clarificar aquello que deseamos saber, necesitamos determinar la cantidad de
información que buscamos: ¿Cuánto quiero saber? ¿Cuánto sé de este tema?
¿Qué nivel de detalle busco? ¿Aspiro a un conocimiento superficial y general, o
a uno profundo?
Posiblemente,
hoy hemos leído materiales tan diversos como un diario, un informe, un anuncio
publicitario, la correspondencia, mensajes de correo electrónico, etc... ¿Los
leímos todos de igual manera? ¿A la misma velocidad? ¿Con el mismo nivel de
detalle? Seguramente, no. Leemos las cosas de modo diferente, porque lo
hacemos con propósitos diferentes. Sin embargo, muchas veces hacemos esto de
forma inconsciente. Para mejorar nuestra lectura, tenemos que hacer consciente
y sistematizar el proceso de búsqueda y clarificación de propósitos.
2. El mapa
conceptual.
Tal
como un mapa geográfico nos ayuda a movernos en un territorio, un mapa del
texto nos ayuda a orientarnos mejor en el material y a reconocer sus señales.
Para construir este mapa, debemos encontrar ciertas referencias. Podemos
ayudarnos a descubrir estas referencias leyendo en el siguiente orden: el
índice (si lo hubiera); los títulos y subtítulos; la introducción; la
conclusión y el resumen; el primer y último párrafo; y la primera y última
oración de cada párrafo. En estos lugares suele presentarse lo más relevante
del material. En cada porción de texto, busquemos: palabras que se repitan a
menudo, subrayadas o en cursiva, estadísticas, glosarios, tablas, cuadros e
imágenes y términos cuyo significado desconozcamos.
Antes de
terminar esta etapa, tomemos el índice, los títulos y subtítulos y
transformémoslos en preguntas. Por ejemplo, transformemos el título "Cómo
lograr que la economía prospere" en "¿Cómo lograr que la economía
prospere?". Guardemos las preguntas resultantes para la etapa de
revisión.
La etapa de
formación del mapa conceptual nos ayuda a comprender la distribución del
material en el espacio, a ver dónde está aquello que queremos saber y cómo se
presenta.
Escribamos
mientras leemos. Para hacerlo con una mayor efectividad, procuremos
"personalizar" las notas, marcando aquello que nos genere una
reacción: que nos sorprenda, que nos maraville, que no comprendamos, con lo que
no estemos de acuerdo, etc...
Construyamos
una "nomenclatura" personal, donde cada subrayado, signo,
abreviatura, etc... signifique algo específico para nosotros. También podemos
ayudarnos con palabras indicadoras como: "ejemplo",
"importante", "conclusión", "cuidado",
"resumen", etc...
Al marcar el
material de lectura, procuremos ser selectivos y específicos. Antes de
escribir, hagamos siempre la pregunta clarificadora de la primera etapa: ¿Qué
estoy buscando? ¿Qué deseo saber?
Escribir
contribuye a afirmar la información en nuestra mente, a recordar los puntos más
importantes y a realizar una segunda lectura más rápida y mejor orientada.
Además, el acto físico de escribir nos mantiene alertas y concentrados. Por lo
tanto, para sacar más provecho de la lectura, escribamos: marquemos el material
con subrayados, resaltados y notas al margen. Si no deseamos arruinar un libro
-o estamos frente a un original ajeno- podemos fotocopiar el material y marcar
la copia.
4. Evaluación.
Después de leer, necesitamos
confirmar si encontramos aquello que buscábamos. Para ello, retomemos el
ejercicio de las preguntas e intentemos responderlas, sin buscar la información
en el texto. Tomemos una hoja y anotemos todo aquello que recordamos que
responda a cada pregunta. La información que logremos recuperar nos dará una
estimación de la efectividad de nuestra lectura. Reflexionemos también sobre el
impacto de aquello que leímos: ¿Qué me interesó más? ¿Hay algo que no
entendí? ¿Hay algo que quisiera ampliar? ¿Me sorprendió algún fragmento?
Si bien esta
evaluación normalmente se realiza al final de la lectura, es conveniente
hacerla en períodos intermedios, por ejemplo al finalizar cada capítulo en el
caso de un libro.
Pensar para
leer. Una lectura pensada.
Realizar a
conciencia las diferentes etapas del proceso de lectura, sin duda implica
tiempo. Esto podría llevarnos a pensar que este tipo de lectura es muy
"lenta" para ser efectiva. Sin embargo, no se trata de utilizar más
-o menos- tiempo... sino de distribuirlo de modo diferente. Lo más efectivo es
el empleo de la menor cantidad de tiempo en la lectura propiamente dicha y la
mayor cantidad en la reflexión personal sobre la lectura.
Ver
la lectura como un acto nos lleva a creer que -para leer un texto- es
suficiente con sentarnos frente a él y comenzar a recorrerlo con la mirada. Pero
leer es mucho más que "pasear" la vista por un texto.
Si deseamos
sacar más provecho de nuestra lectura, debemos dejar de verla como un acto y
comenzar a verla como un proceso. Al hacerlo, no nos concentraremos
exclusivamente en el papel de nuestros ojos, sino que comenzaremos a
preocuparnos por el de nuestra mente. Entonces, pasaremos de la lectura
visual... a la lectura pensada.
Este
ejercicio de lectura pensada es bueno para aprender y para hacer una lectura
profunda y reflexiva. Una vez que nos hemos acostumbrado a leer reflexionando
también adquirimos rapidez mental y de lectura y no necesitamos escribir
mientras leemos. Espero que las personas que lean este blog y, especialmente,
lo concerniente a lectura, además de deleitarse, saquen algún provecho.
2 comentarios:
Hablando de leer, recién acabé de leer un libro, y puesto que usted ejerce como profesor, me parecío oportuno recomendarselo por si le apetece echarle un vistazo. Este trata sobre como se implanta la educación a los alumnos, y merece la pena leerlo, apenas tiene 120 páginas y es muy crítico. Le dejo el titulo por si usted quiere leerlo y juzgarlo usted mismo:
"El educador mercenario" (Pedro García Olivo)Que lo disfrute.
Pedro garcía Olivo me parece un personaje interesantísimo educativamente hablando. Leeré lo que me apuntas.
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