miércoles, 1 de mayo de 2013

¡Todos a una!, como en Fuenteovejuna


No he de callar por más que con el dedo,
ya tocando la boca o ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo.
¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?
Hoy, sin miedo que, libre, escandalice,
puede hablar el ingenio, asegurado
de que mayor poder le atemorice.

Francisco de QuevedoEpístola satírica y censoria contra las costumbres presentes de los castellanos, escrita a Don Gaspar de Guzmán, conde de Olivares, en su valimiento.



El país está para pocas celebraciones, y menos para que prediquen a la gente ilusión paciencia o esperanza. Mandangas, las mínimas. Con la esperanza, la ilusión, las ideas y las palabras sin hechos no se come, no se vive, no se paga el autobús, la luz, el agua o las medicinas. A los ciudadanos hay que darles de comer y medios para vivir dignamente y un sistema justo en el que desarrollarse. Hay que darles hechos, pues de palabras ya estamos llegando al colmo de la paciencia. La sociedad que reivindica, dicen que ladra; la que protesta porque quiere más justicia, dicen que acosa; la que reivindica es llamada insolidaria; la que lucha es tachada de violenta; al escrache lo tratan ya casi como delito, o sin casi. Quieren ovejas modorras, sí, personas modorras, como si tuvieran los sesos hechos agua, para crear seres tontusos, aislados del resto de la sociedad y dando vueltas sobre sí mismos, como ausentes de lo que ocurre a su alrededor. No estamos para fiestas, menos para festejar el trabajo, si acaso para reivindicarlo en masa en un tiempo donde el desempleo alcanza el desastre de los trabajadores –que pierden empleo- y en cambio la ganancia empresarial no baja. Algo pasa y no quieren que nos enteremos del todo, para que siga pasando lo que pasa. Los hechos están siendo hachas para cortar o encarecer hasta el aire que se respira. En el espejo de la reflexión, en el que se reflejan los procesos sociales, lo que pasa en la calle, veo resignación, desaliento flojedad, desánimo, debilidad, una cierta flema, imperturbabilidad, mansedumbre, acatamiento, a veces rendición y otras sumisión, demasiada docilidad, bastante dejación, mucho conformismo, aguante, pasividad, aquiescencia, estoicismo en muchos con la infame manía de pensar, impavidez, imperturbabilidad, desaliento, indiferencia, casi un estado catatónico. Y echo de menos, también en mí mismo, valores y acciones más activos, que ayuden a revertir el estado de malestar y de indecencia al que nos llevan los poderes universales que nos gobiernan. Quisiera ser y ver más desobediencia, rebelión, alguna insubordinación-que-¡ya-está-bien!, indisciplina, indocilidad, un poquito de insolencia, más agitación, una actitud de rebeldía que vaya más allá de la resistencia, disconformidad o inconformismo ante quien nos obliga permanentemente a poner la otra mejilla y nos pide confianza o nos quiere dar esperanza, audacia, osadía, temple, atrevimiento, empuje, entereza para luchar por los principios justos, desenvoltura, inquietud, descaro, una bizarra valentía y voluntad, mucha voluntad y sano juicio. Hechos y razones de la mano. Y conciencia, hay que tener conciencia clara, pues con poco que hagamos o digamos vendrán los adalides del poder a hacernos creer que nuestra es la culpa. ¡Hermoso y desgraciado invento el de la salsa estructural de la culpa! Esto que escribo hoy ni es maquinación ni es poesía, es un puro y simple fluir de mi conciencia y una confesión pública, si cabe, de mi propio asombro y de mi consternación ante el abandono social al que se está llevando a las personas, a las que hasta se les cercena la capacidad de repuesta, porque son ellas las que ¡tienen la culpa! Algo podemos hacer, algo debemos hacer, algo tenemos que hacer, de abajo a arriba, todos a una, como en Fuenteovejuna.

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