Arranca fuerte el XXI Ciclo de Teatro Clásico del
Rojas. Teatro lleno, un éxito. El drama histórico “Enrique VIII” de William Shakespeare, escrito en colaboración con
John Fletcher, en 1612, nos presenta una de las figuras más complejas de la
historia, el tiránico y voluptuoso rey de Inglaterra, Enrique, que en esta obra
no resulta el personaje odioso a que nos a acostumbran las crónicas, pues los
autores deben presentarlo esencialmente como padre de la reina Isabel de glorioso
recuerdo.
Rakatá, con su larga y prestigiosa
trayectoria, es la primera compañía española que ha puesto en escena esta obra
nada fácil; lo hizo por encargo para participar en las olimpiadas culturales de
Londres, donde presentó con éxito la función en el famoso y reconstruido teatro
shakespeariano The Globe.
El monarca inglés Enrique VIII es el
eje sobre el que gira un drama de política, de poder y de amor; el rey
es también quien desencadena la sucesión de hechos que llevan a la ejecución al
duque de Buckinghan, a la caída del orgulloso cardenal Wolsey, a la coronación
de Ana Bolena o al triunfo de Cramer. Sin embargo la verdadera heroína en este
entramado de pasiones y de intrigas no me parece otra que Catalina de Aragón,
cuya dignidad y resignación, así como la dulce y firme resistencia durante la
tramitación del divorcio, están excelentemente dibujadas para conmover a los
espectadores. En claro contraste con el drama, entre las tormentas de esta
sociedad que se retrata, hay un punto, al final, en el que la acción se
detiene, que quiere ser una apoteosis de Isabel, pintando el universal regocijo
que causa su nacimiento con todo tipo de predicciones sobre la felicidad que el
cielo le destina.
Los tiempos de crisis y de bajos
presupuestos obligan al ahorro escenográfico al ingenio con el vestuario y a ser
imaginativo con lo que menos cuesta, la palabra. Rakatá resuelve la función
sobre la importancia de la palabra, el movimiento de actores y con una
adaptación precisa del texto, llevada a cabo por José Padilla, Rafael Lavín y Ernesto Arias, que reduce a la mitad
los personajes del original.
El
elenco de actores y actrices, en una obra cuyos personajes son retratos
históricos, realiza un sobresaliente trabajo, muy bien dirigidos por Ernesto
Arias. Fernando Gil y Elena González en los personajes
centrales (Enrique VIII y Catalina) y
Jesús Fuente (Wolsey), Rodrigo
Arribas, Alejandro Saá, Daniel Acebes, Alejandra Mayo, Bruno
Ciordia, Andrés Bernal, Jesús Teyssiere, Julio Hidalgo, Sara Moraleda, Asier Tartás y Diego Santos,
dan vida, sobre la base del texto bien dicho y con alguna sobreactuación
innecesaria, a las importantes figuras que la historia nos trasmite.
El equilibrio en la representación, la
escenografía funcional, la ausencia de artificios retóricos, la música y las
coreografías y una intriga sin pausa hacen que el espectador mantenga la
tensión, y acaso se relaja o emociona cuando se alcanza el clímax en las
escenas finales que giran en torno a la reina Catalina o la exaltación de
Isabel, la hija de Enrique y Ana Bolena.
Que el drama termine con una
mojiganga opino que es un acierto teatral para establecer una plausible distancia
entre la verdad de la historia y la verdad del teatro. Deja un buen sabor y da
un respiro optimista al intrigante mundo, tanto de la sociedad que refleja la
obra, como la propia que vivimos.
Mi enhorabuena al teatro de Rojas por una programación
que se presenta con mucho interés, por ser uno de los pocos hitos culturales
que quedan en pie en la ciudad de Toledo y por la amabilidad casi familiar con
que nos tratan a los espectadores todos los trabajadores de la institución.
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