Educar a un niño es algo muy serio. Hay que tomarse muchas responsabilidades. Un niño no es un juguete, no es una mascota, es un ser creciente que tienen mucho de genético y mucho de aprendizaje para conformar su propio yo. Ser padres es un compromiso que implica, además de afecto, razones. Hay que saber tratar un cuerpo pequeño y hay que saber educar en valores a la persona, para que crezca sana de cuerpo y de mente.
Si quisiéramos impedir que un niño -o la humanidad entera- accediese a su más alto potencial... ¿qué deberíamos hacer?, ¿qué estrategia podríamos usar para perpetrar tal crimen? He aquí algunas ideas:
1) Ponga a sus hijos -a los niños- desde que empiezan a ver delante de la TV tan seguido como sea posible (quíteles el contacto interpersonal). Seguro que se distraen, pero habrá roto las relaciones personales y habrá comenzado a enseñar el individualismo incomunicativo.
2) Póngales cascos desde que comienzan a oír. Es como meter a u ser libre en un fortín. Conciencia de prisión y de aislamiento como algo normal.
3) Aliénteles a pasar horas reaccionando rápidamente a los videojuegos (los juegos donde hay que eliminar al enemigo, les ayudan mejor a practicar la violencia que vieron antes en la TV). Además se aprende por repetición de acciones, con lo cual se mecanizan y mecanizan el pensamiento único.
4) Llévelos luego a escuelas donde no se respeta su autonomía, a través de métodos más preocupados en “la obediencia”, que en desarrollar sus capacidades creativas y estar en contacto con sus emociones. Lugares donde sólo los entrenan para repetir patrones del pasado. ¡Sí, señor! Esa será la escuela de los autómatas, las que no desarrollan el sentido crítico y las que forman individuos manipulables por cualquier forma de poder.
5) En cuanto les diagnostiquen problemas de atención, hiperactividad, etc. (lo que predeciblemente sucede como resultado de los puntos anteriores), utilice medicamentos para “curarlos”. Horror a manos llenas. Más veneno para el cuerpo y más tormento para la mente que se atocina.
6) Acepte políticas educativas planificadas para “seguir la currícula”, en lugar de “seguir a cada niño”; donde nadie pueda experienciar y explorar sus niveles más profundos de conciencia, creatividad y amor. Si solo se educa en el conocimiento, se deja de educar la mitad del individuo, es decir lo emocional, lo libre.
Escribo esto hoy, 2 de septiembre, porque mañana empieza el curso y me temo que, dadas las condiciones organizativas que impone el sistema, me voy a convertir en un profesor frustrado por no poder hacer lo mejor para los niños. Espero que si algún padre lee esto lo tenga en cuenta con su hijos.
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