domingo, 3 de febrero de 2013

España en el garete


Da la impresión de que la mentira se ha instalado sobre el tapete verde de la mesa de juego en que se ha convertido España. Tierra de tahúres miserables, dueños del gesto impávido en el rostro impenetrable de quien sabe que lo que dice es lo contrario de lo que piensa y sabe. Este país, al que cuesta trabajo llamar patria, es un inmenso garito en el que se apuesta al inverosímil póker desde el poder sin importar quien caiga. Yo no pongo la mano en el fuego por nadie, nadie, nadie, no, nadie, nadie, nadie en este tugurio. España, esta España del Cid, de los decadentes Austrias o de los decrépitos Borbones está ya, como el barco que ha perdido sus anclas y tiene las máquinas averiadas, en el garete; y solo se mueve por el impulso del viento de una sociedad incrédula y vegetativa. Estamos perdidos en medio de una tempestad. Dios no acude a ninguna súplica. Vivimos en el desasosiego de la oscuridad provocada por la crisis económica e ideológica. Necesitamos, en esta noche del mar de los tiempos, izar las dos luces rojas en el palo trinquete; vamos sin rumbo y a la deriva, presa del viento de los malos gobernantes y de las mareas del trinque y el desgobierno. Esto va sin rumbo, o lo que es peor a ritmo de desvergüenza, de mentira, de saqueo, de desconfianza y de nulo sentido de la justicia. El viento de la impudicia y el mar de la palabrería elevan olas gigantes que arrastran este navío desarbolado en el que ya no cree nadie. Esto es la España real, la España negra. La podredumbre ya nos está ahogando literalmente. Solo falta un “Lerrux” para terminar convirtiendo el estado en estraperlo. “Barcenear” es un verbo que algunos quieren conjugar con sentido de solipsismo. No soy banal ni pedante. Pero “Bárcenas” no es uno y solo uno, son todos, los que cobran, los que no cobran, los que saben, los que callan, los que mienten, los que ante hechos así miran para otro lado o hacen declaraciones para salir del paso y no tirar de la manta de la historia. Dinero, siempre dinero. Pero tan relevante es de dónde venía como a qué bolsillos iba. Lo primero es lo que indica en qué clase de democracia vivimos. No estaría mal que los empresarios que llenaban los sobres fueran preguntados por la prensa que aún pregunta. Ahí también florece la carroña. El pueblo no puede dejar que esto amaine de nuevo. Se precisa la catarsis política en toda su extensión: con purificación ritual de personas o cosas afectadas de la impureza; con liberación o transformación interior del individuo y del alma de la sociedad; incluso eliminando los recuerdos que perturban la conciencia o el equilibrio nervioso. Lo que haga falta, pero sin olvidar el tigre ardiente en la yerba que llevamos dentro. La desobediencia civil también existe. Y que el pueblo de una vez tenga piernas, tronco, brazos, cabeza y no lleve una desmayada bandera en hombros por el campo, por las ciudades, por la nada. Persecución a los ladrones, a los mentirosos, a los demagogos de toda laya, condición e ideología. Nos embestirán pues es propio de hombres de cabezas medianas embestir contra todo aquello que no les cabe en la cabeza. Hay que volver con el pulso perdido a la pelea. Hay que dar la vuelta al corazón de la esperanza, hay que disparar contra este tiempo anestesiado. España debe ser el pueblo. Hay que ser libre.
Publicado en noticiasdigital.es

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