viernes, 31 de mayo de 2013

Corpus de Toledo: más religión y menos política


 El Corpus Christi en Toledo es la fiesta de la armonía, del equilibrio barroco entre espíritu y sensaciones, entre fe y fantasía, entre tradición y modernidad. El esplendor de la ciudad entra por los ojos. El colorido multiforme y heteróclito se enseñorea de las calles y plazas, especialmente en aquellos lugares en los que los toldos marcan el recorrido de lo que es el centro de la celebración: la procesión con el sacramento de la Eucaristía expuesto en la custodia de Arfe.
            La procesión venía siendo algo más que una exhortación a la fiesta y a la alabanza al misterio religioso que toma la calle. Últimamente parecía que la procesión era de los que procesionaban, esencialmente de la denominada “clase política”, que se exponía como si fuera dogma o sacramento social a las iras o los aplausos del pueblo. Este año los preámbulos se describían con nubarrones. El runrún de la calle, ese que nadie percibe, ni oye, ni dice, pero todos sienten, apuntaba a que había predisposición al abucheo a la presidenta, Dolores de Cospedal.
            La realidad es que la señora presidenta se fue a Bruselas a no sé qué quehaceres de la gestión autonómica y no asistió a la procesión. Esto yo no sé si habrá sido casualidad de agendas o una manera de meterse en el burladero y no exponerse a los cuernos del morlaco gritón. Pero la realidad es que este año, por ese fas o por algún nefas, todo ha ido como balsa de aceite. A la señora presidenta nadie la ha echado de menos en el cortejo –como no se echó de menos a su predecesor Bono, cuando, siendo presidente, tampoco estuvo en el Corpus toledano-. El desfile ha sido más religioso que nunca; y la política no se pudo medir por el famoso y, a veces, temido “aplausómetro”.
            Pero este año, además, se ha manifestado en la procesión toledana el espíritu Bergoglio. La intervención del Primado en la homilía tradicional de Zocodover ha tenido un cariz social evidente para terminar con una llamada a la ética, que en el fondo es la justicia que iguala a las personas. (Prefiero llamar “homilía” y no “alocución” a este sermón, pues “homilía” es el “razonamiento o plática que se hace para explicar al pueblo las materias de religión”, y la “alocución” es algo más genérico, “discurso o razonamiento breve por lo común y dirigido por un superior a sus inferiores, secuaces o súbditos”). Dicha homilía ha sido una pieza muy bien tallada, basada en argumentos, lecturas y reflexiones de gentes que conocen algo más que la doctrina social de la Iglesia. Hay a quien se le han puesto los pelos de punta escuchando a don Braulio. Aunque para ser justo, creo que esa andanada social urbi et orbi del Primado ha pecado de exagerada al descabalgar por completo cualquier ideología y meter en el mismo saco, en un totum revolutum, las ideas más sociales con las liberales más antisociales. Pero dejemos esa pecata minuta para analistas “inclitados” (ilustres, esclarecidos, afamados), que el pueblo me parece que sí se ha quedado con el cante de que no se pueden hacer políticas que enriquezcan a unos pocos y no atiendan a las necesidades básicas de la parte más desfavorecida de sociedad.
            Así que un aplauso por la recuperación del tono religioso de la procesión toledana, en la que se debería prohibir la asistencia a quienes van a ella como los banderilleros en la vuelta al ruedo, saludando al tendido, y con los móviles en ristre para inmortalizar el momento. Quien va a la procesión tiene que saber que acompaña respetuosamente un dogma, crea en él o no.
            Y termino como empecé. El Corpus Christi en Toledo es la fiesta de la armonía, del equilibrio barroco entre espíritu y sensaciones, entre fe y fantasía, entre tradición y modernidad. Aquí hay que venir por lo menos un par de veces en la vida, y en esto incluyo especialmente a los toledanos que siempre aprovechan el puente para irse a Benidorm.

domingo, 12 de mayo de 2013

Brokers: risa y crítica se dan la mano





Título: Brokers. Idea original y dirección: Yllana. Dirección artística: David Ottone. Intérpretes: Fidel Fernández, Antonio Pagudo, Juan Francisco Ramos y Luis Cao.  Espacio escénico: Carmen Toro Juanes. Escenografía virtual: Jaime Munárriz y Esther Berdión. Iluminación: Juanjo Llorens.

Yllana es garantía de teatro lleno, sinónimo de risa, señal de buen trabajo, prenda de humor entre crítico e irónico y seguro de éxito, como hemos podido comprobar en el teatro de Rojas de Toledo.
Brokers es una creación, que ya tiene su tiempo y no pierde por ello actualidad,  con todos los ingredientes propios de la “factoría” Yllana ampliamente experimentados. Teatro de la “no palabra” pero no menos teatro. Este espectáculo, basado en un extraordinario trabajo del gesto insinuante y de la mímica efectiva, que se complementa con la presencia de efectos especiales visuales y la música, pretende contar una historia de cuatro “prisioneros” del becerro de oro (dinero), sus fortunas y adversidades. Parodia pura del universo absurdo que nos rodea.
Que en un mundo en crisis económica se ridiculice el entramado financiero es casi una necesidad social, una catarsis. Cuando la “bolsa” suena, todo es risa y ventolera; cuando la “bolsa” se derrumba, se palpa el sarcasmo de la exclusión social. En este ir y venir se mueve Brokers, saltando de gag en gag, como quien juega a una rayuela, para poner en solfa la achulada vida sin fuste de esas altas esferas que el modelo social y económico de la oculta clase dominante nos ha vendido como el culmen del éxito. Me encanta la sátira y la caricatura hiperbólica que se pone de manifiesto con el dibujo escénico de personajes obsesionados por el pádel como distintivo del estatus, los smartphones, la droga yuppy, la espiritualidad más “cool”, el casino y el juego, el simbólico ladrillo o la corrupción, y todas esas monerías de los pijos con posibles. La carcajada no impide que el poso crítico quede ahí, en el subconsciente colectivo.
Brokers es una pieza de relojería en donde el tempo del humor lo ensambla todo y el rubí de lo mímico-gestual se engarza y refuerza con los sonidos que contribuyen a acentuar la comicidad. Risas y sonrisas. Reflexión y asombro en clave de comedia (aunque detrás de todo esté este trágico sistema económico que nos corroe las entrañas sociales). Sucesión de sketch que no pierden el ritmo y equilibrio de la representación. Esto es teatro y hora y media de “pasárselo bien”.
Lope de Vega, que es el primer teórico de la escena moderna, dijo que el teatro "consiste en dos actores, una manta y una pasión". Esto es Yllana y esto es también Brokers, pero con cuatro actores, Fidel Fernández, Antonio Pagudo, Juan Francisco Ramos y Luis Cao, en una impecable interpretación coral, cada uno con sus clichés, sus tópicos repetidos, y todos con sus guiños, incluida la actualidad, para poner en pie una fauna de personajes reconocibles.

La sobria, eficiente y efectiva escenografía me recuerda aún más la citada “manta” de Lope, en la que se recrean distintos ambientes con los sonidos adecuados y la luminotecnia oportuna. Y logrando la unidad del conjunto está el director artístico David Ottone, un líder necesario para un trabajo complejo, en el que hay que hay que tener la precisión de un relojero suizo.
El público toledano, que agotó la taquilla, ha disfrutado y reído a mandíbula batiente, lo que es muy de agradecer en estos tiempos de desencanto decadente. Y el teatro de Rojas, que lleva una temporada triunfal, se ha apuntado un tanto más en esta carrera de obstáculos que hoy es la cultura.

miércoles, 1 de mayo de 2013

¡Todos a una!, como en Fuenteovejuna


No he de callar por más que con el dedo,
ya tocando la boca o ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo.
¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?
Hoy, sin miedo que, libre, escandalice,
puede hablar el ingenio, asegurado
de que mayor poder le atemorice.

Francisco de QuevedoEpístola satírica y censoria contra las costumbres presentes de los castellanos, escrita a Don Gaspar de Guzmán, conde de Olivares, en su valimiento.



El país está para pocas celebraciones, y menos para que prediquen a la gente ilusión paciencia o esperanza. Mandangas, las mínimas. Con la esperanza, la ilusión, las ideas y las palabras sin hechos no se come, no se vive, no se paga el autobús, la luz, el agua o las medicinas. A los ciudadanos hay que darles de comer y medios para vivir dignamente y un sistema justo en el que desarrollarse. Hay que darles hechos, pues de palabras ya estamos llegando al colmo de la paciencia. La sociedad que reivindica, dicen que ladra; la que protesta porque quiere más justicia, dicen que acosa; la que reivindica es llamada insolidaria; la que lucha es tachada de violenta; al escrache lo tratan ya casi como delito, o sin casi. Quieren ovejas modorras, sí, personas modorras, como si tuvieran los sesos hechos agua, para crear seres tontusos, aislados del resto de la sociedad y dando vueltas sobre sí mismos, como ausentes de lo que ocurre a su alrededor. No estamos para fiestas, menos para festejar el trabajo, si acaso para reivindicarlo en masa en un tiempo donde el desempleo alcanza el desastre de los trabajadores –que pierden empleo- y en cambio la ganancia empresarial no baja. Algo pasa y no quieren que nos enteremos del todo, para que siga pasando lo que pasa. Los hechos están siendo hachas para cortar o encarecer hasta el aire que se respira. En el espejo de la reflexión, en el que se reflejan los procesos sociales, lo que pasa en la calle, veo resignación, desaliento flojedad, desánimo, debilidad, una cierta flema, imperturbabilidad, mansedumbre, acatamiento, a veces rendición y otras sumisión, demasiada docilidad, bastante dejación, mucho conformismo, aguante, pasividad, aquiescencia, estoicismo en muchos con la infame manía de pensar, impavidez, imperturbabilidad, desaliento, indiferencia, casi un estado catatónico. Y echo de menos, también en mí mismo, valores y acciones más activos, que ayuden a revertir el estado de malestar y de indecencia al que nos llevan los poderes universales que nos gobiernan. Quisiera ser y ver más desobediencia, rebelión, alguna insubordinación-que-¡ya-está-bien!, indisciplina, indocilidad, un poquito de insolencia, más agitación, una actitud de rebeldía que vaya más allá de la resistencia, disconformidad o inconformismo ante quien nos obliga permanentemente a poner la otra mejilla y nos pide confianza o nos quiere dar esperanza, audacia, osadía, temple, atrevimiento, empuje, entereza para luchar por los principios justos, desenvoltura, inquietud, descaro, una bizarra valentía y voluntad, mucha voluntad y sano juicio. Hechos y razones de la mano. Y conciencia, hay que tener conciencia clara, pues con poco que hagamos o digamos vendrán los adalides del poder a hacernos creer que nuestra es la culpa. ¡Hermoso y desgraciado invento el de la salsa estructural de la culpa! Esto que escribo hoy ni es maquinación ni es poesía, es un puro y simple fluir de mi conciencia y una confesión pública, si cabe, de mi propio asombro y de mi consternación ante el abandono social al que se está llevando a las personas, a las que hasta se les cercena la capacidad de repuesta, porque son ellas las que ¡tienen la culpa! Algo podemos hacer, algo debemos hacer, algo tenemos que hacer, de abajo a arriba, todos a una, como en Fuenteovejuna.