miércoles, 18 de julio de 2012

Que se jodan

Artículo publicado en noticiasdigital.es
Ciertamente, ¡que se jodan! Palabra parlamentaria de moda. Pero no que forniquen, sino que se fastidien, que se dañen sus derechos, que se lesione su vida. ¡Que se jodan! Sí, la manifestación de un deseo desde un tono prepotente, achulado, malvado, malintencionado y malicioso. La expresión malsonante no dice nada en sí, su fuerza está en la intencionalidad que manifiesta quien la pronuncia. La forma de pronunciar y el fondo y el contexto de acto ilocutivo de la parlamentaria muestran una intención evidente y un estado de su ideología y su pensamiento, individual y grupal, muy bien definido en ese ¡que se jodan! A poco que nos descuidemos, estos mandamases nos “joden vivos”. Son así, PP en esencia y Fabra en sustancia, hijos de la lotería. En ese ¡que se jodan” estamos todo el pueblo incluido. Nos jodemos los que padecemos una sanidad que camina hacia el puro negocio; nos jodemos los dependientes que ya no tenemos de quien depender; nos jodemos los funcionarios como monos del pim, pam, pum; nos jodemos los estudiantes hacinados en las aulas; nos jodemos los profesores tratados como esclavos; nos jodemos los médicos entre la espada del patrón y la pared del paciente; nos jodemos los que tenemos que pagar un IVA abusivo; nos jodemos los engañados po la banca con sus “preferentes”; nos jodemos los que tenemos nómina; nos jodemos los parados; se jode, por encima de todo, la cultura. ¡Se joden tantas cosas! Aquí solo joden de verdad los que tienen buen papo: los banqueros, los que guardan la pasta en las sicav, los ricos de toda la vida, los caciques y los peperos del poder. Tiene mucho fondo ese infame ¡que se jodan! de la hija diputada del cacique levantino. Ella ha sido el instrumento final de una expresión de “clase”, pensada por todos los de su clase. Ahí hay burla y desprecio, hay rechazo y oposición, hay también frustración, incluso hay algo de sentido imperativo. Pues sí, con la política y las decisiones de esa “clase” dominante el pueblo, la gente, los individuos, las personas que no formamos el círculo de los ricos, estamos “jodidos”, fastidiados, enfadados, irritados, molestos, quebrantados, apurados y angustiados. Y estamos así, porque los correligionarios de la susodicha parlamentaria malhablada nos están llevando a una situación “muy jodida”, en la que cada uno va a tener que apañárselas como pueda y de aquí a un tiempo “las vamos a pasar más jodidas aún”. Para estos la jodienda no tiene enmienda, así que tendremos que jodernos, porque nos han jodido los planes para hacer una vida lógica y ¡a joderse tocan! Algunos que votaron a estos genios ya dicen: “la jodimos” o “jodó petaca”, y los más cursis dicen “jolín”. Está claro, me jode escribir estas cosas, pero no me queda más remedio, porque ¡joder, qué tropa! Se han propuesto jodernos y espero que alguna vez el pueblo se una y se lleven un chasco y al menos podamos decir: “¡jodamos, que todos somos hermanos!”.

martes, 17 de julio de 2012

Cómo catar un queso



Me encanta el queso. Mi amigo Manuel Julián me recomienda una cata y algunas maneras de "atacarla" y yo la hago mía y de quienes me quieran leer.



Quien más y quien menos sabe reconocer un buen vino o saborear un jamón ibérico. Son muchos los productos que se someten al examen de los paladares más exigentes. Catar ha pasado de ser un oficio a convertirse en todo un arte. 
El queso es una de las estrellas en una cata: su amplia gama ha conseguido llamar la atención de los más entendidos. Percibir sus aromas, analizar sus texturas o explorar su aspecto, sólo nos costará poner en atención los cinco sentidos. Para reconocer dónde está la calidad, tomad nota de cómo hay que catar un queso.
Vista
Si miramos con atención, apreciaremos su corte y su aspecto. Por fuera analizaremos la forma, la corteza y el tamaño. En el interior descubriremos el color de la pasta. Comprobaremos que los quesos de cabra son blancos, aunque los maduros pueden mostrar un ligero color beige; los de vaca, marfil; y los de oveja se presentarán en blanco hueso. La intensidad del amarillo se manifiesta más en los animales que pastan en los prados. En los quesos azules la pasta es de color blanco con vetas verdes azuladas. El tamaño, la forma y la cantidad de ojos indicarán si ha tenido una buena fermentación. Los buenos quesos de leche cruda poseerán ojos pequeños, redondos, brillantes y ligeramente aplastados.
Olfato
Acerquemos la nariz y percibamos su olor y su intensidad. Ésta puede ser baja, como en los quesos frescos de vaca, o muy alta en el caso de los azules. Una vez que lo hayamos olido, identificaremos la familia a la que pertenecen y sus condimentos: lácticos (yogur, mantequilla, nata (crema de leche)...), florales (miel, rosa, violeta...), vegetales (hierba, heno, verduras...), especias (clavo, nuez moscada, menta...), afrutados (cítricos, manzana, frutos secos...), torrefactos (caramelo, vainilla, café, chocolate) y animales (establo, estiércol, cuajo...). Apreciar estos matice requiere mucha práctica.
Gusto
Es lo principal. Con nuestro paladar apreciaremos la firmeza, la deformabilidad, el grado de adhesividad y la friabilidad (capacidad que tiene para desmenuzarse). Durante la degustación y al final de la misma, también percibiremos su granulosidad y su solubilidad (rapidez que tiene en fundirse). 
Textura: puede ser fina, como en las tortas y otros quesos blandos, arenosa, típica de ciertos quesos azules como el Cabrales y granulosa. Por último, el grado de humedad: si necesitas producir mucha saliva para poder tragar es porque estás ante un queso con un grado muy bajo de humedad.
Degustación
Experimentaremos una serie de sensaciones con las que captaremos el aroma. Para ello, debemos masticar durante unos segundos manteniendo la respiración y luego liberando el aire por la nariz a rachas con la boca cerrada, con el fin de que los aromas y la intensidad aparezcan. Estos aromas los identificaremos de la misma manera que lo hacemos con los sabores; en la boca. El dulce y el salado en la parte baja, el sabor ácido en los laterales y el amargo en la parte alta y hacia el centro. En la cavidad bucal también percibimos sensaciones irritantes y agresivas como es el picante.
Al final de la degustación nos quedará el "regusto" o gusto residual. Este diferirá de los sabores que hemos experimentado mientras masticábamos. El tiempo que permanece el sabor en la boca puede ser breve, si dura menos de tres segundos; medio, entre diez y quince segundos; y largo, si persiste más de treinta segundos.
Tacto
Reconocer su textura externa es la función del tacto. Diferenciaremos entre la gomosidad, que se manifiesta en quesos como el Emmental (cuya consistencia plástica se hace maleable después de un cierto esfuerzo) y la pastosidad, que posee un carácter más adherente y harinoso.
Oído
Aunque resulte extraño, también juega un papel en la cata. Reconoceremos un queso con "cristales" si al masticarlo lo oyes crujir; éste es el caso del Parmesano.
Espero, lectores, que el próximo queso os sepa a ¡gloria!

martes, 10 de julio de 2012

Y el demonio se hizo carne...



Columna publicada en noticiasdigital.es
La realidad nos está mordisqueando los calcañales. Algo huele a podrido cuando no se sabe qué fuerzas fantasmagóricas obligan a abrir la planta de un hospital público toledano porque están atascados los pasillos de las urgencias con los enfermos encamados. Apesta que se estafe a quienes, llevados de su confianza en el profesional bancario, no leen la letra pequeña de las “preferentes” que les vendían en su oficina de la Caja “de toda la vida”. Esto de la corrupción no es cosa ya solo de los consejos de administración de las entidades financieras, sino de quien está a pie de calle codiciando “bonus” y engañando  ¿se puede decir así? a personas indefensas que les confiaban sus ahorros.  ¡Pero aquí al trullo no va nadie! Esto hiede a sudor de yegua cuando te enteras de que una marquesa afirma que habrá que plantearse eso de que estudien todos. Asfixia comprobar que a un ministro de Educación no le amarga la boca cuando dice que las familias que no tienen dinero para estudiar es porque no se quieren privar de otras cosas. El turismo de superlujo, sin embargo, sigue creciendo. Esto no es una crisis económica, es una pantalla para ocultar la crisis ética y moral que crece como la gangrena de arriba abajo de la pirámide. Se puede hablar de este capitalismo desenfrenado como asesinato en masa, de gota malaya, para aniquilar a la humanidad. Y mientras, quien te dio el préstamo te desahucia y se queda con el caldo y con las tajadas. Y el poder, verdadero sacerdote de la nueva religión impía, dice que esto es bueno, que el recorte es justo y necesario y que hay que tener paciencia para sufrir los rigores, que serán abundantes y duraderos. Parece que el demonio se hizo carne y habita entre nosotros y quiere crear una comunidad de infames. Veo cómo los buitres nos pican los pies, nos desgarran los zapatos y los calcetines, llegan a con el pico a la carne; no encuentro la manera de ahogar al buitre que me toca, de espantarlo; quiere saltar a mi cara; sacrifico los pies. Todos tenemos que ser un cuerpo único, para, cuando venga el buitre a picotearnos la lengua, tragárnoslo y que se ahogue en nuestra sangre. ¡Qué kafkiano está el mundo! Un botellón universal no salva una civilización. Mayo del 68 no era una quimera. Hoy ya no es posible hacer la revolución tocando la guitarra en un parque. Nos toman el pelo y nos dejamos. Nos cuentan mentiras y nos las creemos. Nos dan de bofetadas y sentimos el síndrome de Estocolmo. La razón lógica se hace trizas. ¡Qué tragaderas tenemos! ¡Qué debe pasar para que una sociedad ciega reaccione para salvarse! No es ya el estado del bienestar, son los puros derechos humanos a la educación, a la salud, al trabajo, a la vivienda, a la vejez,…a la dignidad, lo que se está poniendo en entredicho; y la vida no es noble, ni buena, ni sagrada. La realidad nos mordisquea los calcañales, mientras un viento de silencios ahoga las tabernas, los barcos y los jardines, y las plantas de los hospitales hay que abrirlas por órdenes que no se sabe de dónde vienen para deshacinar los cuerpos que impacientan horas en los pasillos. El demonio del dinero y la codicia se hizo carne y habita entre nosotros.