martes, 10 de julio de 2012

Y el demonio se hizo carne...



Columna publicada en noticiasdigital.es
La realidad nos está mordisqueando los calcañales. Algo huele a podrido cuando no se sabe qué fuerzas fantasmagóricas obligan a abrir la planta de un hospital público toledano porque están atascados los pasillos de las urgencias con los enfermos encamados. Apesta que se estafe a quienes, llevados de su confianza en el profesional bancario, no leen la letra pequeña de las “preferentes” que les vendían en su oficina de la Caja “de toda la vida”. Esto de la corrupción no es cosa ya solo de los consejos de administración de las entidades financieras, sino de quien está a pie de calle codiciando “bonus” y engañando  ¿se puede decir así? a personas indefensas que les confiaban sus ahorros.  ¡Pero aquí al trullo no va nadie! Esto hiede a sudor de yegua cuando te enteras de que una marquesa afirma que habrá que plantearse eso de que estudien todos. Asfixia comprobar que a un ministro de Educación no le amarga la boca cuando dice que las familias que no tienen dinero para estudiar es porque no se quieren privar de otras cosas. El turismo de superlujo, sin embargo, sigue creciendo. Esto no es una crisis económica, es una pantalla para ocultar la crisis ética y moral que crece como la gangrena de arriba abajo de la pirámide. Se puede hablar de este capitalismo desenfrenado como asesinato en masa, de gota malaya, para aniquilar a la humanidad. Y mientras, quien te dio el préstamo te desahucia y se queda con el caldo y con las tajadas. Y el poder, verdadero sacerdote de la nueva religión impía, dice que esto es bueno, que el recorte es justo y necesario y que hay que tener paciencia para sufrir los rigores, que serán abundantes y duraderos. Parece que el demonio se hizo carne y habita entre nosotros y quiere crear una comunidad de infames. Veo cómo los buitres nos pican los pies, nos desgarran los zapatos y los calcetines, llegan a con el pico a la carne; no encuentro la manera de ahogar al buitre que me toca, de espantarlo; quiere saltar a mi cara; sacrifico los pies. Todos tenemos que ser un cuerpo único, para, cuando venga el buitre a picotearnos la lengua, tragárnoslo y que se ahogue en nuestra sangre. ¡Qué kafkiano está el mundo! Un botellón universal no salva una civilización. Mayo del 68 no era una quimera. Hoy ya no es posible hacer la revolución tocando la guitarra en un parque. Nos toman el pelo y nos dejamos. Nos cuentan mentiras y nos las creemos. Nos dan de bofetadas y sentimos el síndrome de Estocolmo. La razón lógica se hace trizas. ¡Qué tragaderas tenemos! ¡Qué debe pasar para que una sociedad ciega reaccione para salvarse! No es ya el estado del bienestar, son los puros derechos humanos a la educación, a la salud, al trabajo, a la vivienda, a la vejez,…a la dignidad, lo que se está poniendo en entredicho; y la vida no es noble, ni buena, ni sagrada. La realidad nos mordisquea los calcañales, mientras un viento de silencios ahoga las tabernas, los barcos y los jardines, y las plantas de los hospitales hay que abrirlas por órdenes que no se sabe de dónde vienen para deshacinar los cuerpos que impacientan horas en los pasillos. El demonio del dinero y la codicia se hizo carne y habita entre nosotros.

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