jueves, 24 de mayo de 2007

LA CARPINTERÍA TOLEDANA

Quiero relatar un cuento fantástico con el que me sirvo de metáfora para decir lo que pienso de cómo debe funcionar un alcalde y sus concejales en las nuevas corporaciones que se constituyan. El relato dice lo siguiente:
“Cuentan que en una carpintería toledana hubo una extraña asamblea... Fue una reunión de herramientas, que eran conscientes de sus diferencias, pero sin haber hablado nunca de ellas, y pretendían arreglarlas.
El martillo pretendió en principio ejercer la presidencia, pero la asamblea le notificó que tenía que renunciar, ya que se pasaba todo el tiempo haciendo ruidos.
El martillo aceptó “su” la culpa, pero pidió que fuera expulsado el tornillo, argumentando que había que darle demasiadas vueltas para que sirviera.
El tornillo aceptó a regañadientes el ataque, pero exigió la expulsión de la lija. Señaló que era áspera en su trato y tenía fricciones con los demás.
La lija, aunque no tenía mal concepto de sí misma, estuvo de acuerdo en lo de las fricciones, pero exigió que fuera expulsado el metro, que se pasaba el tiempo midiendo (evaluando los quehaceres) a sus compañeros, como si él fuera perfecto.
En estas andaban, cuando entró el carpintero y se puso a trabajar. Utilizó el martillo, la lija, el metro y el tornillo. En poco tiempo logró que la tosca de madera se convirtiera en un hermoso mueble.
Cuando la carpintería quedó nuevamente sola, la asamblea reanudó la deliberación. Al conjunto de herramientas que habían hablado se incorporó el serrucho, al que todas consideraban el más agresivo. Y fue entonces cuando el serrucho dijo:
- Compañeras y compañeros de faena, ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero, que es sabio, ha trabajado con nuestras mejores cualidades. Y eso nos hace valiosos. Así que vamos a dejar de mirarnos el ombligo, vamos a dejar de ver la paja en el ojo ajeno y no pensemos en nuestras fallas…, concentrémosnos mejor en la utilidad de nuestros méritos.
La asamblea, despojada de egoísmos y de egocentrismos, pudo ver entonces que el martillo es fuerte, el tornillo une, la lija pule asperezas y el metro es preciso. Las herramientas se vieron como un equipo capaz de producir muebles de calidad. Esta nueva mirada de las herramientas sobre sí mismas las hizo sentirse orgullosas de sus fortalezas y las capacitó para trabajar juntas. No fue necesario echar a nadie”.

Algo así, como en el cuento, es lo que yo quiero para el equipo que lleve mi ciudad hacia el progreso.

martes, 8 de mayo de 2007

TOLEDO. CULTURA Y PROGRESO

La UNESCO, en la “Declaración de México” de1982, declaró que …la cultura da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo. Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos. A través de ella discernimos los valores y efectuamos opciones. A través de ella el hombre se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea obras que lo trascienden.

Por eso, es necesario que todas las políticas, y especialmente aquellas que más en contacto están con los ciudadanos, tengan claro que la cultura es un índice de progreso y de desarrollo y nunca se debe dejar al albur de la ocurrencia circunstancial, de la pasividad absoluta o de la permanente quietud de quien sólo es capaz de mirar hacia atrás para contemplar lo mucho que se progresó en los siglos pasados.

Toledo, desde una perspectiva de concepto cultural institucional, frente a muchas ciudades de su entorno, quizá ha adolecido de este mal, el de mirar tanto su propia excelencia que ha olvidado el dinamismo de la innovación y del avance. Ha faltado reflexión, aunque no sea más que para tener conciencia de lo que afirmaba la UNESCO en 1982 sobre la “búsqueda incansable de nuevas significaciones y la creación de obras que trasciendan”. Si esto ha ocurrido así no es por mala intención, sino por la torpeza y la falta de concepto de quienes debieran ir un paso por delante.

No concibo, como Althusser, que el ámbito de la ideología sea el principal componente de la cultura, ni que ésta sea un reflejo de los intereses de la élite, ni que sea a través de los aparatos ideológicos institucionales como se reproduce en el tiempo. No, la cultura la pienso como el máximo exponente del dinamismo social, al que la institución (pública o privada, ideológica o no) tiene que ayudar a hacer camino, pues, parafraseando a Machado, sólo “se hace camino al andar” y sólo es posible avanzar si rompemos el estado de quietud.

En este sentido, un ayuntamiento que se precie de buscar lo más adecuado para sus ciudadanos debe tener un concepto cultural progresista y no “quietista”, y considerar el valor de la cultura como componente estratégico para el logro de un desarrollo integral en el que las diferencias culturales dejan de ser consideradas como obstáculos para ser apreciadas como oportunidades.

jueves, 3 de mayo de 2007

TOLEDO SIGLO XXI


Toledo es una ciudad antigua que no debe renunciar a ser moderna. Conservar vivo el pasado no es estar encadenado a él. Una ciudad conscientes de sus valores, de su historia, de su posición en el mundo y de su progreso debe apostar por la innovación y apertura; debe vivir un compromiso con lo local y con lo global y mantener el equilibrio entre un escenario antiguo y uno moderno, con la conservación y con el desarrollo.

Las personas que viven Toledo, ya sean quienes la habitan o quienes la visitan, deben tener garantizado el “derecho a la ciudad”: un marco de bienestar saludable, el disfrute de un paisaje urbano de calidad, capaz de generar experiencias enriquecedoras y no la situación estrecha y oscura donde sólo habita el olvido o la nostalgia del pasado.

Es preciso la revisión de los espacios públicos para dotarlos de un paisaje escultórico-cultural que ponga de manifiesto valores ciudadanos, como han hecho otras ciudades: León, Oviedo, Palencia, Cáceres, Granada, Santander, Y no digamos Valencia, Madrid o Barcelona. (Por ejemplo, si en Zocodover hubiera una escultura de una persona leyendo un libro, estaríamos haciendo un homenaje a la lectura y creando la posibilidad de que muchas gentes que nos visitan se hicieran la foto con una persona con un libro abierto, lo mismo que se hacen la foto con el Cervantes orgulloso del Arco de la Sangre).
Una ciudad educa desde la cultura que se ve a diario y la que se ofrece en sus museos y sus instituciones. ¿Donde está la modernidad en Toledo? Valdepeñas, que es una excelente localidad manchega, tiene más propuestas de arte moderno públicas y permanentes que esta ciudad con dos mil años de historia, pero que parece omitir la creatividad de los siglos XX y XXI.
Toledo necesita el milagro democrático y laico de un liderazgo cultural y ciudadano que abandone los bandazos bondadosos de las ocurrencias. Necesita sistema y sostenibilidad cultural con planes que impliquen activamente a las personas durante largo tiempo.
Hay que valorar a El Greco y su arte, a Garcilaso y su literatura, pero también todas aquellas manifestaciones culturales estructurales y circunstanciales que hacen una ciudad –y a sus ciudadanos- hija de su tiempo, producto de su desarrollo y comprometida con su futuro.