viernes, 19 de mayo de 2006

TRABAJO Y HUMOR


Los ambientes de trabajo se han vuelto lugares que no son muy amenos. Sobre todo porque continuamos creando sistemas organizacionales que se construyen bajo el modelo padre-hijo. El jefe me recuerda a mamá o a papá y la presencia de cualquier tipo de autoridad trae reminiscencias de otro tiempo y lugar. El humor está ausente de la cadena de mando. Esto no es nada nuevo. La mayoría de nosotros creció en ambientes donde padres y maestros no utilizaban demasiado el humor, a la hora de imponer las reglas. Puesto que estos sistemas nos formaron... ¿por qué habría de ser diferente en el trabajo? Después de todo, es allí donde todos nosotros vamos a demostrar todo lo que aprendimos en casa y en la escuela. El hecho es que continuamos estructurando organizaciones que confían en el modelo padre-hijo, y que la natural preocupación es aquella referida a la noción de "control". En el sistema familiar, los padres están al cargo y los niños no. En el trabajo, el jefe está al cargo y el empleado no. Si el empleado cuestiona la visión del jefe, o la dirección que toma la organización, es como los niños cuando desafían el derecho a controlar de los padres... Es cómico, porque en el modelo familiar de hoy, este tipo de interacción también está derrumbándose. Los niños crecen y, frecuentemente, están mejor educados e informados que los padres.
¿Y no es acaso la creatividad y la innovación lo que echamos en falta? ¿No son ellas, el camino hacia una mayor productividad? Sabemos que la creatividad y la innovación responden a procesos que tienen más que ver con el estado del cuerpo, y con el humor, que con procesos intelectualmente lógicos. No son lineales y estructuradas; sino que se mueven en estallidos y olas, no muy diferente a la manera en que se mueve la risa través del cuerpo. El buen humor es necesario para la creatividad y, para que el humor esté presente en el lugar de trabajo, tiene que existir allí una sensación de seguridad y aceptación: saber que es correcto decir lo que se piensa; contradecir el status-quo; cuestionar el dogma y desafiar las reglas; y que no se trata de un problema con la autoridad, sino que se trata de crear y contribuir para ser diferentes e innovadores.Recuperar el humor en nuestros lugares de trabajo significa volver a ponerlo en nuestras vidas personales y, así, ser más francos, más creativos y más eficaces.

lunes, 15 de mayo de 2006

LOS NAVALUCILLOS: FIESTA DEL AUSENTE

El segundo domingo de mayo se celebra en Los Navalucillos la Fiesta del Ausente, en honor de la Virgen de Herrera. No sé si hogaño habrá turroneros como antaño, pero, haya o no, es una excelente ocasión para abrazar a los amigos con los que se mantiene la distancia del tiempo y que vuelven cada primavera a sonreír con la raíces que nunca se olvidan.
Aunque no estemos para romper la troje no perdonamos el viaje los que somos del lugar, porque nos tira más la amistad que el dinero. Y no sólo los del pueblo se acercan el “domingo de Herrera” a Los Navalucillos, sino todo el turisteo que huele los buenos guisos, las buenas tapas y el acogimiento de quienes sienten de corazón eso de que “en Los Navalucillos nadie es forastero. Esta es una verdad absoluta que nadie discute.
Veremos la carrozas, iremos a misa y a la procesión. Nos tomaremos cincuenta cortos con la corrobla, andaremos todo el día barutos y procuraremos no acabar el día dando taitabones y tortolás. Hablaremos sin parar, sin que ninguno pierda garrota, procurando reír con los trovos de más de quienes se dan a la exageración. Un año de ausencia da para mucho que contar y para visitar a la familia que está de contino en el pueblo y así meter mano en los golondros que habrá preparado para la fiesta. Algunos, los de memoria más clara, incluso de acordarán del zurriago, aquel caramelo largo y grueso que vendían los buhoneros en este domingo de Herrera. Y nos acordaremos de don Juan, que fue el promotor de la fiesta y de su amigo José Antonio, que también lo es nuestro, y que nos abrió el camino al conocimiento de lo que hoy sabemos y somos.
Cada año volvemos al pueblo y a la infancia, porque aquí no más banderas que las sonrisas, ni más soniquetes que las palabra amables de los amigos, ni más cadenas que el brazo al hombro de quienes no se ven nada más que de año en año. Y volvemos siempre porque cada paso y cada despedida es una nueva alianza y la evocación de un tiempo que quiso ser exacto a su futuro.

TEORÍA DEL ELOGIO


Las personas, y las que tienen poder, en particular, no tenemos una buena disposición para el elogio. Y sin embargo el elogio sincero es una de las mayores fuerzas de cohesión de los grupos, entre los que incluyo la familia, pues ayuda a elevar la autoestima de los individuos. Los seres humanos necesitamos que nos alienten.
El elogio es el lustre que contribuye a mantener brillante el concepto que una persona tiene de sí misma. En la persona cuya autoestima se ha elevado, se obra una especie de milagro. De pronto, le caen mejor los demás y es más amable y solícita con quienes la rodean. Todos, y especialmente los que dirigen grupos, tenemos la facultad de obrar ese milagro.
Siempre que se halaga a alguien, hay que echar mano de la sinceridad, pues ésta presta fuerza al elogio, y éste contribuye a suavizar los roces de la convivencia. En ningún contexto es esto más cierto, y más escaso, que en el matrimonio. El cónyuge que está atento a decir oportunas palabras de aliento ha aprendido a cumplir con uno de los requisitos indispensables de la felicidad familiar.
Los niños, en especial, están ávidos de alabanzas, aceptación y aprecio. Esto vale tanto para la familia como para la escuela. Sirva de ejemplo el incidente que una madre le contó a una maestra: "Mi hijito se porta mal a menudo, de manera que debo regañarlo. Pero un día su conducta fue especialmente buena. Esa noche, después de que lo acomodé en su cama y empecé a bajar las escaleras, lo oí llorar. Fui a verlo y lo encontré con la cabeza hundida en la almohada. Entre sollozos, me preguntó: Mamá, ¿no he sido un buen niño hoy?
La pregunta me traspasó como un puñal. Nunca había vacilado en corregirlo cuando hacía algo mal; pero cuando se portó bien ni siquiera lo noté. Lo había mandado a dormir sin darle una palabra de reconocimiento."
En esta sociedad la mayoría somos como el niño de la anécdota, echamos en falta el elogio razonable, que es más importante que una paga extraordinaria.
Quien domine el arte del elogio comprobará que éste beneficia tanto al que lo brinda como al que lo recibe. Los antiguos, que eran sabios y sabían cómo relacionarse, decían que "las flores dejan parte de su fragancia en la mano que las ofrece".