Título: Tres hermanas.
Autor: Anton Chejov.
Compañía: Teatro Guindalera.
Dirección: Juan Pastor.
Intérpretes: Victoria Dal Vera, María
Pastor, Ariana Martínez, Susana Hernáiz, Aurora Herrero, Raúl Fernández, Juan
Pastor, José Bustos, José Troncoso, José Maya y Carles Moreu.
Dramaturgia y espacio escénico: Juan Pastor.
Espacio sonoro: José Bustos y Escuela de Nuevas Músicas.
Vestuario: Teresa Valentín-Gamazo.
Iluminación: Sergio Balsera.
Producción: Fran Ávila.
El
teatro de Chejov se
conforma como un mosaico de situaciones cotidianas que retratan la abulia y la
tristeza de la sociedad de su tiempo y, a su vez, muestra el deseo de cambio de
las personas para encontrar una vida mejor.
En «Tres hermanas», el autor, por
medio de lo que ocurre en la casa de la familia que protagoniza la obra, señala
el profundo malestar de un pueblo (Rusia en su caso), vacilante entre la
resignación y el presentimiento de una próxima tempestad. Algunas frases de sus
personajes dan a este drama la importancia de un documento histórico: «Ha
llegado el tiempo en que va avanzando hacia nosotros algo formidable; se está
preparando una fuerte y sana tormenta… que borrará de nuestra sociedad la
pereza, la indiferencia, la prevención contra el trabajo y el podrido
aburrimiento… Trabajaré, y dentro de treinta años todos trabajarán, ¡todos!»,
dice Tusenbach, el
oficial que ama a Irina, la más joven de las hermanas. Al final de la obra el
trabajo es casi un grito, pues para Chejov, el trabajar es el gran secreto;
expiar con un trabajo infatigable, los siglos de ignorancia, injusticia y
miseria que oprimieron al pueblo.
En ese eje se mueven Olga, Masha e Irina,
las tres hermanas que dan título a esta obra y que, junto a su hermano Andrei, forman
una familia venida a menos pero que cuenta con una casa grande y confortable,
donde se tiene por costumbre organizar reuniones sociales y recibir a militares
en sus momentos de distracción. Pero la gran aspiración para esta familia es
irse a Moscú, que para ellos es el símbolo de una vida mejor. Sin embargo, el
tiempo pasa, entra en escena la prometida y luego esposa de Andréi, que se
adueñará de la situación, el propio Andrei, por deudas de juego, hipoteca la
casa, los amantes o mueren o se van, los deseos no se concretan y se termina
por respirar un cierto fracaso cuyo único consuelo es el trabajo. En el fondo,
la frustración va a ser la compañera de las vidas de estas mujeres, que son
presas de su propia condición de mujer y de su situación social.
«Tres hermanas» es una pieza clásica,
compuesta hace más de un siglo, pero que aún tiene vigencia porque trata temas
universales: el paso del tiempo, el recuerdo de los que nos precedieron, los
anhelos y los sueños incumplidos, la monotonía y el aburrimiento de la vida
gris y sin horizontes, el matrimonio de conveniencia como única salida para
algunas mujeres, las relaciones familiares conflictivas, el amor y desamor…
En la propuesta escénica que hace
Teatro Guindalera se respeta las esencias de Chejov, aunque se permiten las
licencias teatrales oportunas para que las situaciones puedan servir como
símbolos en el mundo actual. El espectáculo lo podemos analizar como si de un
cuadro impresionista se tratara; se suceden pinceladas de la cotidianeidad de
una vida anodina, como si fueran colores que no tienen relación entre ellos.
Pero si con reflexión nos alejamos un poco y miramos el conjunto mejor,
recibimos la impresión extraordinaria de encontrarnos frente a un cuadro claro
e indiscutible. En esa creación que da unidad a la diversidad es en la que
vemos el excelente trabajo creativo del grupo y la extraordinaria labor del
director/pintor, Juan Pastor, que logra un cuadro teatral pleno de arte.
Es de valorar el amplio elenco y el
gran esfuerzo colectivo que supone levantar sobre las tablas hoy, en tiempos de
escasez, espectáculos como este. La producción y la manera de «producir en
compañía» es una experiencia que se debiera contar con amplitud.
Es preciso destacar un montaje bello
y poético, realizado con esmero, donde se han cuidado todos los detalles
escenográficos, desde los trabajados figurines a la iluminación adecuada o el
acierto en la elección de la música que ha acompañado como un marco más el
desarrollo de diversas escenas.
Hablar
de buen teatro es hacerlo, además del texto y la dramaturgia, de la
interpretación. Los once actores y actrices han estado fabulosos. Ahora bien,
hay papeles que se prestan más al lucimiento; en esta obra los personajes
femeninos están más elaborados y viven momentos muy emotivos, especialmente las
tres hermanas, educadas en una intelectualidad ociosa, que contrastan sus
diferentes caracteres, atormentados a veces, pero tienen una idea común: huir
del entorno en el que viven y manifestar el deseo de ir a Moscú donde piensan
materializar sus sueños. La fuerza interpretativa de María Pastor dibuja una Masha llena de matices; la
versatilidad de Victoria Dal Vera logra una Olga estoica y verosímil en
las cambiantes situaciones en las que se mueve; Ariana Martínez perfila
una Irina que domina con angelical razón el sistema de relaciones personales.
Perfecta Susana Hernáiz interpretando
una Natacha que equilibra la tímida entrada en la familia con el cinturón que
desentona, que evoluciona a lo largo de la obra y termina imponiendo su dominio
y su carácter a todos los demás. Aurora Herrero,
siempre en su sitio, encarna a la marginal Afinsa con naturalidad y con algunos
momentos de sublime emoción. A los hombres, el autor les reserva un papel de
títeres, pero son necesarios; y hay que ser muy profesional para representar
elementos humanos casi coreográficos en este drama; Raúl Fernández (Andrei), Juan Pastor (Chebutikin), José Bustos (Tusenbach), José Troncoso (Soliony), José Maya (Kuliguin)
y Carles Moreu (Vershinin),
aunque el contenido de sus papeles sea menor, su interpretación es
sobresaliente.
Hemos visto un clásico en el teatro
de Rojas que quizás se hace un poco largo, pero que ha sido aplaudido con
entusiasmo por el público que llenaba el recinto.
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