En llamas, en otoños incendiados,
arde a veces mi corazón,
puro y solo. El viento lo despierta,
toca su centro y lo suspende
en luz que sonríe para nadie:
¡cuánta belleza suelta!
Busco unas manos,
una presencia, un cuerpo,
lo que rompe los muros
y hace nacer las formas embriagadas,
un roce, un son, un giro, un ala apenas;
busco dentro mí,
huesos, violines intocados,
vértebras delicadas y sombrías,
labios que sueñan labios,
manos que sueñan pájaros...
Y algo que no se sabe y dice «nunca»
cae del cielo,
de ti, mi Dios y mi adversario.
2 comentarios:
'un roce, un son, un giro, un ala apenas'... efectivamente, cuánta belleza suelta.
Tratar de ir reuniéndola, ofreciéndola, darla a compartir para disfrutarla con más, es un excelente ejercicio de otoño.
Del otoño y otras luces, que diría el poeta. Luego otoño luz.
Me gusta tu compromiso de ir recogiendo belleza y dejarla aquí.
Después de Hiro Kurosaki, he vuelto de vez en cuando para leer lo que ha escrito.Volveré para leer, pero no creo que vuelva a escribir porque, aún entendiendo que no sea más que un filtro para dejar fuera el mal gusto, la necesidad de que el autor del blog deba aprobar el comentario, resta espontaneidad y frescura a cualquier comentario. No me lo tome como reproche, simplemente, queria hacerle saber que, aunque no le deje ninguna nota, tiene alguien más que le sigue.
Un saludo
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