Hay un sitio en los Montes de Toledo con un
encanto especial. Según se llega por la carretera, te recibe un cartel en el
que te avisa de que "nadie es forastero". Este ya es valor suficiente
para ir a Los Navalucillos, aunque, con ser importante, no es el único. En el
"lugar" uno está como en su casa. Pueblo de puertas abiertas. No he
visto gente más amable y jacarandosa. ¡Qué gracejo popular! ¡Qué sabiduría!
¡Qué retranca! Se notan que son gentes que vienen del "trato". Aquí
hay pocos que presuman de tacón y pisen con el contrafuerte. Solamente la
conversación ya reconforta.
Sin embargo, Los Navalucillos es, además de
plaza, cortos y charla, naturaleza. Hasta aquí llega el Parque nacional de
Cabañeros; y con ser la raña, en la parte de Ciudad Real, algo hermoso, no lo
es menos (para mí lo es más) las lomas que corona el Rocigalgo, el valle del
Chorro, el microclima de las Becerras, los baños del Mazo, la presa del tío
Niceto, el charco del Gordo, un paseo por la Pedriza o un sorbo de agua del
Guindillo. Hace poco tiempo me encontré a un descendiente de este lugar
inolvidable en Roma y me cantó unos versos que le quedaban de un abuelo suyo,
según me dijo: "Me gusta el gazpacho en hortera, la procesión de la virgen
y subir a las Morreras". Y otro paisano, haciendo alarde de universalidad,
me recordó en París aquello de: "Mira si he corrido mundo, que he estado
en Valle Moral, en el Cerrillo las Fuentes y en el Hoyo el Encinar". Pues
ese es el espíritu de la gente que tiene sus raíces en este bendito lugar,
aunque ahora ande por Australia, por las Américas o entre los rascacielos de
Dubai. Recomiendo las rutas guiadas para quienes quieran gozar de la
naturaleza, pero el que quiera perderse por los montes solo también puede
hacerlo, y lo mismo se encuentra el tesoro de la sierra de la Botija.
Ahora, que no son tiempos en los que
estemos para romper la troje, es buen momento para ir a gustar y degustar lo
que Los Navalucillos ofrece. A los que nos gusta comer "sabrosito",
aquí encontramos la mejor "sorda" de morcilla o de chorizo que nos
puede llegar al paladar, los guisos "al ajillo", la carne en fiambre,
la de caza y un bondejo excelso que ofrecían, recuerdo, en el bar del
Cacharrero. Cito ese bar, pero vaya mi enhorabuena para todos, pues en cada uno
de ellos y en las casas de comida, con las nuevas ofertas de las casas rurales,
encontramos alguna exquisitez. ¡Y qué pan y qué dulces! ¡Y qué aceite de oliva,
que no iguala ni el de Andújar ni el de Borjas Blancas!
En Los Navalucillos hay que madrugar y
bajarse al Álamo a tomarse, como toda la vida, un café y una copa de
aguardiente; el café es de puchero y ya lleva su azúcar incorporado y todo.
Consola lo sigue sirviendo como lo hacía su padre y como se ha hecho desde que
el mundo es mundo. Ese café mañanero, del que te puedes tomar treinta tacillas,
te deja bien aviado hasta la hora de los cortos ¡otro rito!
Ahora en agosto, entre el 10 y el 18, hay
una ocasión pintiparada para acercarse al lugar, pues se celebra la Feria del
Turismo Rural y ahí podemos encontrar "de to", pero mejor es ir para
contarlo.
¡Ah! y quien se acerque, crea o no crea en
asuntos de religión, que no deje de ir a ver a la Virgen en su ermita, que
tiene mucha sal y mucha gracia, no en vano se la venera con la advocación de
Virgen de las Saleras. Quizás lo de guisar sabrosito viene también por esa vía
del misterio.
Así que, amigos y amigas del mundo mundial,
ganad el tiempo sin perder la vida dando un paseo por esta tierra de jarales y
cantuesos; catad los buenos guisos, las buenas tapas, bailad y divertíos
huracanadamente durante las noches del fin de semana y sentid el acogimiento de
quienes llevan de verdad en el corazón el abrazo de un pueblo simpático; tomad
lo que sea de menester con la corrobla; andad barutos si queréis, y procurad no
acabar el día dando taitabones y tortolás; hablad con quien os encontréis, sin
parar, sin que ninguno pierda garrota; procurad reír con los trovos de más de
quienes se dan a la exageración; y, si os ha gustado la experiencia, contadla y
haced el bien a quienes, siguiendo vuestros consejos tomen también vuestra ruta
y se den un garbeo por Los Navalucillos, ese lugar mágico "donde nadie es
forastero".
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