domingo, 6 de octubre de 2013

Enrique VIII o la erótica del poder


 Título: Enrique VIII. Autor: William Shakespeare en colaboración con John Fletcher. Compañía: Rakatá. Versión: José Padilla, Ernesto Arias y Rafael Lavín. Dirección: Ernesto Arias.  Reparto: Fernando Gil, Elena González, Jesús Fuente, Rodrigo Arribas, Alejandro Saá, Daniel Acebes, Alejandra Mayo, Bruno Ciordia, Andrés Bernal, Jesús Teyssiere, Julio Hidalgo, Sara Moraleda, Asier Tartás y Diego Santos.


Arranca fuerte el XXI Ciclo de Teatro Clásico del Rojas. Teatro lleno, un éxito. El drama histórico “Enrique VIII” de William Shakespeare, escrito en colaboración con John Fletcher, en 1612, nos presenta una de las figuras más complejas de la historia, el tiránico y voluptuoso rey de Inglaterra, Enrique, que en esta obra no resulta el personaje odioso a que nos a acostumbran las crónicas, pues los autores deben presentarlo esencialmente como padre de la reina Isabel de glorioso recuerdo.
            Rakatá, con su larga y prestigiosa trayectoria, es la primera compañía española que ha puesto en escena esta obra nada fácil; lo hizo por encargo para participar en las olimpiadas culturales de Londres, donde presentó con éxito la función en el famoso y reconstruido teatro shakespeariano The Globe.
            El monarca inglés Enrique VIII es el eje sobre el que gira un drama de política, de poder y de amor; el rey es también quien desencadena la sucesión de hechos que llevan a la ejecución al duque de Buckinghan, a la caída del orgulloso cardenal Wolsey, a la coronación de Ana Bolena o al triunfo de Cramer. Sin embargo la verdadera heroína en este entramado de pasiones y de intrigas no me parece otra que Catalina de Aragón, cuya dignidad y resignación, así como la dulce y firme resistencia durante la tramitación del divorcio, están excelentemente dibujadas para conmover a los espectadores. En claro contraste con el drama, entre las tormentas de esta sociedad que se retrata, hay un punto, al final, en el que la acción se detiene, que quiere ser una apoteosis de Isabel, pintando el universal regocijo que causa su nacimiento con todo tipo de predicciones sobre la felicidad que el cielo le destina.
            Los tiempos de crisis y de bajos presupuestos obligan al ahorro escenográfico al ingenio con el vestuario y a ser imaginativo con lo que menos cuesta, la palabra. Rakatá resuelve la función sobre la importancia de la palabra, el movimiento de actores y con una adaptación precisa del texto, llevada a cabo por José Padilla, Rafael Lavín y Ernesto Arias, que reduce a la mitad los personajes del original.
 
            El elenco de actores y actrices, en una obra cuyos personajes son retratos históricos, realiza un sobresaliente trabajo, muy bien dirigidos por Ernesto Arias. Fernando Gil y Elena González en los personajes centrales (Enrique VIII y Catalina) y Jesús Fuente (Wolsey), Rodrigo Arribas, Alejandro Saá, Daniel Acebes, Alejandra Mayo, Bruno Ciordia, Andrés Bernal, Jesús Teyssiere, Julio Hidalgo, Sara Moraleda, Asier Tartás y Diego Santos, dan vida, sobre la base del texto bien dicho y con alguna sobreactuación innecesaria, a las importantes figuras que la historia nos trasmite.
            El equilibrio en la representación, la escenografía funcional, la ausencia de artificios retóricos, la música y las coreografías y una intriga sin pausa hacen que el espectador mantenga la tensión, y acaso se relaja o emociona cuando se alcanza el clímax en las escenas finales que giran en torno a la reina Catalina o la exaltación de Isabel, la hija de Enrique y Ana Bolena.
            Que el drama termine con una mojiganga opino que es un acierto teatral para establecer una plausible distancia entre la verdad de la historia y la verdad del teatro. Deja un buen sabor y da un respiro optimista al intrigante mundo, tanto de la sociedad que refleja la obra, como la propia que vivimos.
            Mi enhorabuena al teatro de Rojas por una programación que se presenta con mucho interés, por ser uno de los pocos hitos culturales que quedan en pie en la ciudad de Toledo y por la amabilidad casi familiar con que nos tratan a los espectadores todos los trabajadores de la institución.

Epidemia de mentiras


 “Lo que me preocupa no es que me hayas mentido, sino que, de ahora en adelante, ya no podré creer en ti”. La frase es del filósofo Friedrich Wilhelm Nietzsche (1844-1900). Razón lleva y hoy se cumple a rajatabla. La mentira, las medias verdades, el discurso vacío, que es tan pernicioso como la mentira, la compulsión social y política para decir lo contrario de lo que se piensa con intención de engañar, habitan entre nosotros. Ya no nos causa sorpresa que nos mientan. La mentira se ha convertido en la objetividad. Solo existe la mentira y, por eso, la inmensa mayoría de los ciudadanos ya es esencialmente incrédula. Ya nos da igual si las personas que mienten tienen conciencia de que mienten o no. Los hechos nunca se corresponden con los discursos. Hay una permanente contradicción entre lo que dicen y lo que hacen. No creo que la mentira sea la única verdad que hay en la boca del necio. No son necios, son simplemente inhumanos, poderosos, egoístas, avaros, depredadores, malos. ¿Quién es bueno? Quizá nadie. Recuperar la verdad no quiere decir que no se yerre, pero el error se perdona, que te mientan y tomen por tonto, no. Ya se ha superado el tope de Paul Joshep Goebbels (1987-1945), que afirmaba que “una mentira repetida adecuadamente mil veces se convierte en una verdad”. Eso, que valió para la propaganda nazi, ha perdido su valor entre nosotros. Sabemos que nos mienten compulsivamente y, si alguna verdad existe o alguien nos habla con verdad, no lo creemos. Hemos alcanzado la conciencia plena de lo oscuro y resumimos nuestro estado de pueblo llano con el título de la novela de Soledad Puértolas: “Todos mienten”. Puesto a traer una imagen para visualizar el mentir y lo cerca que nos queda, pido prestadas las palabras a Otto Von Bismark (1815-1898), que, con gracia y retranca, decía que “nunca se miente tanto como antes de las elecciones, durante la guerra y después de la cacería”. No es necesario poner ejemplos ¿verdad? ¿A quién había que votar si se quería un empleo? Pues ahí está la respuesta, y no en el viento precisamente. Es muy ordinario el mentir, es extraordinario el creer. La mentira ya es casi religión. Dogmatizan con ella. Pueden engañar a los hombres y me parece que también ya han engañado su conciencia, o acaso carezcan de conciencia. Reniego del piadosismo y de quienes todavía, quizá haya alguien, no sé, prefieran una mentira que anime, antes que una verdad que abata. Contra tanto embuste, ya no cabe el discurso a contrario, solo cabe la acción. La perversión de lenguaje me lleva a pensar en la perversión de la política y la perversión de esta a la perversión del ser humano. La indecencia y la inmoralidad de las clases dominantes han conducido a esa perversidad obscena donde con un ropaje de lengua amable nos ofrecen verdaderos monstruos que corroen la sociedad. Solo hay que fijarse, a modo de ejemplo, en las leyes laborales, que las presentan como “creadoras de empleo”. ¡Jajajajajajaja! Las ranas y los sapos, escuerzos todos, nos reímos a mandíbula batiente. Les parece que no mienten porque enmascaran y disfrazan la realidad con el lenguaje. Lean, lean, no sea que cuanto menos se lea más daño haga lo que se lea. Nos están vendiendo motos con descaro. Recomiendo un libro cuyo título es No nos lo creemos. Una lectura crítica del lenguaje neoliberal, de Clara Valverde. En él se afirma algo que yo no lo voy a decir mejor: "las palabras no son neutras: sirven para provocar algo en quien las escucha. Las palabras y las frases que utilizan las élites políticas y económicas neoliberales intentan que la ciudadanía se comporte de cierta manera, sobre todo para que adopte opiniones y comportamientos sin que los poderosos tengan que ejercer la fuerza de manera obvia. El lenguaje es la primera y más necesaria arma del capitalismo neoliberal". Sin embargo no se queden solo en el “capitalismo neoliberal”, vayan más allá, y busquen la mentira en muchos otros ámbitos, donde también existe con cuerpo propio. Es la epidemia del discurso. Sufrimos una horrorosa epidemia de mentiras. La peste a su lado parecería algo más llevadero.

domingo, 18 de agosto de 2013

Emoción de la MONTAÑA. ¡Gracias! Mario.

Teresa, Mario y yo con el Matterhorn al fondo

Este verano he descubierto la montaña, lo alto, el silencio y la nube, la piedra y la nieve, el picacho desafiando al cielo, el Matterhorn, por ejemplo. ¡Fascinante! ¡Asombroso! La belleza, el silencio, el esfuerzo físico en las piernas y en el rostro de Mario que sufre gozando en una subida de 26 kilómetros por sendas del diablo, piedra y nieve y florecillas alegrando los pasos. Y la sonrisa que no falte. La montaña es la exaltación de la vida con esos horizontes sinuosos. ¡No sé qué emociones nuevas fluyen, pero es verdad que fluyen, todavía son más una sensación que un puñado de palabras, acaso sea la cercanía a nuestro propio ser, a nuestra nada y a nuestra vida en el inmenso valle ente columnas de montañas que se extiende inaccesible, o quizá accesible solo para los valientes, como Mario. He visto el Matterhorn de cerca y me he sofocado dando pasos hacia arriba. Se afirma en una tradición tibetana, donde hay montañas y montañas, altas, altas, que “debes familiarizarte con la muerte si quieres vivir una vida plena y satisfactoria”. Subir, mirar, mirarnos hacia nuestro interior. ¡Fascinante! No es la sensación de la aventura, es la tranquilidad, quizá la contemplación, casi la mística. No desecho ni el temor ni el miedo, pero otras sensaciones se imponen. Quizá sea la incertidumbre. Eso es la vida, un no saber, una búsqueda de respuestas y una voluntad férrea de no poder estar parado esperando sin más. Eso es la montaña, la altura, el Matterhorn como ejemplo. También mismidad y concentración, algo tan alejado de la liviandad de la vida cotidiana, de las conversaciones intrascendentes entre humo y alcoholes. La montaña te llama y te pide amor, cercanía, pasos, movimiento, respiración acelerada,  y te exige confiar plenamente en tu juicio o en el de las personas que te acompañan y que saben más que tú, confianza plena, dejarse ir en el otro. En el silencio, en la mismidad, en el horizonte sinuoso, en el fresco de la cara, en el pico que se alza… me he sentido, nos sentimos vivos de manera intensa, es verdad, solo hay que pararse un momento y dejar que el pensamiento hunda su raíz en tu mente, en tu corazón o en la náusea que produce la falta de oxígeno. Acaso la montaña nos lleva al instinto, no a la razón; el instinto de cada momento; no se puede despreciar el tiempo en disquisiciones interminables; viene la nieve o la ventisca o el frío o la oscuridad, y entonces todo puede ser irremediable. La montaña clara me ha fascinado. Pero la emoción no me puede cerrar la mente, la montaña exige esfuerzo mental y físico, se respira lentamente, las piernas pesan, nada vuela, solo lo que cae inerte. Yo vivo. En la montaña cada pie debe saber que es único y que en la pisada está la vida. Confianza para saber qué se esconde bajo el miedo. Razonar rápido y actuar en consecuencia, esa puede ser la lección. Pero la montaña no solo es emoción, es entrenamiento. No puedes abrazar la montaña como quien se come una tostada. Hay que realizar acciones con aplomo, firmeza y seguridad; por eso, es preciso, creo, tener automatizadas muchas acciones. Ni miedo ni temeridad, cabeza fría, atención, cada paso es el primero y puede ser el último. La mente es tan importante como las manos o los pies. Me ha fascinado la montaña, las cimas de Gstaad, el Matterhorn, el Pilatus… La vida me parece más armónica en la montaña. El alma de la tierra es mi alma. Respeto. La montaña no me ha parecido arisca, de verdad, es delicada y sensible. Se puede vivir al filo, pero se vive, se siente.  En esas alturas, por encima de los 3000, he sentido cada bocanada de aire y cada paisaje como un momento para siempre. Gracias, Mario, por esta vuelta al útero de la madre, de la madre tierra. La cima me ayuda a comprender mis valles.

jueves, 8 de agosto de 2013

Donde nadie es forastero

Hay un sitio en los Montes de Toledo con un encanto especial. Según se llega por la carretera, te recibe un cartel en el que te avisa de que "nadie es forastero". Este ya es valor suficiente para ir a Los Navalucillos, aunque, con ser importante, no es el único. En el "lugar" uno está como en su casa. Pueblo de puertas abiertas. No he visto gente más amable y jacarandosa. ¡Qué gracejo popular! ¡Qué sabiduría! ¡Qué retranca! Se notan que son gentes que vienen del "trato". Aquí hay pocos que presuman de tacón y pisen con el contrafuerte. Solamente la conversación ya reconforta.
Sin embargo, Los Navalucillos es, además de plaza, cortos y charla, naturaleza. Hasta aquí llega el Parque nacional de Cabañeros; y con ser la raña, en la parte de Ciudad Real, algo hermoso, no lo es menos (para mí lo es más) las lomas que corona el Rocigalgo, el valle del Chorro, el microclima de las Becerras, los baños del Mazo, la presa del tío Niceto, el charco del Gordo, un paseo por la Pedriza o un sorbo de agua del Guindillo. Hace poco tiempo me encontré a un descendiente de este lugar inolvidable en Roma y me cantó unos versos que le quedaban de un abuelo suyo, según me dijo: "Me gusta el gazpacho en hortera, la procesión de la virgen y subir a las Morreras". Y otro paisano, haciendo alarde de universalidad, me recordó en París aquello de: "Mira si he corrido mundo, que he estado en Valle Moral, en el Cerrillo las Fuentes y en el Hoyo el Encinar". Pues ese es el espíritu de la gente que tiene sus raíces en este bendito lugar, aunque ahora ande por Australia, por las Américas o entre los rascacielos de Dubai. Recomiendo las rutas guiadas para quienes quieran gozar de la naturaleza, pero el que quiera perderse por los montes solo también puede hacerlo, y lo mismo se encuentra el tesoro de la sierra de la Botija.
Ahora, que no son tiempos en los que estemos para romper la troje, es buen momento para ir a gustar y degustar lo que Los Navalucillos ofrece. A los que nos gusta comer "sabrosito", aquí encontramos la mejor "sorda" de morcilla o de chorizo que nos puede llegar al paladar, los guisos "al ajillo", la carne en fiambre, la de caza y un bondejo excelso que ofrecían, recuerdo, en el bar del Cacharrero. Cito ese bar, pero vaya mi enhorabuena para todos, pues en cada uno de ellos y en las casas de comida, con las nuevas ofertas de las casas rurales, encontramos alguna exquisitez. ¡Y qué pan y qué dulces! ¡Y qué aceite de oliva, que no iguala ni el de Andújar ni el de Borjas Blancas!
En Los Navalucillos hay que madrugar y bajarse al Álamo a tomarse, como toda la vida, un café y una copa de aguardiente; el café es de puchero y ya lleva su azúcar incorporado y todo. Consola lo sigue sirviendo como lo hacía su padre y como se ha hecho desde que el mundo es mundo. Ese café mañanero, del que te puedes tomar treinta tacillas, te deja bien aviado hasta la hora de los cortos ¡otro rito!
Ahora en agosto, entre el 10 y el 18, hay una ocasión pintiparada para acercarse al lugar, pues se celebra la Feria del Turismo Rural y ahí podemos encontrar "de to", pero mejor es ir para contarlo.
¡Ah! y quien se acerque, crea o no crea en asuntos de religión, que no deje de ir a ver a la Virgen en su ermita, que tiene mucha sal y mucha gracia, no en vano se la venera con la advocación de Virgen de las Saleras. Quizás lo de guisar sabrosito viene también por esa vía del misterio.

Así que, amigos y amigas del mundo mundial, ganad el tiempo sin perder la vida dando un paseo por esta tierra de jarales y cantuesos; catad los buenos guisos, las buenas tapas, bailad y divertíos huracanadamente durante las noches del fin de semana y sentid el acogimiento de quienes llevan de verdad en el corazón el abrazo de un pueblo simpático; tomad lo que sea de menester con la corrobla; andad barutos si queréis, y procurad no acabar el día dando taitabones y tortolás; hablad con quien os encontréis, sin parar, sin que ninguno pierda garrota; procurad reír con los trovos de más de quienes se dan a la exageración; y, si os ha gustado la experiencia, contadla y haced el bien a quienes, siguiendo vuestros consejos tomen también vuestra ruta y se den un garbeo por Los Navalucillos, ese lugar mágico "donde nadie es forastero".

Final de la cita


“Y en ese momento se levanta, da media vuelta y se va sin decir nada que tuviera que ver con la verdad que esperábamos”. Fin de la cita. “Estafa fiscal, financiación ilegal, malversación y apropiación indebida, engaño continuado”. Fin de la cita. ¡Qué coño es esto de la cita! Una cita es un recurso retórico que consiste en reproducir un fragmento de discurso de otra persona  respetando su formulación original e insertando este texto en el discurso propio. Un inepto lector la puede “cagar” y hacer cita donde no la hay.  “Hablemos de Hipatia, filósofa, matemática y maestra griega... defiende tu derecho a pensar”. Fin de la cita. “España es diferente, tonta, pero diferente”. Fin de la cita. “Solo diré que no diré nada y que en este mundo traidor nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”. Fin de la cita. “I'm not a crook". Fin de la cita. "Muchos diputados han ido a la sesión con la maleta para marcharse de vacaciones". Fin de la cita. ¡Hay que joderse! (esto no es una cita). “Si no peleamos para acabar con la corrupción y la podredumbre, acabaremos todos formando parte de ella”. Fin de la cita. “Lo que va entre paréntesis en un discurso significa que no se debe leer”. Fin de la cita. "Yo quiero que la niña que nace en España tenga una familia y una vivienda y unos padres con trabajo”. Fin de la cita. (Me estoy empezando a poner rojo y esto no es una cita). "¿Se han pagado sueldos? Sí. ¿Se han pagado remuneraciones complementarias por razón del cargo? Sí. ¿Se han pagado anticipos o suplidos a justificar por gastos inherentes al desempeño del cargo? También, como en todas partes". Fin de la cita, que esta cita es mucha cita. “Tengo la impresión (aunque espero equivocarme) de que el 'Caso Bárcenas o caso PP' seguirá la misma suerte que el 'caso Naseiro'”. Fin de la cita. Voy a mear y a por unos “cacagüeses” (eso no es una cita). “Bale: una locura de fichaje”. Fin de la cita. “¡Carisimos amigos! ¿sabés vos cuál es el choteo del mundo en la tardesita del uno de agosto? pues no es otro que el famoso hallazgo o más bien trabucazo ilocutivo del presidente de España: Fin de la cita". Fin de la cita. “He ido al médico y me ha dicho que si me voy a morir pronto por lo otro que para qué va a operarme del oído y que le ha dicho el gerente que los implantes cocleares los decide él y no el médico”. Fin de la cita. "Lo que se llevó Luis Bárcenas es un pico, ¿dónde está la pala?”. Fin de la cita. “Luis. Lo entiendo. Sé fuerte". Fin de la cita. “Él dice la verdad: "con niveles de esfuerzo mínimos se pueden conseguir niveles de infamia máximos... Él es la prueba”. Fin de la cita. “Y sí, parece que es así, que te has ido diciendo no sé qué cosa, que te ibas a tirar al Sena, algo por el estilo, una de esas frases de plena noche, mezcladas las sábanas y boca pastosa, casi siempre en la oscuridad o con algo de mano o de pie rozando el cuerpo del que apenas te escucha, porque hace tanto que apenas te escucho cuando dices cosas así, eso viene del otro lado de mis ojos cerrados, del sueño que otra vez me tira hacia abajo”. Fin de la cita ¡de Cortázar! Y llegados a este punto, yo, el yo que esto escribe o transcribe, permanezco, junto con al ente que narra las citas, encerrado en el texto de cada cita que lo es o no es tal cita, que ya no sé ni qué es ni qué no es, como en una pesadilla, alejándome de la realidad y de la verdad, sin poder llegar al punto en el que surge el artificio. Patética es la política en esta Sodoma y Gomorra de España en donde, como Lot en la Biblia, no somos capaces de encontrar un verdadero justo con todas las de la ley que nos salve de este sofoco infame que nos lleva por delante. El mundo, desgraciadamente, es real; yo, desgraciadamente, soy Antonio Illán; lo irreal nos gobierna, pero el camino del suicidio no conviene, en fin, estamos en agosto y los diputados han ido al Congreso con la maleta a cumplir un trámite. ¡Manda “güevos”! Fin del relato.

viernes, 31 de mayo de 2013

Corpus de Toledo: más religión y menos política


 El Corpus Christi en Toledo es la fiesta de la armonía, del equilibrio barroco entre espíritu y sensaciones, entre fe y fantasía, entre tradición y modernidad. El esplendor de la ciudad entra por los ojos. El colorido multiforme y heteróclito se enseñorea de las calles y plazas, especialmente en aquellos lugares en los que los toldos marcan el recorrido de lo que es el centro de la celebración: la procesión con el sacramento de la Eucaristía expuesto en la custodia de Arfe.
            La procesión venía siendo algo más que una exhortación a la fiesta y a la alabanza al misterio religioso que toma la calle. Últimamente parecía que la procesión era de los que procesionaban, esencialmente de la denominada “clase política”, que se exponía como si fuera dogma o sacramento social a las iras o los aplausos del pueblo. Este año los preámbulos se describían con nubarrones. El runrún de la calle, ese que nadie percibe, ni oye, ni dice, pero todos sienten, apuntaba a que había predisposición al abucheo a la presidenta, Dolores de Cospedal.
            La realidad es que la señora presidenta se fue a Bruselas a no sé qué quehaceres de la gestión autonómica y no asistió a la procesión. Esto yo no sé si habrá sido casualidad de agendas o una manera de meterse en el burladero y no exponerse a los cuernos del morlaco gritón. Pero la realidad es que este año, por ese fas o por algún nefas, todo ha ido como balsa de aceite. A la señora presidenta nadie la ha echado de menos en el cortejo –como no se echó de menos a su predecesor Bono, cuando, siendo presidente, tampoco estuvo en el Corpus toledano-. El desfile ha sido más religioso que nunca; y la política no se pudo medir por el famoso y, a veces, temido “aplausómetro”.
            Pero este año, además, se ha manifestado en la procesión toledana el espíritu Bergoglio. La intervención del Primado en la homilía tradicional de Zocodover ha tenido un cariz social evidente para terminar con una llamada a la ética, que en el fondo es la justicia que iguala a las personas. (Prefiero llamar “homilía” y no “alocución” a este sermón, pues “homilía” es el “razonamiento o plática que se hace para explicar al pueblo las materias de religión”, y la “alocución” es algo más genérico, “discurso o razonamiento breve por lo común y dirigido por un superior a sus inferiores, secuaces o súbditos”). Dicha homilía ha sido una pieza muy bien tallada, basada en argumentos, lecturas y reflexiones de gentes que conocen algo más que la doctrina social de la Iglesia. Hay a quien se le han puesto los pelos de punta escuchando a don Braulio. Aunque para ser justo, creo que esa andanada social urbi et orbi del Primado ha pecado de exagerada al descabalgar por completo cualquier ideología y meter en el mismo saco, en un totum revolutum, las ideas más sociales con las liberales más antisociales. Pero dejemos esa pecata minuta para analistas “inclitados” (ilustres, esclarecidos, afamados), que el pueblo me parece que sí se ha quedado con el cante de que no se pueden hacer políticas que enriquezcan a unos pocos y no atiendan a las necesidades básicas de la parte más desfavorecida de sociedad.
            Así que un aplauso por la recuperación del tono religioso de la procesión toledana, en la que se debería prohibir la asistencia a quienes van a ella como los banderilleros en la vuelta al ruedo, saludando al tendido, y con los móviles en ristre para inmortalizar el momento. Quien va a la procesión tiene que saber que acompaña respetuosamente un dogma, crea en él o no.
            Y termino como empecé. El Corpus Christi en Toledo es la fiesta de la armonía, del equilibrio barroco entre espíritu y sensaciones, entre fe y fantasía, entre tradición y modernidad. Aquí hay que venir por lo menos un par de veces en la vida, y en esto incluyo especialmente a los toledanos que siempre aprovechan el puente para irse a Benidorm.

domingo, 12 de mayo de 2013

Brokers: risa y crítica se dan la mano





Título: Brokers. Idea original y dirección: Yllana. Dirección artística: David Ottone. Intérpretes: Fidel Fernández, Antonio Pagudo, Juan Francisco Ramos y Luis Cao.  Espacio escénico: Carmen Toro Juanes. Escenografía virtual: Jaime Munárriz y Esther Berdión. Iluminación: Juanjo Llorens.

Yllana es garantía de teatro lleno, sinónimo de risa, señal de buen trabajo, prenda de humor entre crítico e irónico y seguro de éxito, como hemos podido comprobar en el teatro de Rojas de Toledo.
Brokers es una creación, que ya tiene su tiempo y no pierde por ello actualidad,  con todos los ingredientes propios de la “factoría” Yllana ampliamente experimentados. Teatro de la “no palabra” pero no menos teatro. Este espectáculo, basado en un extraordinario trabajo del gesto insinuante y de la mímica efectiva, que se complementa con la presencia de efectos especiales visuales y la música, pretende contar una historia de cuatro “prisioneros” del becerro de oro (dinero), sus fortunas y adversidades. Parodia pura del universo absurdo que nos rodea.
Que en un mundo en crisis económica se ridiculice el entramado financiero es casi una necesidad social, una catarsis. Cuando la “bolsa” suena, todo es risa y ventolera; cuando la “bolsa” se derrumba, se palpa el sarcasmo de la exclusión social. En este ir y venir se mueve Brokers, saltando de gag en gag, como quien juega a una rayuela, para poner en solfa la achulada vida sin fuste de esas altas esferas que el modelo social y económico de la oculta clase dominante nos ha vendido como el culmen del éxito. Me encanta la sátira y la caricatura hiperbólica que se pone de manifiesto con el dibujo escénico de personajes obsesionados por el pádel como distintivo del estatus, los smartphones, la droga yuppy, la espiritualidad más “cool”, el casino y el juego, el simbólico ladrillo o la corrupción, y todas esas monerías de los pijos con posibles. La carcajada no impide que el poso crítico quede ahí, en el subconsciente colectivo.
Brokers es una pieza de relojería en donde el tempo del humor lo ensambla todo y el rubí de lo mímico-gestual se engarza y refuerza con los sonidos que contribuyen a acentuar la comicidad. Risas y sonrisas. Reflexión y asombro en clave de comedia (aunque detrás de todo esté este trágico sistema económico que nos corroe las entrañas sociales). Sucesión de sketch que no pierden el ritmo y equilibrio de la representación. Esto es teatro y hora y media de “pasárselo bien”.
Lope de Vega, que es el primer teórico de la escena moderna, dijo que el teatro "consiste en dos actores, una manta y una pasión". Esto es Yllana y esto es también Brokers, pero con cuatro actores, Fidel Fernández, Antonio Pagudo, Juan Francisco Ramos y Luis Cao, en una impecable interpretación coral, cada uno con sus clichés, sus tópicos repetidos, y todos con sus guiños, incluida la actualidad, para poner en pie una fauna de personajes reconocibles.

La sobria, eficiente y efectiva escenografía me recuerda aún más la citada “manta” de Lope, en la que se recrean distintos ambientes con los sonidos adecuados y la luminotecnia oportuna. Y logrando la unidad del conjunto está el director artístico David Ottone, un líder necesario para un trabajo complejo, en el que hay que hay que tener la precisión de un relojero suizo.
El público toledano, que agotó la taquilla, ha disfrutado y reído a mandíbula batiente, lo que es muy de agradecer en estos tiempos de desencanto decadente. Y el teatro de Rojas, que lleva una temporada triunfal, se ha apuntado un tanto más en esta carrera de obstáculos que hoy es la cultura.

miércoles, 1 de mayo de 2013

¡Todos a una!, como en Fuenteovejuna


No he de callar por más que con el dedo,
ya tocando la boca o ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo.
¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?
Hoy, sin miedo que, libre, escandalice,
puede hablar el ingenio, asegurado
de que mayor poder le atemorice.

Francisco de QuevedoEpístola satírica y censoria contra las costumbres presentes de los castellanos, escrita a Don Gaspar de Guzmán, conde de Olivares, en su valimiento.



El país está para pocas celebraciones, y menos para que prediquen a la gente ilusión paciencia o esperanza. Mandangas, las mínimas. Con la esperanza, la ilusión, las ideas y las palabras sin hechos no se come, no se vive, no se paga el autobús, la luz, el agua o las medicinas. A los ciudadanos hay que darles de comer y medios para vivir dignamente y un sistema justo en el que desarrollarse. Hay que darles hechos, pues de palabras ya estamos llegando al colmo de la paciencia. La sociedad que reivindica, dicen que ladra; la que protesta porque quiere más justicia, dicen que acosa; la que reivindica es llamada insolidaria; la que lucha es tachada de violenta; al escrache lo tratan ya casi como delito, o sin casi. Quieren ovejas modorras, sí, personas modorras, como si tuvieran los sesos hechos agua, para crear seres tontusos, aislados del resto de la sociedad y dando vueltas sobre sí mismos, como ausentes de lo que ocurre a su alrededor. No estamos para fiestas, menos para festejar el trabajo, si acaso para reivindicarlo en masa en un tiempo donde el desempleo alcanza el desastre de los trabajadores –que pierden empleo- y en cambio la ganancia empresarial no baja. Algo pasa y no quieren que nos enteremos del todo, para que siga pasando lo que pasa. Los hechos están siendo hachas para cortar o encarecer hasta el aire que se respira. En el espejo de la reflexión, en el que se reflejan los procesos sociales, lo que pasa en la calle, veo resignación, desaliento flojedad, desánimo, debilidad, una cierta flema, imperturbabilidad, mansedumbre, acatamiento, a veces rendición y otras sumisión, demasiada docilidad, bastante dejación, mucho conformismo, aguante, pasividad, aquiescencia, estoicismo en muchos con la infame manía de pensar, impavidez, imperturbabilidad, desaliento, indiferencia, casi un estado catatónico. Y echo de menos, también en mí mismo, valores y acciones más activos, que ayuden a revertir el estado de malestar y de indecencia al que nos llevan los poderes universales que nos gobiernan. Quisiera ser y ver más desobediencia, rebelión, alguna insubordinación-que-¡ya-está-bien!, indisciplina, indocilidad, un poquito de insolencia, más agitación, una actitud de rebeldía que vaya más allá de la resistencia, disconformidad o inconformismo ante quien nos obliga permanentemente a poner la otra mejilla y nos pide confianza o nos quiere dar esperanza, audacia, osadía, temple, atrevimiento, empuje, entereza para luchar por los principios justos, desenvoltura, inquietud, descaro, una bizarra valentía y voluntad, mucha voluntad y sano juicio. Hechos y razones de la mano. Y conciencia, hay que tener conciencia clara, pues con poco que hagamos o digamos vendrán los adalides del poder a hacernos creer que nuestra es la culpa. ¡Hermoso y desgraciado invento el de la salsa estructural de la culpa! Esto que escribo hoy ni es maquinación ni es poesía, es un puro y simple fluir de mi conciencia y una confesión pública, si cabe, de mi propio asombro y de mi consternación ante el abandono social al que se está llevando a las personas, a las que hasta se les cercena la capacidad de repuesta, porque son ellas las que ¡tienen la culpa! Algo podemos hacer, algo debemos hacer, algo tenemos que hacer, de abajo a arriba, todos a una, como en Fuenteovejuna.

martes, 30 de abril de 2013

Maridos y mujeres: algo más que teatro


Título: Maridos y mujeres. Autor: Woody Allen. Versión para el teatro: Álex Rigola. Intérpretes: Luis Bermejo, Israel Elejalde, Miranda Gas, Elisabet Gelabert, Alberto Jiménez y Nuria Mencía.  Iluminación: María Doménech. Director: Álex Rigola.


Maridos y mujeres. Teatro de Rojas abarrotado. Woody Allen, vía Álex Rigola, en estado puro. Introspección. Relaciones de pareja con todos los detalles de sus circunstancias. Insolidez del matrimonio. Agudeza en los diálogos. Humor en plan comedia. Conductas humanas que giran alrededor del eje del amor. Separaciones. Reencuentros. Relaciones iguales y desiguales. Todo para terminar concluyendo con un nada romántico ni pasional pensamiento, una especie de “madrecita que me quede como estoy”, o con la frase con la que el gran don Miguel de Unamuno se refería a su esposa: “Doña Concha, mi costumbre”.
            Sobre un escenario minimalista, como ahora se lleva -¡serán cosas de la crisis y hay que ahorrar gastos-, la trama de Maridos y mujeres, adaptación al teatro del guión de Woody Allen para la película del mismo título, se reduce a dos parejas que se encuentran para cenar; y una de ellas anuncia a la otra que se van a separar, que se van a dar un tiempo de reflexión, pero que están muy bien, muy bien. A partir de aquí, la especulación de unos y otros es continua sobre la compleja convivencia en pareja. Estamos ante los tópicos de psicoanálisis tan propios del autor neoyorquino. En los conflictos matrimoniales hay más miga de la que muestra la apariencia y en ellos subyace también la rutina, los egoísmos o las inseguridades. Para el desarrollo de la acción en la obra se echa mano de los recuerdos y se muestra un abanico de relaciones diversas entre hombres y mujeres, cuyo final no siempre es todo lo bello que en un principio se piensa para la vida acordada entre dos. Woody Allen/Álex Rigola logran y muestran con su obra una disección completa de las conductas humanas sin ahorrar detalles y hacen evidente lo que gran parte de las personas vive, aunque muchas lo piensen y pocas lo manifiesten. Podríamos decir que los personajes se “desnudan” ante el espectador pero no ante su pareja. Algo normal. Es decir, lo que en Allen es psicoanálisis, en la propuesta de Rigola es realismo. Al fin y al cabo la literatura -y el texto teatral lo es- parece el espejo en el que se refleja lo que sucede en la realidad, a veces un poco distorsionado, pero siempre verosímil. Por eso, en Maridos y mujeres se dejan ver las vacilaciones del ser humano emparejado, el pudor y las verdades inconfesables e intimidades, compartidas o no, por la parejas, pero frecuentemente no habladas entre ellas. Creo que los espectadores se ven reflejados en lo que pasa en la escena y eso provoca la risa, una risa que oculta la verdadera reflexión sobre la propia vida.
Woody Allen, autor del guión de la película Maridos y mujeres.

           
 Si brillante es el guión de la película de Allen, no lo es menos la adaptación de Rigola para el teatro y aún más su dirección audaz, imaginativa y dinámica, en la línea en la que trabaja un grupo de directores teatrales que están creando tendencia, como Miguel del Arco, Alfredo Sanzol o Juan Carlos Rubio, entre otros.
Álex Rigola, director

            
El espacio escénico de Max Glaenzel, ecléctico pero funcional y suficiente, frío y con barras metálicas, se hace cálido con la focalización de los espacios, en los que se actúa, donde se centra la acción en cada momento –especialmente los sofás, que es donde mejor se conoce a una pareja-, con una iluminación perfectamente estudiada.
            Al texto y la dirección se une, para que el éxito corone la obra, una logradísima interpretación basada en la excelente dicción, el gesto preciso, la naturalidad, la adaptación de tono, movimiento y mímica a la situación, y el acercamiento al público, que conlleva su implicación en el espectáculo. Aquí no hay cuarta pared. Luis Bermejo (Álex), Israel Elejalde (José Luis), Miranda Gas (Rain y Gloria), Elisabet Gelabert (Alicia), Alberto Jiménez (Carlos y Ronald) y Nuria Mencía (Carlota), lo bordan, especialmente en algunas escenas, como la de la ruptura entre Álex y Carlota.
Luis Bermejo (Álex) y Nuria Mencía (Carlota)

           
Los espectadores, que llenaron el teatro, respondieron con la calidez de su aplauso la calidad del trabajo presentado en las tablas.
            Maridos y mujeres ha sido el enésimo acierto en la programación del Teatro de Rojas de Toledo en esta temporada que ¡ojalá! siga por esta vía de aprecio a la cultura y a las personas.

LECTURA EN VOZ ALTA Y FICCIONES SOBRE EL GRECO


Durante siglos la práctica de la lectura se hacía en voz alta y se desaconsejaba -o se prohibía- la lectura silenciosa.
Leer en voz alta es esencial y necesario para un buen aprendizaje. Este modo de leer debe seguir ejercitándose y ampliándose en la escuela y, muy especialmente, en la familia. Este es el mejor camino para crear lectores por medio de las palabras que nos vinculan. Compartir la lectura es compartir el lenguaje placenteramente, afirmándolo como vehículo de entendimiento, fantasía y concordia.
La lectura en voz alta es mucho más que una puesta en escena. Recientes investigaciones han revelado hallazgos a cerca de su efecto beneficioso sobre el cerebro. Se ha descubierto en la Universidad Tohoku de Japón (Learning Therapy, Kawashima y otros), que existen diferencias significativas en la corteza cerebral entre la lectura silenciosa y la lectura en voz alta.
En síntesis, según estos estudios, sabemos que la lectura en voz alta produce mayor activación en ambos hemisferios cerebrales. Las nuevas tecnologías portátiles de imágenes cerebrales, como la topografía óptica, han permitido realizar observaciones en la propia escuela. Cada día se comprende mejor la organización de los circuitos de neuronas que se ponen en funcionamiento durante la lectura. Las letras se reconocen esencialmente en la corteza visual, independientemente de su tamaño y tipografía; luego, las palabras se van recorriendo gracias a movimientos de los ojos muy precisos, controlados por una zona restringida de la corteza motora. Al mismo tiempo intervienen varias áreas en ambos hemisferios dedicadas a procesar el significado, a memorizar lo que se ha leído, a asociar los contenidos de esta lectura con otras. Y todo en centésimas de segundos. Cuando leemos en una segunda lengua, en general utilizamos mayor cantidad de neuronas y de conexiones. También es interesante comparar la lectura de textos con la de una partitura musical. En este caso el equivalente de leer en alta voz es simplemente usar el teclado del piano. Con la ejercitación en la lectura musical se produce una "traducción" automática de las notas distribuidas en el pentagrama al control motor de los dedos. En ambos casos –lectura en voz alta o lectura musical- asistimos al mismo prodigio de la cultura "encarnada" en nuestro cerebro.
Es importante leer en voz alta a alguien que escuche. Somos conscientes, siguiendo las teorías de Vygotski, de que la lectura, por ser un aprendizaje cultural, precisa de la mediación de una persona más experta que ayude al aprendiz, al estudiante  -de Primaria y Secundaria- a transitar por nuevos horizontes. Llegar a ser ese “compañero más experto” es el desafío del docente y también de la familia.
Leer en voz alta es buscar la entonación justa, enriquecer el texto con la expresión y la voz. Ahí nos damos cuenta de que la puntuación es la escritura de los silencios; y la interpretación de estos es un factor fundamental para la construcción del significado. La lectura en voz alta nos ayuda a comprender la frase en su totalidad y nos facilita la labor de expresión de un pensamiento completo, no fragmentado. Por todo ello, quizá fuera conveniente, especialmente con las personas que aún nos son lectoras expertas, volver con fuerza a este ejercicio de leer para que otros escuchen y escuchar lo que otros leen.
Estoy convencido de la necesidad de que los alumnos lean, escuchen leer, vean a sus educadores y a sus familiares como modelos lectores, que leen, que hablan de libros y comparten buenos momento de lectura con sus estudiantes y con sus hijos.
Y ya que estamos en vísperas del “Año Greco”, desde esta humilde columnilla invito a leer cuatro novelas en las que El Greco, entre realidad y ficción, es personaje protagonista. La primera es El Greco pinta al Gran Inquisidor, de Stefan Andres, en la que se narra la confrontación de dos enemigos personales de la Inquisición -el Greco y el médico Cazalla- con la máxima autoridad del tribunal, el gran inquisidor Niño de Guevara. La segunda es La conjura de El Greco, de Manuel Ayllón; esta es una ficción histórica, en la que El Greco es testigo de excepción, con un capítulo cuyo eje narrativo gira en torno a los misterios que encierra el famoso cuadro: "El entierro del señor de Orgaz". La tercera, Las damas ocultas del Greco, de Sivia Plager, tiene interés, además de por relacionar al Greco con mujeres que desconocíamos, por un tema universal y atemporal: el vínculo entre el poder y el artista. Y la cuarta novela es la escrita por Jesús Ferrero  Juanelo o el hombre nuevo, ambientada en el Toledo de finales del siglo XVI, lo que permite la aparición, muy bien dosificada, de El Greco, convertido, además de en pintor, en filósofo.

Leamos en voz alta y legitimemos la lectura como bien cultural, educativo y social. Y si además leemos sobre El Greco, pues “miel sobre hojuelas”.

jueves, 25 de abril de 2013

Para que nuestros niños y niñas se expresen bien




Soy un apasionado del lenguaje. Es la herramienta más completa para comunicarnos bien. El buen lenguaje se aprende y se enriquece a lo largo de la vida. Los padres somos responsables en buena medida del lenguaje que utilizan nuestros hijos. Yo siempre me sentí muy responsable en todas sus etapas de aprendizaje con los míos. Creo que hoy se expresan extraordinariamente bien.
            En este artículo soy deudor de muchas fuentes, que no citaré por no ser este medio un contexto académico, sino uno de pura divulgación de ideas. El campo es amplio y cualquiera puede indagar. Con estas palabras lo único que pretendo es abrir los ojos a quien me lea y echar una mano para que sus hijos dominen una herramienta que nos hace seres sociales, comunicativos y gozosos: la lengua hablada y escrita.
            El lenguaje que los niños utilizan se basa principalmente en aquello que escuchan en sus hogares, que es donde comienza su aprendizaje y su socialización. Por lo tanto, los padres somos los primeros "modelos lingüísticos" de nuestros hijos. Como tales, podemos crear un entorno que enriquezca su vocabulario. Un ambiente "rico en palabras" se construye desde las conversaciones que se tienen, hasta los programas de televisión que se miran. Aunque también pueden utilizarse recursos más directos, como por ejemplo:
           
Hablar. No requiere explicación alguna. Hablar de diversos temas con los hijos es esencial. En el silencio no hay léxico ni nuevo ni viejo.

Leer y hacer leer: si el padre y/o la  madre leen, es muy probable que sus hijos también lo hagan. Los padres pueden estimular la lectura en sus hijos regalándoles libros, compartiendo los suyos, comprando el periódico regularmente, etc... La lectura es una de las mejores maneras de ampliar el vocabulario. Una de sus ventajas es que permite aprender nuevas palabras en su contexto. Si se desconoce una palabra, se puede intentar descubrir su significado utilizando el texto que la rodea. Ya se trate de un cuento, un artículo en una revista, las instrucciones de un juego o los carteles en la calle, todos los formatos ayudan a un niño a incorporar nuevas palabras. De todos modos, es importante que se lean materiales que desafíen el vocabulario de uso habitual del niño. Es preciso ir sumando palabras. Por ejemplo, si los niños sienten cercanía por el deporte y siempre leen la sección deportiva del periódico, estimúlelo a que lea el suplemento de espectáculos o el de salud.

Llevar un diario de palabras: ¡qué importante para aprender y para ser metódico es trabajar con los niños en su diario de palabras! Escribir una palabra ayuda a recordarla y reforzarla. Enseñen a sus hijos a llevar un "diario de palabras" que es -simplemente- un cuaderno –conviene que tenga alguna singularidad y que se reconozca y valore como algo valioso y diferente- que utilizará para tomar nota de aquellas palabras que no conozca. Escribirlas les permitirá practicar la ortografía, recordar el uso del término y -además- medir la evolución de su vocabulario.

Utilizar el diccionario: el diccionario debería ser el libro más popular del hogar. Procure tener en su casa uno que sus hijos puedan utilizar y foménteles el hábito de consultarlo regularmente. Sé que tenemos posibilidad de búsqueda en Internet, pero manosear un diccionario es algo más que el pantallazo de una palabra concreta.

Consultar un tesauro: es un diccionario que agrupa términos según "familias de significados". Funciona como un "catálogo" de palabras. Un tesauro es muy didáctico para un niño, por lo que todo padre debería enseñar a su hijo a utilizar uno. Estos diccionarios ayudan a memorizar las palabras, ya que resulta mucho más fácil recordar un término por asociación con otro que en forma aislada. Por ejemplo, la búsqueda de la palabra "fábrica" puede disparar otras palabras como "robot", "depósito", "taller", "cadena de montaje", etc... Es un paso más que complementa al diccionario.

Conocer la etimología: la mayoría de las palabras derivan de otras. Conocer las raíces griegas y latinas permite "adivinar" el significado de algunos términos, incluso antes de buscarlos en el diccionario. Procure tener un diccionario etimológico en su casa y enseñe a su hijo a utilizarlo. Es más específico pero es muy útil porque, además de la palabra, nos enseña toda la vida que hay detrás de ella.

Navegar en Internet: es una forma alternativa de lectura que un niño puede utilizar para desarrollar su vocabulario. De acuerdo con los intereses de sus hijos, ayúdelos a encontrar materiales que puedan leer. A Internet hay que acercarse de forma crítica y selectiva. Internet debiera ser algo en manos de los padres para enseñar a los hijos y no solo un descubrimiento de los hijos, que terminan por superar bien pronto a los padres en su uso. Otro recurso muy práctico son las suscripciones. Puede suscribirle a servicios que envían todos los días una palabra por correo electrónico, con la explicación, la etimología, el uso, etc... De esta forma, su hijo mejorará diariamente su vocabulario. En la página elcastellano.org hay un recurso excelente.

Jugar: difícilmente exista un modo más fácil -y motivador- de enseñar algo a un niño que jugando con él. Las palabras cruzadas -por ejemplo- son una excelente manera de ampliar el vocabulario. También son de ayuda entretenimientos como la sopa de letras, los criptogramas, o juegos de mesa como el popular "Scrabel" o el juego tan en boga de móviles “Apalabrados”. Otra opción es realizar juegos en familia. Consideren las siguientes propuestas:

- En el "juego de las preguntas" una persona piensa en una palabra que los demás participantes deben adivinar con la ayuda de una cantidad determinada de preguntas. Puede preguntarse el color; si es un animal, vegetal o mineral; si hay uno en la casa; etc... Pregunta por pregunta, se va reduciendo el campo de posibilidades.

- Otro conocido juego se basa en escribir palabras de determinadas categorías o "familias" (por ejemplo, animales, marcas, comidas, ciudades, etc…) Se elige al azar una letra del alfabeto y los participantes deben escribir la mayor cantidad de palabras que comiencen con esa letra en cada categoría, en un fragmento de tiempo limitado.

- Otra opción es el "juego del paseo": lleve a sus hijos a dar un paseo y proponga "nombremos todo aquello que veamos que comience con la letra B", o "nombremos todo aquello que veamos color azul"; etc...

- Por último, un recurso divertido son las rimas. Por ejemplo, una persona dice "estoy pensando en una parte del cuerpo que rima con corazón" y las demás deben responder (riñón, pulmón, etc...) O se pueden pedir palabras que rimen con una en particular: ¿qué palabras riman con "vaca"?; etc...

Conversación y Escritura: para sentirse cómodo con una nueva palabra, es fundamental que un niño la utilice, incorporándola a su escritura y a sus conversaciones. Esta también es una manera de practicar la dicción y la ortografía. Memorizar una lista de términos no es suficiente, porque -bajo ese método- las palabras no se vuelven parte de su vocabulario, sino que se perciben como algo extraño. Para internalizarlas, es preciso escucharlas y leerlas regularmente. Las conversaciones y mensajes de los padres a sus hijos son muy influyentes. Si usted habla y escribe siempre con las mismas palabras, resultará más difícil -y menos motivante- para sus hijos incorporar nuevas.
            Todas estas actividades apoyan la educación que su hijo recibe en la escuela, pero desde otro enfoque. Lo importante de estas técnicas es que el niño no las perciba como algo formal (como los ejercicios de la escuela), sino que se divierta haciéndolas.
            Cada palabra que su hijo aprende a comprender y a utilizar apropiadamente se incorpora a sus habilidades cognitivas y amplía su capacidad de aprendizaje y razonamiento. Las palabras se utilizan para comunicar ideas. Por lo tanto, mientras más palabras poseamos en nuestro vocabulario, más -y mejores- ideas podremos comunicar. Además, adquirir nuevas palabras nos permite ganar control sobre nuestro proceso de aprendizaje y sobre nuestra creatividad. 
            Todos conocemos la frustración de no tener la palabra correcta en el momento en que la necesitamos. Igual de frustrante es leer un texto y encontrarnos con términos cuyos significados desconocemos. Esto -que le sucede hasta al más experimentado escritor- con más razón le ocurre a un niño, cuyas limitaciones de vocabulario son más amplias. Por ello, es fundamental comenzar a desarrollar el vocabulario a una temprana edad.
            Un vocabulario amplio y preciso es una de las principales herramientas para tener buenas conversaciones y una correcta escritura. ¿No es ésta una excelente forma de enriquecer a su hijo?

domingo, 7 de abril de 2013

Esperando a Godot: lo absurdo de la existencia





Título: Esperando a Godot. Autor: Samuel Beckett. Director: Joan Font. Intérpretes: Gregor Acuña, Javier Centeno, Manuel Rodríguez, Oriol Boixader y Jasio Velasco. Escenografíay vestuario: Curt Allen Wilmer. Música: Oriol Boixader. Iluminación: Joan Font. Lugar: Teatro de Rojas. Fecha: sábado, 6 de abril. 


Esperando a Godot, Samuel Beckett (Dublín, 1906-París, 1989). Metáfora válida para tiempos difíciles, tanto los de su composición, la postguerra mundial o los de hoy. “¿Y si nos ahorcamos?”, se preguntan los personajes. No lo hacen. Esperan a Godot. Esta expresión, este aldabonazo, supone, creo, la recapitulación o el corolario de la obra. Es el avance hacia el final pero también la conexión con el principio. La acción, absurda, es circular, no hay salida, hasta el último momento de la representación observamos una situación sin sentido, y hasta el humor –no olvidemos que el propio autor siempre afirmó haber escrito una obra para clowns- adquiere matices tétricos de implicaciones metafísicas.
            En la versión de Font, los clásicos Estragón o Vladimir se convierten en Didi y Gogo, dos vagabundos sin memoria que pasan el tiempo en un espacio circular, un circo destruido, donde hablan y esperan a Godot, que nunca llega. No pierden la esperanza de que su venida los saque del apuro de su angustia existencial. Pero nunca se hace presente. La existencia sin creencias y sin acción se convierte en aburrimiento y lo combaten mediante el lenguaje, mensajes con ruptura de la lógica y cambios de universo de discurso, disertaciones absurdas. Es la nada. Luego aparecen Pozzo y Lucky, domador y esclavo (unidos por relaciones sado-masoquistas que no se rompen ni siquiera cuando Pozzo queda abocado a la ceguera), y parece que el tedio se alivia y la espera se hace más llevadera. Sin embargo no hay lugar para la esperanza ni siquiera cuando un mensajero de Godot anuncia que este tal vez venga mañana.
            En una obra sin argumento, tenemos que recurrir a las referencias simbólicas para penetrar en su esencia. Así encontramos el espacio vacío de una plaza o un camino, un árbol, y el anochecer. Tres elementos altamente simbólicos en el marco de la desnudez casi absoluta del decorado: un camino-plaza-espacio que se sucede a sí mismo, que no sabemos de dónde viene ni adónde va; un árbol que simboliza a la vez la condena (no olvidemos la importancia del árbol del conocimiento del bien y del mal y la referencia al ahorcamiento), aquí manifestada en la tendencia constante al suicidio, pero también la redención (el madero de la cruz). Y la noche, el tiempo de la ausencia de la luz, de la oscuridad, la dificultad existencial de encontrar salidas a la vida. Los personajes principales de esta obra esperan. Esperan al pie del árbol en una radical soledad e incomunicación que no pueden disipar ni la compañía (puramente formal) ni el diálogo (que en vano intenta ahuyentar el silencio y el sinsentido). Al final de la obra siguen esperando entre la alternativa de un Godot que nunca llega y un suicidio que nunca se consuma.
            Esperando a Godot es una obra magistral que hay que ver bien despiertos, pues en ella se nos plantean  preguntas radicales: ¿Dónde iría yo, si pudiera ir a alguna parte? ¿Qué sería, si yo pudiera ser algo? ¿Qué diría, si tuviera una voz? ¿Quién soy, si el otro existe? ¡Ahí es nada! Estamos ante el problema del sentido y del destino, expresado plásticamente en el caminar o en la inmovilidad y la clausura; el problema de la realización personal de quienes se ven abocados a la nada; el problema del decir, del lenguaje y de la comunicación y, finalmente, la gran cuestión de la alteridad, de la apertura al otro que me define pero que, en la imposibilidad comunicativa, me condena a la soledad. Por todo ello, el texto de Esperando a Godot proclama la inutilidad de las cosas y abunda en los temas recurrentes de la separación y el suicidio, para cifrar toda esperanza en algo que ni siquiera saben de qué se trata, porque si llega Godot "Nos habremos salvado". Aunque Godot no llega, porque no hay salvación posible.
           
Conviene tener alguna referencia del autor. Samuel Beckett es una de las cimas de la creación literaria en el siglo XX. Su teatro del absurdo es una manera de ver el mundo que va más allá del teatro existencialista de posguerra que aún conserva ideas, mensajes, encarnaciones dramáticas de planteamientos filosóficos. Con Beckett, y también con Ionesco, los recursos dramáticos se ponen al servicio de una experiencia central que parte del existencialismo: el hombre es un “ser-ahí” arrojado y abandonado a la existencia. No hay lógica en el mundo, y la vida está continuamente amenazada por la muerte. Somos “seres-para-la-muerte”, había dicho Heidegger.
           
La versión que nos propone Joan Font está muy pegada al suelo de nuestra realidad  "caótica, absurda, surrealista, cruel", pero que, en vez de trágica, se puede ver como "terriblemente" cómica al retratar seres incapaces de poner orden en nuestros asuntos y de avanzar coherentemente. Una apuesta muy mediterránea y muy “Comediants”, muy teatral y muy circense, en la que el género humano se desploma y se cubre de polvo, como el que emergía de la destrucción de las torres gemelas. Una escenografía que pone el punto en un espacio decadente, una luz cálida y unos movimientos de actores equilibrados, pese a la pose de clowns en la que se los enmarca, como personajes de un circo destruido. Geniales Gregor Acuña y Javier Centeno y sublime la labor de Oriol Boixader (Lucky)  y Manuel Rodríguez (Pozzo), así como la de Jasio Velasco, el mensajero enviado por Godot. Si la labor actoral es sobresaliente no lo es menos la interpretación musical que realizan en directo los actores-músicos. La música es un personaje más en esta propuesta escénica e introduce una emoción que quizá sea el Godot que salve nuestra existencia.
            Excelente acierto, una vez más, del teatro de Rojas con la programación de este espectáculo tan propio para nuestro mundo y con tanta calidad teatral. Y una lástima que los toledanos, que tanto parecen preocuparse de boquilla por la cultura, no llenaran el teatro en una manifestación artística de tanta altura como la de esta obra y como la de todas las del ciclo de Teatro Contemporáneo. ¡En el teatro de Rojas se ofrece cultura de la buena! ¡Aprovéchese!