sábado, 16 de marzo de 2013

Tomar el Rojas por asalto… con las palabras


Éxito de Juan Diego Botto en el teatro de Rojas de Toledo con “Un trozo invisible de este mundo”

Astrid Jones, Sergio Peris-Mencheta y Juan Diego Botto

Título: Un trozo invisible de este mundo. Autor: Juan Diego Botto. Dirección: Sergio Peris-Mencheta. Intérpretes: Juan Diego Botto y Astrid Jones. Escenografía: Sergio Peris-Mencheta y Carlos Aparicio. Diseño iluminación: Valentín Álvarez.

Juan Diego Botto ha triunfado como autor en el Teatro de Rojas de Toledo con “Un trozo invisible de este mundo”, un conjunto de cinco monólogos, bajo el título de “Arquímedes”, “Locutorio”, “Carta al hijo”, “Turquito” y “El privilegio de ser perro”, interpretados por él mismo y por Astrid Jones.
            Teatro de la realidad. Se trata de narrar lo que ocurre, lo que se piensa o lo que se siente. Espectáculo que surge de la necesidad de exponer el compromiso que el autor tiene con la sociedad, que se hace extensible al que debieran tener todas las personas con sano juicio y mente crítica ante la injusticia patente que nos rodea.
            Juan Diego Botto nos ofrece un texto en el que no hay palabrería  superficial, todo es mensaje. Nada de charlatanería ética, romanticismo o falta de realismo, todo realidad y experiencia de la que tenemos noticia. La realidad se resuelve en puro documento, no en símbolo, y toma forma en la palabra que cuenta, en el gesto que evoca, en el tono que dramatiza y en la fuerza escenográfica de la cinta sinfín que no deja de escupir maletas. Mensaje crudo, ético pero no ideologizado, en el que se aprecia el ser y el sentir y la soledad que tiene que saber resolver cada individuo en sus circunstancias. Fondo y forma, estética e ideas se complementan; y el conjunto lleva al espectador más a la reflexión que a la enseñanza.
             “Un trozo invisible de este mundo” es la realidad contada con palabra esencialmente dramática. Cinco historias conmovedoras que se singularizan por contenido, su lengua, su tono y el contexto escénico y se unen por el tratamiento de temas candentes como la injusticia, el desarraigo, la marginación, la violencia del poder o la nostalgia y por una línea interpretativa extenuante, emotiva, plena de matices y abundante en cambios de registro.
            El texto de Juan Diego Botto no es propiamente teatro de protesta como el de Piscator, tampoco apunta a la cabeza de los burgueses y de los poderosos del sistema de injusticia en que vivimos, como haría Brecht, está quizá más cerca del existencialismo comprometido de Camus, quien desarrolla un humanismo fundado en la consciencia del hombre y sus acciones, que nos instala en la reflexión humana ineludible y nos hace cuestionarnos nuestra propia acción vital, en tanto que individuos o corresponsables solidarios de un grupo humano.
            Teatro necesario para despertar una sociedad modorra y amorfa. Es una apuesta seria y valiente esta coproducción de Cristina Rota y el Teatro Español, para zarandear las conciencias en un momento como el actual en el que hay que gritar las verdades. Lo importante es el ser humano y da la sensación que estamos perdiendo el norte.
            La idónea escenografía y la acertadísima dirección de Sergio Peris-Mencheta, con la colaboración necesaria y de alta escuela de Juan Diego Botto y Astrid Jones, han levantado un espectáculo teatral in crescendo que ha terminado con los espectadores del Rojas en pie y con un cálido, sentido y prolongado aplauso.

viernes, 8 de marzo de 2013

Transición, una lección amable de la historia reciente de España


El teatro de Rojas comienza la temporada de primavera.
Transición, una lección amable de la historia reciente de España



Título: Transición. Autores: Alfonso Plou y Julio Salvatierra. Dirección: Carlos Martín y Santiago Sánchez. Intérpretes: Antonio Valero, Elvira Cuadrupani, José Luis Esteban, Balbino Lacosta, Álvaro Lavín, Carlos Lorenzo, Eva Martín y Eugenio Villota. Iluminación: Luis Perdiguero. Vestuario: Elena Sánchez. Música: Mariano Marín. Proyección audiovisual: David Bernués.

Transición, un proyecto coproducido por el Centro Dramático Nacional y las compañías L’Om‐Imprebís, Teatro Meridional y Teatro del Temple, supone un baño de realidad; una amable lección de la historia reciente de España no exenta de su drama, su comedia y su tragedia; un “florido pensil” de los tópicos y del imaginario de la época en la que nació la “era democrática”; un paseo por la música y los gestos de un tiempo que perdura en el recuerdo; una visión ética de un hombre (Suárez) que supo jugar sus cartas, especialmente la última, su dimisión; una pincelada crítica al conjunto de los políticos más que al universo de la política; un pasado que es presente y un presente deudor del pasado que aventura el futuro.
En Transición encontramos la España del “harakiri” de las Cortes franquistas, la de los asesinatos de Atocha y del terrorismo, la de las primeras elecciones, la España cañí de Carmen Sevilla o los anuncios de época, la España de las canciones de Cecilia, la España política de Suárez con su ascenso, su permanencia en el gobierno, su dimisión y su presente de senectud con el mal de Alzheimer.
            La obra está muy bien articulada, con el ritmo dinámico que ofrece la dramaturgia y con el continuo desdoblamiento de personajes que hacen correr el tiempo hacia atrás o hacia adelante según el discurso se presente como realidad o como ficción. La funcionalidad de la propuesta escénica, que favorece los continuos cambios de plano, y la permeable flexibilidad de los actores para metamorfosearse en una u otra identidad con estudiados cambios de gesto y con una expresión corporal perfectamente trabajada, sirven para expresar con más contundencia el mensaje que se representa.
            El texto juega con el humor, que va de lo más simple a lo complejo y luego avanza y alcanza, a veces, la ironía y la sátira lo que lleva al público a la sonrisa o la prudente carcajada. Pero, como no estamos en una comedia, sino ante una obra ecléctica, abundan los momentos de reflexión, que alcanzan sus puntos culminantes en los momentos en los que se dramatizan discursos reconocibles, como es el de la dimisión del presidente Suárez. Los autores Julio Salvatierra y Alfonso Plou han sabido sintetizar muy bien, sin caer en la tentación de lo superficial, los momentos trascendentales de la historia de la Transición y nos lo ofrecen en su contexto y en boca de los personajes que los protagonizaron.
            Es muy positivo que se lleve a los escenarios un espectáculo teatral como este: que habla de nuestra historia reciente. No es frecuente que se monten obras sobre política concreta y vivida, pero es sano e instructivo que se realicen obras como Transición, que nos ayuden a conocer –especialmente a las generaciones que no la vivieron- de dónde venimos y de dónde vienen los políticos actuales. Y también es coherente la manera que tiene esta obra de abordar la transición política: desde la humanidad y la ternura de algunos personajes, desde el humor y la desmitificación, y desde la sátira y la caricatura.
            El trabajo sobre el escenario parece fácil, pero no lo sería tanto sin la sabia y hábil dirección de actores que han llevado a cabo Carlos Martín y Santiago Sánchez. Y la calidad toma cuerpo en la impecable actuación coral del reparto, en la que destaco por la abundancia de matices, ninguno sobreactuado, la de Antonio Valero.

            Interesante obra para todo tipo de públicos: los que peinan canas y vivieron el momento recordarán con nostalgia y contrastarán sus puntos de vista; los jóvenes disfrutarán de un espectáculo fresco y dinámico que invita también a la reflexión sobre el presente a partir de la experiencia del pasado.
            El XIV Ciclo de Teatro Contemporáneo del teatro de Rojas ha comenzado con buen pie. Buena obra y muchos espectadores. La cultura, como la flor del almendro, está espléndida. La programación de primavera es digna y de calidad contrastada. Transición ha sido un excelente primer bocado del extraordinario menú que nos espera en el teatro toledano.