domingo, 25 de noviembre de 2007

PALABRAS PARA ELENA


Quisiera yo tener la voz serena y sencillamente apacible el gesto, para agradecer el laberinto azul sobredorado que tus manos tejen y dejan a Klimt con su beso en mi presencia.
Siempre admiré la paciencia de quien construye cosas con sus manos, porque están ahí; y en el silencio te miran y las ves, se tocan, se sienten y evocan a la persona que imaginas.
Elena, sin conocerte, ya te admiro, y te sé por lo que veo y lo que me cuentan.
Dijo un poeta amigo: “El árbol tiene un tiempo para flores; mi corazón da frutos todo el año”.
Mi agradecimiento es uno de esos frutos. Klimt bajo el cristal me recuerda con su beso que él también es fruto de tu corazón y de tus manos.

Con afecto.

jueves, 15 de noviembre de 2007

¡BESTIONTES!

Se me ha ocurrido un juego. Vamos a averiguar el acertijo de quién es quién en la sociedad toledana. El juego también vale para practicarlo en el ambiente de trabajo, para ver que personajes pueden estar representados en el bestiario.
Es preciso saber que la palabra “bestiario” se viene utilizando en la literatura y en la iconografía desde hace cientos de años. Con ella se define una colección de fábulas en las que aparecen animales fantásticos. No hay por qué considerarla despectiva, sino simplemente descriptiva, aunque conlleve un punto de crítica de la realidad, que tan necesaria es y que tan poco se hace y menos se dice. Se puede emplear cariñosamente, pues entre nosotros abundan los personajes quiméricos, como en todas las tribus.
Así pues podemos ver quién es el dragón, quien puede ser el unicornio, a quien podemos llamar grifo, quien se corresponde con el ave fénix, qué personas parecen las sirenas y quien encarna el basilisco.
Todos son animales imaginarios a los que el hombre ha atribuido poderes fantásticos. El dragón, que es ese ser con forma de reptil al que se le representaba en Mesopotamia con alas, garras grandes, cola de serpiente y aliento de fuego. El unicornio siempre fue el símbolo de la castidad y en la Edad Media lo pintaban totalmente blanco, con cabeza y patas de caballo y un largo cuerno recto situado en medio de su frente, como si fuera el cuerno de los narvales. El grifo, según una leyenda babilónica, estaba provisto de cabeza, pico y alas de águila, cuerpo y patas de león y cola de reptil. El fénix, quizá el más conocido, era un ave legendaria que vivía en Arabia, se consumía por acción del fuego cada quinientos años y siempre resurgía de sus cenizas. Las sirenas eran unas ninfas del mar que, según la mitología griega, mostraban cuerpo de ave o pez, cabeza de mujer, y cantaban con una voz tan dulce que los marinos eran atraídos hacia las rocas y naufragaban. El basilisco es hoy el nombre de un saurio parecido a la iguana, pero en la Antigüedad era un monstruo mítico cuyo aliento y mirada colérica eran mortales.Planteado el juego, cada uno puede buscar su solución y sus comparaciones. Si algún lector conspicuo quiere mandar sus apreciaciones “bestiarias”, haré lo que pueda para publicarlas en este blog.

martes, 6 de noviembre de 2007

LA GASTRITIS DE PLATÓN

El primer deber de los intelectuales: permanecer callados cuando no sirven para nada”. ¡Hostias! ¿Qué es esto? Pues ni más ni menos que el título de un artículo del intelectual Umberto Eco que enfureció, entre otros, a Antonio Tabucchi, quien escribió un panfleto en forma de carta donde reivindicaba la capacidad de los intelectuales de actuar sobre la realidad. Yo admiro al autor de “El nombre de la rosa” pero, si he de aliarme con alguien, lo hago en las filas del “panfletario” autor de “Sostiene Pereira”. O quizá, ¡ay con los dilemas! haya que alinearse con Eco cuando afirma que “Si se les toma por lo que saben decir (cuando son capaces de ello), los intelectuales son útiles par la sociedad, pero sólo a largo plazo. A corto plazo únicamente pueden ser profesionales de la palabra y de la investigación que pueden administrar una escuela, ser los encargados de prensa de un partido o una empresa, tocar el pífano en la revolución, pero carecen de función específica propia. Afirmar que trabajan a largo plazo significa que desempeñan su tarea antes y después de los acontecimientos, pero nunca en el curso de los mismos”.
Sostener la síntesis quizá parezca un recurso fácil de intelectual de provincias, pero resulta interesante constatar que ambos –Eco y Tabucchi- tienen un poco de razón, que los dos forman la figura de un solo intelectual, deformados por las contradicciones de tiempos oscuros. Una parte se inclina hacia el silencio; la otra, hacia la palabra. Pero la palabra no alcanza la contundencia de una denuncia y el silencio tampoco adquiere la solidez de una respuesta. Ambos se encuentran atrapados en el mismo laberinto. Los minotauros han muerto. También se han desvanecido los misterios, los mitos, las certezas.
Los debates entre intelectuales parece que sólo son alimento para livianas mariposas, visto como está el patio. Todo parece reducirse a escaramuzas mediáticas. Sin embargo de vez en cuando nos seduce una tangible nostalgia por esos tiempos en que la gente se peleaba por sus ideas y esas ideas eran parte de un modo de entender el mundo, la política, el arte. Esa época en la que los intelectuales eran escuchados, porque eran portavoces de momentos de cambio.
Puestos a seducirnos con una suerte de humorada y de amarga risa sobre el asunto hagámoslo con el libro “La gastritis de Platón”, del propio Antonio Tabucchi. No sé si después de la lectura o del análisis de la realidad política y social seremos un número más en el ejército de los pensantes escépticos conformistas –Eco- o nos convertiremos en ... vete tú a saber qué.