jueves, 23 de octubre de 2014

QUIERO UN BUEN LÍDER OPTIMISTA.


Cuando nos dicen "¡No seas pesimista!", solemos responder "No soy pesimista, soy realista." Consideramos al "realismo" una virtud que no poseen quienes son optimistas. Pero, para ser líderes efectivos, el realismo no siempre es una virtud... Si antes de la batalla el líder dijera: "existe la posibilidad de que perdamos"... ¿Alguien le seguiría?

Una de las principales tareas de un líder, es obtener el esfuerzo y el compromiso de las personas tras un objetivo. Pero, ¿por qué alguien se esforzaría y comprometería... si no es por un futuro mejor? Las personas siguen a un líder, cuando éste les muestra posibilidades de éxito.

Algo que tiene que saber todo líder es que su influencia no depende tanto de los hechos que asevera... como de las emociones que despierta. Aunque no parezca algo prudente de hacer, tendemos a creer con más facilidad en aquello que queremos creer y que nos hace sentir bien. Una persona sólo puede liderar a otras, si cree -y lleva a creer- que se puede cambiar algo en sus vidas. Las personas no siguen a alguien pesimista, porque sienten que puede abandonarlas... tal como abandonó sus esperanzas!

Los mejores líderes son aquellos que creen profundamente en el cambio y saben que las circunstancias -por más adversas que sean- son momentáneas, no permanentes. Consideran los problemas como desafíos, extraen lo positivo de lo dificultoso y se sienten motivados por un sentido de logro y superación.

Creer en un resultado obliga a una persona a comprometerse proactivamente con el proceso de alcanzarlo: quien muestra un futuro mejor, debe hacer todo lo que esté a su alcance para lograrlo. El optimismo construye confianza en un líder, porque trasmite responsabilidad y compromiso. El pesimismo -por el contrario- es una actitud reactiva: es una forma de renuncia y -como tal- demuestra una falta de compromiso con las circunstancias.

Por supuesto que sería una tontería ignorar los problemas que se viven. Pero estar bien informado y comprender los riesgos que se enfrentan, no significa aceptar un pronóstico fatídico (por ejemplo, reconocer que se tiene un alto índice de colesterol, no significa asumir que se sufrirá un paro cardíaco).

Los líderes efectivos reconocen la realidad, la interpretan perfectamente, pero no se acobardan con las amenazas del entorno. Como vimos, triunfar sobre una adversidad es la más alta motivación que sienten estos líderes. Las personas más optimistas no son aquellas que menos problemas tienen, sino quienes han enfrentado las mayores dificultades y las han superado.

Para ser creíble, el optimismo de un líder debe estar acompañado de cuatro elementos:

Valor: el líder debe ser el primero en enfrentar lo desconocido, despejar dudas, vencer miedos y n desafiar la derrota. Necesita dar un ejemplo de capacidad a sus seguidores.

Trabajo: la única manera de volver realidad aquello en lo que creemos es trabajando. Si un líder no se esfuerza, perjudicará su credibilidad, ya que las personas terminarán decepcionadas.

Flexibilidad: el optimismo no debe ser ciego. Si estaba equivocado, el líder debe reconocerlo y tomar un nuevo camino. Quien persiste en una estrategia errónea, pierde credibilidad.

Humildad: el optimismo tampoco debe ser sordo. El líder debe ser lo suficientemente humilde como para escuchar los mensajes de advertencia de quienes son más escépticos.

Es cierto que dar falsas esperanzas es malo, pero mucho peor es no dar a las personas la oportunidad de creer en ellas mismas

Las organizaciones buscan líderes que demuestren confianza y entusiasmo en su capacidad y en la de los demás, que apoyen la voluntad de las personas, que proporcionen los medios necesarios, que se mantengan apasionados a pesar de los obstáculos y que muestren un camino de bienestar. El optimismo es una forma de influencia que ningún líder debería ignorar.