(Artículo publicado en http://www.abc.es/20121014/local-toledo/abci-farsas-eglogas
El teatro de Ana Zamora y,
por ende, el de Nao d’amores, es
siempre un bocado de exquisitez cultural. Farsas
y Églogas de Lucas Fernández es
un espectáculo jacarandoso, festivo, a manera de juego que integra recursos
textuales, musicales y escénicos y el propio público como un elemento más de la
dramaturgia casi interactuando con los actores en el mismo escenario.
Ana Zamora y Nao d’amores acostumbran a ofrecernos un teatro basado en
un profundo y pormenorizado estudio filológico, musicológico, folclórico y
etnológico, que indaga en los pormenores del texto, en el autor que lo compuso
y en la sociedad que refleja y para la que fue creado. Luego, la directora y su
equipo de producción llevan a cabo el trabajo creativo exhaustivo para lograr
un espectáculo dinámico, interesante, entendible y estético, que, sin perder
sus raíces históricas, se adapte a los espectadores del siglo XXI.
Tuve ocasión de ver ya en su estreno, en marzo de este mismo año,
la representación de estas Farsas y
Églogas, coproducción de Nao d’amores con la Compañía Nacional de
Teatro Clásico que ahora está dirigida por otra mujer grande de la dirección
escénica, Helena Pimenta. Entonces
en Madrid y ahora en Toledo hemos gozado con el teatro festivo que nos ofrecen
estas farsas y églogas del salmantino, sacerdote bien acomodado y catedrático
de música de la Universidad, Lucas
Fernández, al que podemos considerar como el último eslabón de la tradición
teatral medieval, castizamente castellano y hondamente religioso, un tanto
retardatario para su tiempo, si lo comparamos con su maestro ya renacentista Juan del Encina.
Estas “Farsas y églogas al modo y estilo
pastoril y castellano” (Salamanca, 1514) nos mantienen la atención, además de
por la dramaturgia creada por Ana Zamora, su equipo de actores y la musicóloga Alicia Lázaro, porque ha sabido
equilibrar en su justo punto la interesante aportación de Lucas Fernández, que
tiene que ver con el sentido cómico, las gracias populares del mundo pastoril
entendido más en su rusticidad que en una fantasía bucólica, el desenfado del
lenguaje salpicado de alguna que otra procacidad (bien reforzada por lo
gestual) y la simpática fanfarronería de algunos personajes.
El teatro de Lucas Fernández, en buena
medida, es una parodia de la realidad de su tiempo, con jocosa ironía, que toma
tintes festivos y se traduce en historias entrelazadas con bailes, música y
canciones. Ese divertimento, basado en el realismo de época, ha sido
perfectamente trasladado a la escena por Nao d’amores, que hace un trabajo exquisito
con cinco de estas pequeñas piezas de las seis (tres religiosas y tres
profanas) que nos legó este autor.
Ana Zamora ha buscado la autenticidad de un
teatro con quinientos años de historia y ha logrado mostrarnos la realidad de
los pastores y el mundo social en el que se mueven, la naturalidad de su
lengua, el verismo de sus vestidos y, sobre todo, lo auténtico de su sentir y
su intensidad vital, en donde los amores, ya sean sacros ya profanos, siempre
triunfan.
Al mundo zafio que nos rodea, que nos
aprisiona a veces, es bueno que se asomen bocanadas de aire cultural, popular
pero exquisito, como este que nos ha traído el teatro de Rojas y Nao d’amores.
Un aplauso merecido.
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