“Miseria y avidez, dinero y prosa, en vil mercado convertido el mundo, los arranques del alma generosa poniendo a precio inmundo, cuando tu suerte y tu esplendor preside un mercader que con su vara mide el genio y la virtud, mísera Europa, y entre el lienzo vulgar que bordó de oro muerto tu antiguo lustre y tu decoro, como a un cadáver fétido te arropa”. ¿Quién iba a decir que José de Espronceda a mediados del siglo XIX retratase tan bien esto que ahora vemos, la Europa que nos devora ansiosa de oros para sus ricos y pisoteando los derechos de quienes viven de su inteligencia y de sus brazos. “Cuando a los ojos blanqueada tumba centro es tu corazón de podredumbre, cuando la voz en ti ya no retumba, vieja Europa, del héroe ni el profeta, ni en ti refleja su encantada lumbre del audaz entusiasmo del poeta, yerta tu alma y sordos tus oídos, con prosaico afanar en tu miseria, arrastrando en el lodo tu materia, sólo abiertos al lucro tus sentidos, ¿quién te despertará? ¿qué nuevo acento, cual la trompeta del extremo día, dará a tu inerte cuerpo movimiento y entusiasmo a tu alma y lozanía?”. Si es que la historia ya nos la escribieron otros. Si es que ahora también toca gritar y luchar y pedir y denunciar y no callar y destruir la oscura mano que nos ahoga poco a poco y bajar del pedestal las mentiras que ondean como banderas y pensar y sentir que todos a una somos como Fuenteovejuna. Y con Espronceda nos podemos preguntar quienes sentimos este fuego que caldea al pueblo: “¿Qué me importa, si provoca mi voz la befa de las almas viles, morir qué importa en tan gloriosa lucha, qué importa, envidia, que tu diente afiles?”. Y en manteniendo un halo de esperanza, espero aún no gritar con este español y “numantino” aquello de “Yo cantaré: la humanidad me escucha; yo volaré donde la tumba oculta la antigua gloria y esplendor del mundo; yo con mi mano arrancaré la losa, removeré la tierra que sepulta semilla de virtud, polvo fecundo, la ceniza de un héroe generosa, y en medio el mundo, en la anchurosa plaza de la gran capital, ante los ojos de su dormida, degradada raza arrojando sus pálidos despojos, ¡oh avergonzados! gritaré a la gente. ¡Oh, de los hombres despreciable escoria, venid, doblad la envilecida frente, un cadáver no más es vuestra gloria!”. Y a todo esto, ¡Felicidades Europa! por el premio Nobel de la Paz. Aquí y ahora ya no hay seducción, hay artificio. Todos los discursos están amenazados por esta odiosa reversibilidad que hace que sus propios signos carezcan de cualquier rastro de sentido. ¿Hay alguien que entienda algo? ¡Que lo explique! Me fascina Francia, admiro a Suiza, amo a Italia, siento a España, pero Europa ha dejado de ser la madre de todas mis madres para ser solo un mapa lleno de rayujos y un lugar donde se cuecen las perversidades. ¿Sentirme europeo? ¿Qué es eso? Europa no tiene identidad, es una suma casi de fronteras. Leed estos títulos: Europa. Una aventura inacabada, Buscando imágenes para Europa y Autorretrato a distancia. Creo que era María Zambrano la que afirmaba que ser europeo sólo significa "saber vivir en el fracaso". Pues no parece que estemos para tirar cohetes sobre el éxito de Europa, cuando en Gran Bretaña siguen queriendo plantear otro referéndum para ver qué les conviene hacer. O sea, que hay un poco de caos en este batiburrillo europeo que no es una identidad sino un “supermercado”. Pero esta reflexión a mí me ha llevado a Espronceda. Y doy gracias porque he vuelto a gozar con el “Canto a Teresa” y el “Para y óyeme ¡oh sol! yo te saludo y extático ante ti me atrevo a hablarte: ardiente como tú mi fantasía, arrebatada en ansia de admirarte intrépidas a ti sus alas guía”.
Antonio Illán-Noticiasdigital.es
1 comentario:
Ich denken immer nur an das Eine.
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