domingo, 18 de agosto de 2013

Emoción de la MONTAÑA. ¡Gracias! Mario.

Teresa, Mario y yo con el Matterhorn al fondo

Este verano he descubierto la montaña, lo alto, el silencio y la nube, la piedra y la nieve, el picacho desafiando al cielo, el Matterhorn, por ejemplo. ¡Fascinante! ¡Asombroso! La belleza, el silencio, el esfuerzo físico en las piernas y en el rostro de Mario que sufre gozando en una subida de 26 kilómetros por sendas del diablo, piedra y nieve y florecillas alegrando los pasos. Y la sonrisa que no falte. La montaña es la exaltación de la vida con esos horizontes sinuosos. ¡No sé qué emociones nuevas fluyen, pero es verdad que fluyen, todavía son más una sensación que un puñado de palabras, acaso sea la cercanía a nuestro propio ser, a nuestra nada y a nuestra vida en el inmenso valle ente columnas de montañas que se extiende inaccesible, o quizá accesible solo para los valientes, como Mario. He visto el Matterhorn de cerca y me he sofocado dando pasos hacia arriba. Se afirma en una tradición tibetana, donde hay montañas y montañas, altas, altas, que “debes familiarizarte con la muerte si quieres vivir una vida plena y satisfactoria”. Subir, mirar, mirarnos hacia nuestro interior. ¡Fascinante! No es la sensación de la aventura, es la tranquilidad, quizá la contemplación, casi la mística. No desecho ni el temor ni el miedo, pero otras sensaciones se imponen. Quizá sea la incertidumbre. Eso es la vida, un no saber, una búsqueda de respuestas y una voluntad férrea de no poder estar parado esperando sin más. Eso es la montaña, la altura, el Matterhorn como ejemplo. También mismidad y concentración, algo tan alejado de la liviandad de la vida cotidiana, de las conversaciones intrascendentes entre humo y alcoholes. La montaña te llama y te pide amor, cercanía, pasos, movimiento, respiración acelerada,  y te exige confiar plenamente en tu juicio o en el de las personas que te acompañan y que saben más que tú, confianza plena, dejarse ir en el otro. En el silencio, en la mismidad, en el horizonte sinuoso, en el fresco de la cara, en el pico que se alza… me he sentido, nos sentimos vivos de manera intensa, es verdad, solo hay que pararse un momento y dejar que el pensamiento hunda su raíz en tu mente, en tu corazón o en la náusea que produce la falta de oxígeno. Acaso la montaña nos lleva al instinto, no a la razón; el instinto de cada momento; no se puede despreciar el tiempo en disquisiciones interminables; viene la nieve o la ventisca o el frío o la oscuridad, y entonces todo puede ser irremediable. La montaña clara me ha fascinado. Pero la emoción no me puede cerrar la mente, la montaña exige esfuerzo mental y físico, se respira lentamente, las piernas pesan, nada vuela, solo lo que cae inerte. Yo vivo. En la montaña cada pie debe saber que es único y que en la pisada está la vida. Confianza para saber qué se esconde bajo el miedo. Razonar rápido y actuar en consecuencia, esa puede ser la lección. Pero la montaña no solo es emoción, es entrenamiento. No puedes abrazar la montaña como quien se come una tostada. Hay que realizar acciones con aplomo, firmeza y seguridad; por eso, es preciso, creo, tener automatizadas muchas acciones. Ni miedo ni temeridad, cabeza fría, atención, cada paso es el primero y puede ser el último. La mente es tan importante como las manos o los pies. Me ha fascinado la montaña, las cimas de Gstaad, el Matterhorn, el Pilatus… La vida me parece más armónica en la montaña. El alma de la tierra es mi alma. Respeto. La montaña no me ha parecido arisca, de verdad, es delicada y sensible. Se puede vivir al filo, pero se vive, se siente.  En esas alturas, por encima de los 3000, he sentido cada bocanada de aire y cada paisaje como un momento para siempre. Gracias, Mario, por esta vuelta al útero de la madre, de la madre tierra. La cima me ayuda a comprender mis valles.

jueves, 8 de agosto de 2013

Donde nadie es forastero

Hay un sitio en los Montes de Toledo con un encanto especial. Según se llega por la carretera, te recibe un cartel en el que te avisa de que "nadie es forastero". Este ya es valor suficiente para ir a Los Navalucillos, aunque, con ser importante, no es el único. En el "lugar" uno está como en su casa. Pueblo de puertas abiertas. No he visto gente más amable y jacarandosa. ¡Qué gracejo popular! ¡Qué sabiduría! ¡Qué retranca! Se notan que son gentes que vienen del "trato". Aquí hay pocos que presuman de tacón y pisen con el contrafuerte. Solamente la conversación ya reconforta.
Sin embargo, Los Navalucillos es, además de plaza, cortos y charla, naturaleza. Hasta aquí llega el Parque nacional de Cabañeros; y con ser la raña, en la parte de Ciudad Real, algo hermoso, no lo es menos (para mí lo es más) las lomas que corona el Rocigalgo, el valle del Chorro, el microclima de las Becerras, los baños del Mazo, la presa del tío Niceto, el charco del Gordo, un paseo por la Pedriza o un sorbo de agua del Guindillo. Hace poco tiempo me encontré a un descendiente de este lugar inolvidable en Roma y me cantó unos versos que le quedaban de un abuelo suyo, según me dijo: "Me gusta el gazpacho en hortera, la procesión de la virgen y subir a las Morreras". Y otro paisano, haciendo alarde de universalidad, me recordó en París aquello de: "Mira si he corrido mundo, que he estado en Valle Moral, en el Cerrillo las Fuentes y en el Hoyo el Encinar". Pues ese es el espíritu de la gente que tiene sus raíces en este bendito lugar, aunque ahora ande por Australia, por las Américas o entre los rascacielos de Dubai. Recomiendo las rutas guiadas para quienes quieran gozar de la naturaleza, pero el que quiera perderse por los montes solo también puede hacerlo, y lo mismo se encuentra el tesoro de la sierra de la Botija.
Ahora, que no son tiempos en los que estemos para romper la troje, es buen momento para ir a gustar y degustar lo que Los Navalucillos ofrece. A los que nos gusta comer "sabrosito", aquí encontramos la mejor "sorda" de morcilla o de chorizo que nos puede llegar al paladar, los guisos "al ajillo", la carne en fiambre, la de caza y un bondejo excelso que ofrecían, recuerdo, en el bar del Cacharrero. Cito ese bar, pero vaya mi enhorabuena para todos, pues en cada uno de ellos y en las casas de comida, con las nuevas ofertas de las casas rurales, encontramos alguna exquisitez. ¡Y qué pan y qué dulces! ¡Y qué aceite de oliva, que no iguala ni el de Andújar ni el de Borjas Blancas!
En Los Navalucillos hay que madrugar y bajarse al Álamo a tomarse, como toda la vida, un café y una copa de aguardiente; el café es de puchero y ya lleva su azúcar incorporado y todo. Consola lo sigue sirviendo como lo hacía su padre y como se ha hecho desde que el mundo es mundo. Ese café mañanero, del que te puedes tomar treinta tacillas, te deja bien aviado hasta la hora de los cortos ¡otro rito!
Ahora en agosto, entre el 10 y el 18, hay una ocasión pintiparada para acercarse al lugar, pues se celebra la Feria del Turismo Rural y ahí podemos encontrar "de to", pero mejor es ir para contarlo.
¡Ah! y quien se acerque, crea o no crea en asuntos de religión, que no deje de ir a ver a la Virgen en su ermita, que tiene mucha sal y mucha gracia, no en vano se la venera con la advocación de Virgen de las Saleras. Quizás lo de guisar sabrosito viene también por esa vía del misterio.

Así que, amigos y amigas del mundo mundial, ganad el tiempo sin perder la vida dando un paseo por esta tierra de jarales y cantuesos; catad los buenos guisos, las buenas tapas, bailad y divertíos huracanadamente durante las noches del fin de semana y sentid el acogimiento de quienes llevan de verdad en el corazón el abrazo de un pueblo simpático; tomad lo que sea de menester con la corrobla; andad barutos si queréis, y procurad no acabar el día dando taitabones y tortolás; hablad con quien os encontréis, sin parar, sin que ninguno pierda garrota; procurad reír con los trovos de más de quienes se dan a la exageración; y, si os ha gustado la experiencia, contadla y haced el bien a quienes, siguiendo vuestros consejos tomen también vuestra ruta y se den un garbeo por Los Navalucillos, ese lugar mágico "donde nadie es forastero".

Final de la cita


“Y en ese momento se levanta, da media vuelta y se va sin decir nada que tuviera que ver con la verdad que esperábamos”. Fin de la cita. “Estafa fiscal, financiación ilegal, malversación y apropiación indebida, engaño continuado”. Fin de la cita. ¡Qué coño es esto de la cita! Una cita es un recurso retórico que consiste en reproducir un fragmento de discurso de otra persona  respetando su formulación original e insertando este texto en el discurso propio. Un inepto lector la puede “cagar” y hacer cita donde no la hay.  “Hablemos de Hipatia, filósofa, matemática y maestra griega... defiende tu derecho a pensar”. Fin de la cita. “España es diferente, tonta, pero diferente”. Fin de la cita. “Solo diré que no diré nada y que en este mundo traidor nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”. Fin de la cita. “I'm not a crook". Fin de la cita. "Muchos diputados han ido a la sesión con la maleta para marcharse de vacaciones". Fin de la cita. ¡Hay que joderse! (esto no es una cita). “Si no peleamos para acabar con la corrupción y la podredumbre, acabaremos todos formando parte de ella”. Fin de la cita. “Lo que va entre paréntesis en un discurso significa que no se debe leer”. Fin de la cita. "Yo quiero que la niña que nace en España tenga una familia y una vivienda y unos padres con trabajo”. Fin de la cita. (Me estoy empezando a poner rojo y esto no es una cita). "¿Se han pagado sueldos? Sí. ¿Se han pagado remuneraciones complementarias por razón del cargo? Sí. ¿Se han pagado anticipos o suplidos a justificar por gastos inherentes al desempeño del cargo? También, como en todas partes". Fin de la cita, que esta cita es mucha cita. “Tengo la impresión (aunque espero equivocarme) de que el 'Caso Bárcenas o caso PP' seguirá la misma suerte que el 'caso Naseiro'”. Fin de la cita. Voy a mear y a por unos “cacagüeses” (eso no es una cita). “Bale: una locura de fichaje”. Fin de la cita. “¡Carisimos amigos! ¿sabés vos cuál es el choteo del mundo en la tardesita del uno de agosto? pues no es otro que el famoso hallazgo o más bien trabucazo ilocutivo del presidente de España: Fin de la cita". Fin de la cita. “He ido al médico y me ha dicho que si me voy a morir pronto por lo otro que para qué va a operarme del oído y que le ha dicho el gerente que los implantes cocleares los decide él y no el médico”. Fin de la cita. "Lo que se llevó Luis Bárcenas es un pico, ¿dónde está la pala?”. Fin de la cita. “Luis. Lo entiendo. Sé fuerte". Fin de la cita. “Él dice la verdad: "con niveles de esfuerzo mínimos se pueden conseguir niveles de infamia máximos... Él es la prueba”. Fin de la cita. “Y sí, parece que es así, que te has ido diciendo no sé qué cosa, que te ibas a tirar al Sena, algo por el estilo, una de esas frases de plena noche, mezcladas las sábanas y boca pastosa, casi siempre en la oscuridad o con algo de mano o de pie rozando el cuerpo del que apenas te escucha, porque hace tanto que apenas te escucho cuando dices cosas así, eso viene del otro lado de mis ojos cerrados, del sueño que otra vez me tira hacia abajo”. Fin de la cita ¡de Cortázar! Y llegados a este punto, yo, el yo que esto escribe o transcribe, permanezco, junto con al ente que narra las citas, encerrado en el texto de cada cita que lo es o no es tal cita, que ya no sé ni qué es ni qué no es, como en una pesadilla, alejándome de la realidad y de la verdad, sin poder llegar al punto en el que surge el artificio. Patética es la política en esta Sodoma y Gomorra de España en donde, como Lot en la Biblia, no somos capaces de encontrar un verdadero justo con todas las de la ley que nos salve de este sofoco infame que nos lleva por delante. El mundo, desgraciadamente, es real; yo, desgraciadamente, soy Antonio Illán; lo irreal nos gobierna, pero el camino del suicidio no conviene, en fin, estamos en agosto y los diputados han ido al Congreso con la maleta a cumplir un trámite. ¡Manda “güevos”! Fin del relato.