martes, 30 de abril de 2013

Maridos y mujeres: algo más que teatro


Título: Maridos y mujeres. Autor: Woody Allen. Versión para el teatro: Álex Rigola. Intérpretes: Luis Bermejo, Israel Elejalde, Miranda Gas, Elisabet Gelabert, Alberto Jiménez y Nuria Mencía.  Iluminación: María Doménech. Director: Álex Rigola.


Maridos y mujeres. Teatro de Rojas abarrotado. Woody Allen, vía Álex Rigola, en estado puro. Introspección. Relaciones de pareja con todos los detalles de sus circunstancias. Insolidez del matrimonio. Agudeza en los diálogos. Humor en plan comedia. Conductas humanas que giran alrededor del eje del amor. Separaciones. Reencuentros. Relaciones iguales y desiguales. Todo para terminar concluyendo con un nada romántico ni pasional pensamiento, una especie de “madrecita que me quede como estoy”, o con la frase con la que el gran don Miguel de Unamuno se refería a su esposa: “Doña Concha, mi costumbre”.
            Sobre un escenario minimalista, como ahora se lleva -¡serán cosas de la crisis y hay que ahorrar gastos-, la trama de Maridos y mujeres, adaptación al teatro del guión de Woody Allen para la película del mismo título, se reduce a dos parejas que se encuentran para cenar; y una de ellas anuncia a la otra que se van a separar, que se van a dar un tiempo de reflexión, pero que están muy bien, muy bien. A partir de aquí, la especulación de unos y otros es continua sobre la compleja convivencia en pareja. Estamos ante los tópicos de psicoanálisis tan propios del autor neoyorquino. En los conflictos matrimoniales hay más miga de la que muestra la apariencia y en ellos subyace también la rutina, los egoísmos o las inseguridades. Para el desarrollo de la acción en la obra se echa mano de los recuerdos y se muestra un abanico de relaciones diversas entre hombres y mujeres, cuyo final no siempre es todo lo bello que en un principio se piensa para la vida acordada entre dos. Woody Allen/Álex Rigola logran y muestran con su obra una disección completa de las conductas humanas sin ahorrar detalles y hacen evidente lo que gran parte de las personas vive, aunque muchas lo piensen y pocas lo manifiesten. Podríamos decir que los personajes se “desnudan” ante el espectador pero no ante su pareja. Algo normal. Es decir, lo que en Allen es psicoanálisis, en la propuesta de Rigola es realismo. Al fin y al cabo la literatura -y el texto teatral lo es- parece el espejo en el que se refleja lo que sucede en la realidad, a veces un poco distorsionado, pero siempre verosímil. Por eso, en Maridos y mujeres se dejan ver las vacilaciones del ser humano emparejado, el pudor y las verdades inconfesables e intimidades, compartidas o no, por la parejas, pero frecuentemente no habladas entre ellas. Creo que los espectadores se ven reflejados en lo que pasa en la escena y eso provoca la risa, una risa que oculta la verdadera reflexión sobre la propia vida.
Woody Allen, autor del guión de la película Maridos y mujeres.

           
 Si brillante es el guión de la película de Allen, no lo es menos la adaptación de Rigola para el teatro y aún más su dirección audaz, imaginativa y dinámica, en la línea en la que trabaja un grupo de directores teatrales que están creando tendencia, como Miguel del Arco, Alfredo Sanzol o Juan Carlos Rubio, entre otros.
Álex Rigola, director

            
El espacio escénico de Max Glaenzel, ecléctico pero funcional y suficiente, frío y con barras metálicas, se hace cálido con la focalización de los espacios, en los que se actúa, donde se centra la acción en cada momento –especialmente los sofás, que es donde mejor se conoce a una pareja-, con una iluminación perfectamente estudiada.
            Al texto y la dirección se une, para que el éxito corone la obra, una logradísima interpretación basada en la excelente dicción, el gesto preciso, la naturalidad, la adaptación de tono, movimiento y mímica a la situación, y el acercamiento al público, que conlleva su implicación en el espectáculo. Aquí no hay cuarta pared. Luis Bermejo (Álex), Israel Elejalde (José Luis), Miranda Gas (Rain y Gloria), Elisabet Gelabert (Alicia), Alberto Jiménez (Carlos y Ronald) y Nuria Mencía (Carlota), lo bordan, especialmente en algunas escenas, como la de la ruptura entre Álex y Carlota.
Luis Bermejo (Álex) y Nuria Mencía (Carlota)

           
Los espectadores, que llenaron el teatro, respondieron con la calidez de su aplauso la calidad del trabajo presentado en las tablas.
            Maridos y mujeres ha sido el enésimo acierto en la programación del Teatro de Rojas de Toledo en esta temporada que ¡ojalá! siga por esta vía de aprecio a la cultura y a las personas.

LECTURA EN VOZ ALTA Y FICCIONES SOBRE EL GRECO


Durante siglos la práctica de la lectura se hacía en voz alta y se desaconsejaba -o se prohibía- la lectura silenciosa.
Leer en voz alta es esencial y necesario para un buen aprendizaje. Este modo de leer debe seguir ejercitándose y ampliándose en la escuela y, muy especialmente, en la familia. Este es el mejor camino para crear lectores por medio de las palabras que nos vinculan. Compartir la lectura es compartir el lenguaje placenteramente, afirmándolo como vehículo de entendimiento, fantasía y concordia.
La lectura en voz alta es mucho más que una puesta en escena. Recientes investigaciones han revelado hallazgos a cerca de su efecto beneficioso sobre el cerebro. Se ha descubierto en la Universidad Tohoku de Japón (Learning Therapy, Kawashima y otros), que existen diferencias significativas en la corteza cerebral entre la lectura silenciosa y la lectura en voz alta.
En síntesis, según estos estudios, sabemos que la lectura en voz alta produce mayor activación en ambos hemisferios cerebrales. Las nuevas tecnologías portátiles de imágenes cerebrales, como la topografía óptica, han permitido realizar observaciones en la propia escuela. Cada día se comprende mejor la organización de los circuitos de neuronas que se ponen en funcionamiento durante la lectura. Las letras se reconocen esencialmente en la corteza visual, independientemente de su tamaño y tipografía; luego, las palabras se van recorriendo gracias a movimientos de los ojos muy precisos, controlados por una zona restringida de la corteza motora. Al mismo tiempo intervienen varias áreas en ambos hemisferios dedicadas a procesar el significado, a memorizar lo que se ha leído, a asociar los contenidos de esta lectura con otras. Y todo en centésimas de segundos. Cuando leemos en una segunda lengua, en general utilizamos mayor cantidad de neuronas y de conexiones. También es interesante comparar la lectura de textos con la de una partitura musical. En este caso el equivalente de leer en alta voz es simplemente usar el teclado del piano. Con la ejercitación en la lectura musical se produce una "traducción" automática de las notas distribuidas en el pentagrama al control motor de los dedos. En ambos casos –lectura en voz alta o lectura musical- asistimos al mismo prodigio de la cultura "encarnada" en nuestro cerebro.
Es importante leer en voz alta a alguien que escuche. Somos conscientes, siguiendo las teorías de Vygotski, de que la lectura, por ser un aprendizaje cultural, precisa de la mediación de una persona más experta que ayude al aprendiz, al estudiante  -de Primaria y Secundaria- a transitar por nuevos horizontes. Llegar a ser ese “compañero más experto” es el desafío del docente y también de la familia.
Leer en voz alta es buscar la entonación justa, enriquecer el texto con la expresión y la voz. Ahí nos damos cuenta de que la puntuación es la escritura de los silencios; y la interpretación de estos es un factor fundamental para la construcción del significado. La lectura en voz alta nos ayuda a comprender la frase en su totalidad y nos facilita la labor de expresión de un pensamiento completo, no fragmentado. Por todo ello, quizá fuera conveniente, especialmente con las personas que aún nos son lectoras expertas, volver con fuerza a este ejercicio de leer para que otros escuchen y escuchar lo que otros leen.
Estoy convencido de la necesidad de que los alumnos lean, escuchen leer, vean a sus educadores y a sus familiares como modelos lectores, que leen, que hablan de libros y comparten buenos momento de lectura con sus estudiantes y con sus hijos.
Y ya que estamos en vísperas del “Año Greco”, desde esta humilde columnilla invito a leer cuatro novelas en las que El Greco, entre realidad y ficción, es personaje protagonista. La primera es El Greco pinta al Gran Inquisidor, de Stefan Andres, en la que se narra la confrontación de dos enemigos personales de la Inquisición -el Greco y el médico Cazalla- con la máxima autoridad del tribunal, el gran inquisidor Niño de Guevara. La segunda es La conjura de El Greco, de Manuel Ayllón; esta es una ficción histórica, en la que El Greco es testigo de excepción, con un capítulo cuyo eje narrativo gira en torno a los misterios que encierra el famoso cuadro: "El entierro del señor de Orgaz". La tercera, Las damas ocultas del Greco, de Sivia Plager, tiene interés, además de por relacionar al Greco con mujeres que desconocíamos, por un tema universal y atemporal: el vínculo entre el poder y el artista. Y la cuarta novela es la escrita por Jesús Ferrero  Juanelo o el hombre nuevo, ambientada en el Toledo de finales del siglo XVI, lo que permite la aparición, muy bien dosificada, de El Greco, convertido, además de en pintor, en filósofo.

Leamos en voz alta y legitimemos la lectura como bien cultural, educativo y social. Y si además leemos sobre El Greco, pues “miel sobre hojuelas”.

jueves, 25 de abril de 2013

Para que nuestros niños y niñas se expresen bien




Soy un apasionado del lenguaje. Es la herramienta más completa para comunicarnos bien. El buen lenguaje se aprende y se enriquece a lo largo de la vida. Los padres somos responsables en buena medida del lenguaje que utilizan nuestros hijos. Yo siempre me sentí muy responsable en todas sus etapas de aprendizaje con los míos. Creo que hoy se expresan extraordinariamente bien.
            En este artículo soy deudor de muchas fuentes, que no citaré por no ser este medio un contexto académico, sino uno de pura divulgación de ideas. El campo es amplio y cualquiera puede indagar. Con estas palabras lo único que pretendo es abrir los ojos a quien me lea y echar una mano para que sus hijos dominen una herramienta que nos hace seres sociales, comunicativos y gozosos: la lengua hablada y escrita.
            El lenguaje que los niños utilizan se basa principalmente en aquello que escuchan en sus hogares, que es donde comienza su aprendizaje y su socialización. Por lo tanto, los padres somos los primeros "modelos lingüísticos" de nuestros hijos. Como tales, podemos crear un entorno que enriquezca su vocabulario. Un ambiente "rico en palabras" se construye desde las conversaciones que se tienen, hasta los programas de televisión que se miran. Aunque también pueden utilizarse recursos más directos, como por ejemplo:
           
Hablar. No requiere explicación alguna. Hablar de diversos temas con los hijos es esencial. En el silencio no hay léxico ni nuevo ni viejo.

Leer y hacer leer: si el padre y/o la  madre leen, es muy probable que sus hijos también lo hagan. Los padres pueden estimular la lectura en sus hijos regalándoles libros, compartiendo los suyos, comprando el periódico regularmente, etc... La lectura es una de las mejores maneras de ampliar el vocabulario. Una de sus ventajas es que permite aprender nuevas palabras en su contexto. Si se desconoce una palabra, se puede intentar descubrir su significado utilizando el texto que la rodea. Ya se trate de un cuento, un artículo en una revista, las instrucciones de un juego o los carteles en la calle, todos los formatos ayudan a un niño a incorporar nuevas palabras. De todos modos, es importante que se lean materiales que desafíen el vocabulario de uso habitual del niño. Es preciso ir sumando palabras. Por ejemplo, si los niños sienten cercanía por el deporte y siempre leen la sección deportiva del periódico, estimúlelo a que lea el suplemento de espectáculos o el de salud.

Llevar un diario de palabras: ¡qué importante para aprender y para ser metódico es trabajar con los niños en su diario de palabras! Escribir una palabra ayuda a recordarla y reforzarla. Enseñen a sus hijos a llevar un "diario de palabras" que es -simplemente- un cuaderno –conviene que tenga alguna singularidad y que se reconozca y valore como algo valioso y diferente- que utilizará para tomar nota de aquellas palabras que no conozca. Escribirlas les permitirá practicar la ortografía, recordar el uso del término y -además- medir la evolución de su vocabulario.

Utilizar el diccionario: el diccionario debería ser el libro más popular del hogar. Procure tener en su casa uno que sus hijos puedan utilizar y foménteles el hábito de consultarlo regularmente. Sé que tenemos posibilidad de búsqueda en Internet, pero manosear un diccionario es algo más que el pantallazo de una palabra concreta.

Consultar un tesauro: es un diccionario que agrupa términos según "familias de significados". Funciona como un "catálogo" de palabras. Un tesauro es muy didáctico para un niño, por lo que todo padre debería enseñar a su hijo a utilizar uno. Estos diccionarios ayudan a memorizar las palabras, ya que resulta mucho más fácil recordar un término por asociación con otro que en forma aislada. Por ejemplo, la búsqueda de la palabra "fábrica" puede disparar otras palabras como "robot", "depósito", "taller", "cadena de montaje", etc... Es un paso más que complementa al diccionario.

Conocer la etimología: la mayoría de las palabras derivan de otras. Conocer las raíces griegas y latinas permite "adivinar" el significado de algunos términos, incluso antes de buscarlos en el diccionario. Procure tener un diccionario etimológico en su casa y enseñe a su hijo a utilizarlo. Es más específico pero es muy útil porque, además de la palabra, nos enseña toda la vida que hay detrás de ella.

Navegar en Internet: es una forma alternativa de lectura que un niño puede utilizar para desarrollar su vocabulario. De acuerdo con los intereses de sus hijos, ayúdelos a encontrar materiales que puedan leer. A Internet hay que acercarse de forma crítica y selectiva. Internet debiera ser algo en manos de los padres para enseñar a los hijos y no solo un descubrimiento de los hijos, que terminan por superar bien pronto a los padres en su uso. Otro recurso muy práctico son las suscripciones. Puede suscribirle a servicios que envían todos los días una palabra por correo electrónico, con la explicación, la etimología, el uso, etc... De esta forma, su hijo mejorará diariamente su vocabulario. En la página elcastellano.org hay un recurso excelente.

Jugar: difícilmente exista un modo más fácil -y motivador- de enseñar algo a un niño que jugando con él. Las palabras cruzadas -por ejemplo- son una excelente manera de ampliar el vocabulario. También son de ayuda entretenimientos como la sopa de letras, los criptogramas, o juegos de mesa como el popular "Scrabel" o el juego tan en boga de móviles “Apalabrados”. Otra opción es realizar juegos en familia. Consideren las siguientes propuestas:

- En el "juego de las preguntas" una persona piensa en una palabra que los demás participantes deben adivinar con la ayuda de una cantidad determinada de preguntas. Puede preguntarse el color; si es un animal, vegetal o mineral; si hay uno en la casa; etc... Pregunta por pregunta, se va reduciendo el campo de posibilidades.

- Otro conocido juego se basa en escribir palabras de determinadas categorías o "familias" (por ejemplo, animales, marcas, comidas, ciudades, etc…) Se elige al azar una letra del alfabeto y los participantes deben escribir la mayor cantidad de palabras que comiencen con esa letra en cada categoría, en un fragmento de tiempo limitado.

- Otra opción es el "juego del paseo": lleve a sus hijos a dar un paseo y proponga "nombremos todo aquello que veamos que comience con la letra B", o "nombremos todo aquello que veamos color azul"; etc...

- Por último, un recurso divertido son las rimas. Por ejemplo, una persona dice "estoy pensando en una parte del cuerpo que rima con corazón" y las demás deben responder (riñón, pulmón, etc...) O se pueden pedir palabras que rimen con una en particular: ¿qué palabras riman con "vaca"?; etc...

Conversación y Escritura: para sentirse cómodo con una nueva palabra, es fundamental que un niño la utilice, incorporándola a su escritura y a sus conversaciones. Esta también es una manera de practicar la dicción y la ortografía. Memorizar una lista de términos no es suficiente, porque -bajo ese método- las palabras no se vuelven parte de su vocabulario, sino que se perciben como algo extraño. Para internalizarlas, es preciso escucharlas y leerlas regularmente. Las conversaciones y mensajes de los padres a sus hijos son muy influyentes. Si usted habla y escribe siempre con las mismas palabras, resultará más difícil -y menos motivante- para sus hijos incorporar nuevas.
            Todas estas actividades apoyan la educación que su hijo recibe en la escuela, pero desde otro enfoque. Lo importante de estas técnicas es que el niño no las perciba como algo formal (como los ejercicios de la escuela), sino que se divierta haciéndolas.
            Cada palabra que su hijo aprende a comprender y a utilizar apropiadamente se incorpora a sus habilidades cognitivas y amplía su capacidad de aprendizaje y razonamiento. Las palabras se utilizan para comunicar ideas. Por lo tanto, mientras más palabras poseamos en nuestro vocabulario, más -y mejores- ideas podremos comunicar. Además, adquirir nuevas palabras nos permite ganar control sobre nuestro proceso de aprendizaje y sobre nuestra creatividad. 
            Todos conocemos la frustración de no tener la palabra correcta en el momento en que la necesitamos. Igual de frustrante es leer un texto y encontrarnos con términos cuyos significados desconocemos. Esto -que le sucede hasta al más experimentado escritor- con más razón le ocurre a un niño, cuyas limitaciones de vocabulario son más amplias. Por ello, es fundamental comenzar a desarrollar el vocabulario a una temprana edad.
            Un vocabulario amplio y preciso es una de las principales herramientas para tener buenas conversaciones y una correcta escritura. ¿No es ésta una excelente forma de enriquecer a su hijo?

domingo, 7 de abril de 2013

Esperando a Godot: lo absurdo de la existencia





Título: Esperando a Godot. Autor: Samuel Beckett. Director: Joan Font. Intérpretes: Gregor Acuña, Javier Centeno, Manuel Rodríguez, Oriol Boixader y Jasio Velasco. Escenografíay vestuario: Curt Allen Wilmer. Música: Oriol Boixader. Iluminación: Joan Font. Lugar: Teatro de Rojas. Fecha: sábado, 6 de abril. 


Esperando a Godot, Samuel Beckett (Dublín, 1906-París, 1989). Metáfora válida para tiempos difíciles, tanto los de su composición, la postguerra mundial o los de hoy. “¿Y si nos ahorcamos?”, se preguntan los personajes. No lo hacen. Esperan a Godot. Esta expresión, este aldabonazo, supone, creo, la recapitulación o el corolario de la obra. Es el avance hacia el final pero también la conexión con el principio. La acción, absurda, es circular, no hay salida, hasta el último momento de la representación observamos una situación sin sentido, y hasta el humor –no olvidemos que el propio autor siempre afirmó haber escrito una obra para clowns- adquiere matices tétricos de implicaciones metafísicas.
            En la versión de Font, los clásicos Estragón o Vladimir se convierten en Didi y Gogo, dos vagabundos sin memoria que pasan el tiempo en un espacio circular, un circo destruido, donde hablan y esperan a Godot, que nunca llega. No pierden la esperanza de que su venida los saque del apuro de su angustia existencial. Pero nunca se hace presente. La existencia sin creencias y sin acción se convierte en aburrimiento y lo combaten mediante el lenguaje, mensajes con ruptura de la lógica y cambios de universo de discurso, disertaciones absurdas. Es la nada. Luego aparecen Pozzo y Lucky, domador y esclavo (unidos por relaciones sado-masoquistas que no se rompen ni siquiera cuando Pozzo queda abocado a la ceguera), y parece que el tedio se alivia y la espera se hace más llevadera. Sin embargo no hay lugar para la esperanza ni siquiera cuando un mensajero de Godot anuncia que este tal vez venga mañana.
            En una obra sin argumento, tenemos que recurrir a las referencias simbólicas para penetrar en su esencia. Así encontramos el espacio vacío de una plaza o un camino, un árbol, y el anochecer. Tres elementos altamente simbólicos en el marco de la desnudez casi absoluta del decorado: un camino-plaza-espacio que se sucede a sí mismo, que no sabemos de dónde viene ni adónde va; un árbol que simboliza a la vez la condena (no olvidemos la importancia del árbol del conocimiento del bien y del mal y la referencia al ahorcamiento), aquí manifestada en la tendencia constante al suicidio, pero también la redención (el madero de la cruz). Y la noche, el tiempo de la ausencia de la luz, de la oscuridad, la dificultad existencial de encontrar salidas a la vida. Los personajes principales de esta obra esperan. Esperan al pie del árbol en una radical soledad e incomunicación que no pueden disipar ni la compañía (puramente formal) ni el diálogo (que en vano intenta ahuyentar el silencio y el sinsentido). Al final de la obra siguen esperando entre la alternativa de un Godot que nunca llega y un suicidio que nunca se consuma.
            Esperando a Godot es una obra magistral que hay que ver bien despiertos, pues en ella se nos plantean  preguntas radicales: ¿Dónde iría yo, si pudiera ir a alguna parte? ¿Qué sería, si yo pudiera ser algo? ¿Qué diría, si tuviera una voz? ¿Quién soy, si el otro existe? ¡Ahí es nada! Estamos ante el problema del sentido y del destino, expresado plásticamente en el caminar o en la inmovilidad y la clausura; el problema de la realización personal de quienes se ven abocados a la nada; el problema del decir, del lenguaje y de la comunicación y, finalmente, la gran cuestión de la alteridad, de la apertura al otro que me define pero que, en la imposibilidad comunicativa, me condena a la soledad. Por todo ello, el texto de Esperando a Godot proclama la inutilidad de las cosas y abunda en los temas recurrentes de la separación y el suicidio, para cifrar toda esperanza en algo que ni siquiera saben de qué se trata, porque si llega Godot "Nos habremos salvado". Aunque Godot no llega, porque no hay salvación posible.
           
Conviene tener alguna referencia del autor. Samuel Beckett es una de las cimas de la creación literaria en el siglo XX. Su teatro del absurdo es una manera de ver el mundo que va más allá del teatro existencialista de posguerra que aún conserva ideas, mensajes, encarnaciones dramáticas de planteamientos filosóficos. Con Beckett, y también con Ionesco, los recursos dramáticos se ponen al servicio de una experiencia central que parte del existencialismo: el hombre es un “ser-ahí” arrojado y abandonado a la existencia. No hay lógica en el mundo, y la vida está continuamente amenazada por la muerte. Somos “seres-para-la-muerte”, había dicho Heidegger.
           
La versión que nos propone Joan Font está muy pegada al suelo de nuestra realidad  "caótica, absurda, surrealista, cruel", pero que, en vez de trágica, se puede ver como "terriblemente" cómica al retratar seres incapaces de poner orden en nuestros asuntos y de avanzar coherentemente. Una apuesta muy mediterránea y muy “Comediants”, muy teatral y muy circense, en la que el género humano se desploma y se cubre de polvo, como el que emergía de la destrucción de las torres gemelas. Una escenografía que pone el punto en un espacio decadente, una luz cálida y unos movimientos de actores equilibrados, pese a la pose de clowns en la que se los enmarca, como personajes de un circo destruido. Geniales Gregor Acuña y Javier Centeno y sublime la labor de Oriol Boixader (Lucky)  y Manuel Rodríguez (Pozzo), así como la de Jasio Velasco, el mensajero enviado por Godot. Si la labor actoral es sobresaliente no lo es menos la interpretación musical que realizan en directo los actores-músicos. La música es un personaje más en esta propuesta escénica e introduce una emoción que quizá sea el Godot que salve nuestra existencia.
            Excelente acierto, una vez más, del teatro de Rojas con la programación de este espectáculo tan propio para nuestro mundo y con tanta calidad teatral. Y una lástima que los toledanos, que tanto parecen preocuparse de boquilla por la cultura, no llenaran el teatro en una manifestación artística de tanta altura como la de esta obra y como la de todas las del ciclo de Teatro Contemporáneo. ¡En el teatro de Rojas se ofrece cultura de la buena! ¡Aprovéchese!