Solo una estrofa de 'Canción de Otoño en Primavera' de Rubén Darío, el primer poeta que leí en mi vida, porque encontré dos libros en la troje de mi abuela: uno era de Rubén Darío, el otro La Iliada de Homero. A Rubén lo leía y lo leía, sonaba muy bien. Lo leía en voz alta. A mi abuelo le gustaba escuchar la lectura. No había entonces en la casa de mis abuelos ni radio ni televisión. La lectura era un pasatiempo. Ni mi abuelo ni yo entendíamos a Rubén Darío, sin embargo no nos cansábamos. A veces, él traí un amigo, le daba una copa de aguardiente y le decía ven para que veas cómo lee mi nieto. Yo me subía de pie en una silla de enea y leía el libro de Rubén Darío, que tenía las tapas amarilla y rugosas, recuerdo. Cuando les parecía que ya estaba bien, mi abuelo se enorgullecía de lo bien que leía el nieto y me daba dos perras gordas, a veces dos reales y, cuando la alegría, o el aguardiente, causaba efecto, la dádiva alcanzaba una peseta. El amigo en ocasiones se animaba y yo doblaba el capital ¡Qué tiempos! Hoy sigo leyendo a Rubén y me sigue gustando su sonoro verbo.
"Mas a pesar del tiempo terco,
mi sed de amor no tiene fin;
con el cabello gris, me acerco
a los rosales del jardín... ".
2 comentarios:
A euro pago yo la poesía -recitada de memoria, no leída-, y mis sobrinos ni se inmutan.
Tendré que subir el precio.
lo que yo queria, gracias
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