miércoles, 25 de enero de 2006

FRENTE A "ESTATUT", GASTRONOMÍA

El famoso estatuto, según lo visto, lo escuchado y lo leído, ha venido a ser como el parto de los montes, que se esperaba león y fue ratón. Y no sólo no va a romper patria alguna, sino que va ser beneficioso para todos. Por tanto dejemos esa discusión de los que nos quieren enfangar emocionalmente, pues esto, por aquello de la nocturnidad en la que se fraguó el pacto, es como el que fue a pepinos por la noche y sólo cogió badeas.
Así que hoy vamos a dedicarnos a los consejos gastronómicos de interés que nos pueden sacar de un apuro. Ahí van unos cuantos.
Cómo oscurecer una salsa: Si la salsa es de carne, utilizaremos vino tinto si lo admite; si no, doramos un poquito de harina y la vertemos a la salsa disuelta en agua. Si la salsa la vamos a utilizar con un pescado, podemos utilizar tinta de calamar disuelta en un poco de caldo de pescado. Si nos gusta que la salsa permanezca brillante una vez hecha, la debemos mantener siempre templada al baño maría moviéndola con una cuchara de vez en cuando. Si lo que queremos es engordar la salsa, lo natural es que vaya reduciendo poco a poco y evaporando líquidos, pero algunas veces las viandas que se encuentran en su interior ya están hechas y la salsa no está a nuestro gusto, en estos casos podemos utilizar fécula o harina perfectamente disueltas en caldo que, una vez vertida en el recipiente, dejaremos que hierva un poquito para que no de excesivo sabor.
Cómo ablandar la carne: Si alguna carne se nos resiste por dura, especialmente la de caza, podemos echar en el guiso un trozo de aspirina, siempre teniendo en cuenta que entre los comensales no haya alérgicos al ácido acetilsalicílico. Otra forma muy eficaz de ablandar la carne es congelarla antes de guisarla. Cómo hacer que el cordero asado no merme tanto y nos salga más jugoso: muy fácil, lo ponemos a remojo durante hora y media en agua con limón.
Cómo evitar el olor a col o de otras berzas: Para evitar que el fuerte olor de coles o berzas llegue hasta los vecinos, es suficiente con añadir un poco de vinagre al agua de cocción.
Esto no es el estatuto, pero tiene más sustancia. Otro día hablaremos de la discriminación del castellano o del gobierno (entendido a la manera de Los Navalucillos ¡que ese sí que es buen gobierno!)

miércoles, 18 de enero de 2006

LOS NAVALUCILLOS

Dicen los que saben de tradiciones que “hasta San Antón fiestas son”. En Los Navalucillos, pueblo adelantado donde los haya, se da un pasito más y las fiestas se alargan hasta San Sebastián, con sus luminarias grandes y sus marraches. Y de unos años a esta parte, además de venerar religiosamente al santo Patrón y comer sus roscas, se viene celebrando un jolgorio popular alrededor de la recuperación de la tradicional matanza del cerdo.
Son estas unas Jornadas Rito-Gastronómicas en las que los matarifes más duchos dan cuenta, para regocijo de los lugareños y de los forasteros que están como en su casa, de unos buenos ejemplares del cerdo autóctono bien cebado, al que luego estrazan con singular maestría, para sacar las mantecas, clarear los entresijos, dar buena forma a las lunadas, sacar los lomos y los solomillos, filetear unos buenos somarros y preparar la carne para picar. Luego vendrán las operaciones para hacer que estas viandas se guisen y la gente pueda consumirlas en el mismo día. Así se guisará y se amasará la sorda, se embuchará y se asarán en parrilla los somarros y los chorizos y las morcillas, para gusto de los paladares y para disgusto de los guardadores de la línea que desquicia a las personas en esta sociedad de cuerpos de yogurt.
Merece la pena ir a Los Navalucillos en cualquier día del año, porque, además de paisajes naturales vírgenes como los del Chorro y la sierra la Botija, el risco el Tambor y las Morreras, la presa del tío Aniceto o el Guindillo, se come las comidas más sabrosas que uno se pueda imaginar, tanto los platos de cuchara como los de tenedor o los de dedos. No hay cosa mejor que un salmorejo, un ajoharina, unas patatata-con-to-crudo, un conejo al ajillo, un bondejo adobado, una buena carne en fiambre, aunque sea de cabra, un buen “guisao” o un cocido aterrado, sin olvidar la dulzaina, como los mantecados, los bollos de aceite o los de agua, las puches, el arrope o las hojuelas.
Quien tenga la voluntad de ir por primera vez, este día de la mantanza, el 21 de enero, es una excelente ocasión para conocer el pueblo y, sobre todo, a los naturales del lugar, que son gente que no presume de tacón para luego pisar con el contrafuerte, como dice mi amigo Dustiano.