miércoles, 6 de abril de 2011

LAÑAS

Sucede que el tiempo desgasta nuestro cuerpo y nos vamos dando cuenta poco a poco de que no somos eternos y de que no sentimos con la fuerza de cuando teníamos veinte años, y de que hay que pasar, como un vehículo, por la ITV. Así contemplamos abstraídos cómo el mundo gira nebuloso a nuestro alrededor, ese mundo que ya no tenemos tantas ganas de comérnoslo. Se nos hace difícil pensar que ser feliz es serlo con aquello que la mano alcance, pero nos vamos haciendo a la idea, aunque nos cueste. Y nos ponen lañas después de hurgarnos allí donde nadie sabe. Te cuentan lo que quieren. Tú te imaginas lo que no está en los escritos. La realidad se convierte en una polvareda y la vemos evanescente, como si la divisásemos, sin querer, a través de un tul. A veces es la imaginación la que supera los límites de la realidad y, entonces, caemos en el abismo barroco de lo invisible, de lo ilógico, de lo falso o de lo absurdo. Pero el abismo nos oprime más. Ahora, cuando veo mis lañas, sé que la vida va en serio y que no todo es poesía ciertamente.

5 comentarios:

Antonio del Camino dijo...

El dardo no podría estar mejor tirado. Y, aun así, seguimos. Quizá porque la vida es lo único que tenemos (que nos queda).

Un abrazo.

Quique dijo...

Ánimo y a recuperarse. Un abrazo.

Enrique M. de la Casa dijo...

Quitarán las lañas, secarán las cicatrices, no dolerán las heridas y la vida seguirá inaugurándose cada mañana. Animo.

Antonio Illán dijo...

Amén, Antonio.
Amén, Enrique.
Y un aviso para los dos: no os perdáis el concierto de Semana Santa de Nereydas en la Basílica del Prado; va a cantar un contratenor venido de italia exprofeso a Talavera -¡que ya quisieran en Toledo!- que canta mejor que Farinelli.

Mario Illán dijo...

Quizá estas cosas enseñen a apreciar mejor lo que tenemos.
Y a que disfrutemos más del día a día.
La felicidad está en pequeñas cosas que tenemos cerca... y también en el cariño de los que estamos lejos.
Un beso y ya estás haciendo abdominales en canto estés al 100%.

Tu hijo