martes, 12 de febrero de 2013

Cristina Iglesias y Toledo

He visto la exposición de Cristina Iglesias en el Reina Sofía. Sabía lo que iba a ver. He contemplado lo que quería contemplar. Me sigue asombrando que en el arte moderno alguien se salga del tópico repetido por las vanguardias y muy especialmente por los tardovanguardistas que nos alcanzan y nos repiten constantemente su plato de sopa de cebolla mal guisado. Cristina Iglesias es otra cosa, otro concepto, otra originalidad, otro avance. Técnicas, materiales y contenidos no son algo que nazca de la nada. Cristina Iglesias no es una diosa que cree el arte ex nihilo. Fondo y forma cifran un mensaje, un contenido, muy relacionado con el mundo que nos rodea, con el alma del mundo que nos rodea. Presente y tradición están. La obra de Cristina Iglesias me parece que sigue este continuum: saber, pensar, hacer, sugerir, pensar. Luego vendrá el asunto de los gustos; pero ese es otro universo, en nada relacionado con la verdad y la singularidad del arte. Me interesa primordialmente la obra de Cistina Iglesias en lo que ofrece de “arte” público, es decir, la que no está concebida para un lugar específico como una galería, un salón o un museo. No reniego de los museos, ¡faltaría  más! Y sé que Cristina Iglesias es artista reconocida y consagrada con obra en el Museo Reina Sofía (Madrid), Centre Georges Pompidou (París), Tate Modern (Londres), Museo de Serralves (Oporto), Moca (Los Angeles), Hirshorn Museum (Washington), Museo Guggenheim (Bilbao), MACBA (Barcelona), Van Abbemuseum Eindhoven, Kunsthalle Bern, Musée de Grenoble y otros.

 En la muestra hay una pequeña explicación y alguna maqueta de una intervención artística novedosa que ya debiera haberse realizado  en Toledo. El proyecto contemplaba actuaciones en Santa Clara, la plaza del Ayuntamiento, el Baño de la Cava y la Fábrica de Armas. Ahora parece ser que, con motivo de la celebración del IV Centenario de la muerte del Greco, se va a realizar parte del mismo: “La torre del agua”, que se instalará en un torreón de la  Universidad de Castilla-La Mancha, antigua Fábrica de Armas. Es un paso. Toledo, una ciudad que no mira solo al pasado, merece la intervención completa. El conjunto es arte moderno, pero también un espacio para la memoria, para la especulación (reflexión) y el ensueño. Entre otros elementos, Cristina Iglesias incluye el agua; en el monumento-fuente-estanque proyectado para la plaza del Ayuntamiento el agua viene y va sobre un fondo rugoso vegetal; un espacio que se llena y se vacía cíclicamente; el elemento líquido me recuerda que Toledo era conocida ya en la Edad Media por sus jardines de agua, sus fuentes, la klepsydra. La modernidad de Cristina Iglesias concuerda en el concepto con la ciudad de tiempos de Al-Mamum. Lo natural y lo cultural se engarzan en la obra de esta artista, como es evidente en las propuestas diseñadas para la ciudad del Tajo. Toledo necesita este plan artístico en toda su extensión, los cuatro hitos señalados, para desligarse de una vez del tópico de ciudad irredenta anclada en el pasado. Hay arte, hay concepto, hay historia y hay metafísica en lo que he visto sobre planos y maquetas en el Reina Sofía. Lo he imaginado en Toledo y me ha encantado. Seguramente habría personas a las que no les gustaría, pero así es este mundo. Al Greco le quisieron cortar las alas del arte por pintar alas de los ángeles que no gustaban al poder establecido; pero el Greco no se amilanó y siguió pintando. Hoy se le reconoce como uno de los grandes. Cristina Iglesias ya es reconocida en los museos del mundo, la entiendan o no todas las personas que la contemplen. Ojalá Toledo dé un paso adelante y se lleve a cabo por completo lo que se proyectó antes de 2008. Ahora podremos contentarnos solo con parte, con “Torre del agua” que, esperemos, pueda estar en pie en el 2014. Amén.

domingo, 3 de febrero de 2013

España en el garete


Da la impresión de que la mentira se ha instalado sobre el tapete verde de la mesa de juego en que se ha convertido España. Tierra de tahúres miserables, dueños del gesto impávido en el rostro impenetrable de quien sabe que lo que dice es lo contrario de lo que piensa y sabe. Este país, al que cuesta trabajo llamar patria, es un inmenso garito en el que se apuesta al inverosímil póker desde el poder sin importar quien caiga. Yo no pongo la mano en el fuego por nadie, nadie, nadie, no, nadie, nadie, nadie en este tugurio. España, esta España del Cid, de los decadentes Austrias o de los decrépitos Borbones está ya, como el barco que ha perdido sus anclas y tiene las máquinas averiadas, en el garete; y solo se mueve por el impulso del viento de una sociedad incrédula y vegetativa. Estamos perdidos en medio de una tempestad. Dios no acude a ninguna súplica. Vivimos en el desasosiego de la oscuridad provocada por la crisis económica e ideológica. Necesitamos, en esta noche del mar de los tiempos, izar las dos luces rojas en el palo trinquete; vamos sin rumbo y a la deriva, presa del viento de los malos gobernantes y de las mareas del trinque y el desgobierno. Esto va sin rumbo, o lo que es peor a ritmo de desvergüenza, de mentira, de saqueo, de desconfianza y de nulo sentido de la justicia. El viento de la impudicia y el mar de la palabrería elevan olas gigantes que arrastran este navío desarbolado en el que ya no cree nadie. Esto es la España real, la España negra. La podredumbre ya nos está ahogando literalmente. Solo falta un “Lerrux” para terminar convirtiendo el estado en estraperlo. “Barcenear” es un verbo que algunos quieren conjugar con sentido de solipsismo. No soy banal ni pedante. Pero “Bárcenas” no es uno y solo uno, son todos, los que cobran, los que no cobran, los que saben, los que callan, los que mienten, los que ante hechos así miran para otro lado o hacen declaraciones para salir del paso y no tirar de la manta de la historia. Dinero, siempre dinero. Pero tan relevante es de dónde venía como a qué bolsillos iba. Lo primero es lo que indica en qué clase de democracia vivimos. No estaría mal que los empresarios que llenaban los sobres fueran preguntados por la prensa que aún pregunta. Ahí también florece la carroña. El pueblo no puede dejar que esto amaine de nuevo. Se precisa la catarsis política en toda su extensión: con purificación ritual de personas o cosas afectadas de la impureza; con liberación o transformación interior del individuo y del alma de la sociedad; incluso eliminando los recuerdos que perturban la conciencia o el equilibrio nervioso. Lo que haga falta, pero sin olvidar el tigre ardiente en la yerba que llevamos dentro. La desobediencia civil también existe. Y que el pueblo de una vez tenga piernas, tronco, brazos, cabeza y no lleve una desmayada bandera en hombros por el campo, por las ciudades, por la nada. Persecución a los ladrones, a los mentirosos, a los demagogos de toda laya, condición e ideología. Nos embestirán pues es propio de hombres de cabezas medianas embestir contra todo aquello que no les cabe en la cabeza. Hay que volver con el pulso perdido a la pelea. Hay que dar la vuelta al corazón de la esperanza, hay que disparar contra este tiempo anestesiado. España debe ser el pueblo. Hay que ser libre.
Publicado en noticiasdigital.es