jueves, 23 de abril de 2009

DON QUIJOTE Y LECTURA

Pocos libros nos incitan tanto a leer como El Quijote. La lectura es la principal ocupación del caballero, que, por cierto, no está tan loco, pues razona con extraordinaria cordura. Alonso Quijano antes de convertirse en don Quijote no ha hecho otra cosa que andar de caza con su fiel galgo corredor y leer, durante las tardes y las noches, libros y libros. En el silencio, la quietud y la soledad de su casa, “él se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio”.
En ese aliento vital –sístole y diástole- que ve alternarse lo cerrado y lo abierto, la casa en la aldea y el campo, la noche y el día, la imaginación y la realidad, se cifra la existencia de don Quijote, de Alonso Quijano, al inicio de la novela. Luego vendrán las salidas, las andanzas, los amores utópicos, los gigantes y los molinos, la derrota en la playa de Barcelona y la razón. Pero siempre, a lo largo de toda la obra se habla de leer, de la importancia de la lectura como vía de conocimiento, junto con el viaje, porque “el que lee mucho y anda mucho ve mucho y sabe mucho”.
La lectura tiene su tiempo, esa es la lección que nos enseña y que debemos tener en cuenta, la lectura no es algo añadido que se sobrepone a otras acciones, no, la lectura tiene que tener su tiempo determinado, como lo tienen las otras ocupaciones, y, si no es así, las palabras son zarandajas y estupideces. Hermosa y actual lección la de Cervantes. A leer se aprende leyendo. El amor a la lectura se siente leyendo. El hábito de la lectura se logra leyendo. Y leer requiere un tiempo específico, continuado y bien dirigido por personas expertas y responsables. Para Alonso Quijano las horas transcurridas entre libros y libros son un viaje de la mente, de la imaginación que recorre sobre las alas de la lectura empática espacios y tiempos infinitamente más vastos, más variados y más grandes de los que sus ojos abarcan en el horizonte de su aldea. La lectura en sí es ya una aventura. Leer o no leer, saber leer o no saber leer, esa es la cuestión.

martes, 21 de abril de 2009

ALGUNAS NOTAS SOBRE LIDERAZGO

Hace años que vengo leyendo y reflexionando sobre el asunto del liderazgo. Tengo cuadernos y cuadernos de anotaciones. Hay cuestiones obvias que no se tienen en cuenta y que la realidad demuestra que muchos líderes no siguen ¡y eso que se pierden!
La literatura sobre liderazgo habla, entre otros muchos de los siguientes puntos:
El buen líder sabe rodearse de personas que a algunos –a los mediocres generalmente- les pueden parecer un desafío. Un gran líder siempre intenta trabajar con personas que son mejores que él y nunca piensa que estas personas les traerán problemas, pues lo que de verdad van a aportar son soluciones. Cuando un líder se rodea de personas con tanta o más preparación que él, todos crecerán juntos como equipo y el líder seguirá siendo el líder. Las personas apreciarán y respetarán su habilidad de contratar -y liderar- un equipo con talento.
El buen líder busca su mano derecha. Un líder tradicional, para poder sentirse cómodo, posee un "segundo al mando" que es como él, quiere una especie de “doble”. Un gran líder necesita una “mano derecha" que pueda realizar lo que él no puede, una persona que le complemente. Siempre se dijo que “cuatro ojos ven más que dos” y que "dos cabezas son mejores que una".
El buen líder sabe delegar el poder. Un líder tradicional quiere hacerlo todo él, para ser visto como "un gran trabajador". Un gran líder sabe que debe fiarse de otros, para que hagan el trabajo y tomen decisiones, si desea que la organización crezca. Un gran líder sabe dar confianza y enseñar a los demás a liderarse a sí mismos, aunque fallen en sus primeros intentos. ¡Esta es la manera de multiplicar el liderazgo, a través de toda la organización, para llevarla mucho más lejos! Los líderes que no animan a que crezcan otros liderazgos terminan llevando las organizaciones a su decadencia.
El buen líder es capaz de tomar duras decisiones. El liderazgo es una suma de decisiones. A pesar de querer ser sensibles a muchas cosas, los grandes líderes comprenden que -ciertas veces- deben tomar duras decisiones por el bien de la organización y las toman.
El buen líder trata de no tener bajas. Esta quizás sea la mayor lección que un líder puede aprender. Un gran líder sabe que, a medida que la organización avance, habrá bajas, habrá compañeros que se quemen. En la película "Gladiador", un oficial advierte a Maximus que las tropas no están totalmente listas para el combate. Maximus responde que la otra parte está punto de moverse y, si ellos no lo hacen primero, perderán la batalla. El oficial comienza a decir "Las bajas serán demasiado grandes...", pero Maximus interrumpe y en su lugar dice: "Las bajas serán aceptables". Un buen líder no busca ni disfruta con las bajas seguras que se tienen, sino que comprende que, sin duda, existen y que deben aceptarse, como parte del proceso natural de cambio y movimiento de la organización.

sábado, 11 de abril de 2009

RELACIONES COMPLEJAS

Vivmos en un mundo social complejo. Estemos donde estemos, o hagamos lo que hagamos, siempre nos encontramos con personas "difíciles", con las que nos cuesta mucho relacionarnos. Unas son extremadamente quisquillosas; a otras no parece importarles nada; algunas no pueden ser molestadas; y las hay que son absolutamente egocéntricas y desconsideradas. Esto en el mundo social tiene un pase, pero en el entorno laboral es, cuando menos, un conflicto.
¿Qué pasa con estas personas? ¿De qué planeta son? ¿Gozan siendo desagradables y poco cooperativas? ¿Cómo se puede ser tan insensible? ¿Están ciegas? ¿Son superiores por jerarquía y eso las hace prepotentes? ¿Qué necesitan para darse cuenta? ¿Qué problema tienen? Estas son algunas de las preguntas que podemos plantearnos ante ciertos casos. Evidentemente, estas personas, además de cearnos miedos, tienen el potencial de quitarnos una enorme cantidad de tiempo y energía.
Cuando estamos junto a ellas no somos felices: nos encontramos sin opciones, resignados a que las cosas no mejoren y viviendo una frustración continua, que no es buena para nuestro bienestar. Entonces, ¿qué podemos hacer?
Hay que reflexionar, no solo observar la apriencia, pues es posible que “no conozcamos cómo son las cosas, sólo sepamos cómo las observamos."
Mirémosnos a nostros mismos. Cada uno de nosotros tiene su propia perspectiva de las situaciones que vive. Eso es todo lo que tenemos, a veces: nuestra perspectiva. Nuestra perspectiva son nuestras "interpretaciones". Reaccionamos, respondemos y operamos desde nuestra perspectiva, pero muy raramente somos conscientes de la perspectiva que tenemos acerca de alguien, ni de cómo éstas personas condicionan y dirigen nuestras conductas. Por eso, uno de los procesos de aprendizaje más poderosos que podemos emprender, comienza por mirarnos a nosotros mismos y reflexionar. Esto nos permite preguntarnos: ¿cómo estamos observando las cosas?"
Veamos, por tanto, de qué está compuesta nuestra perspectiva. Esencialmente está hecha de opiniones: acerca de "cómo pensamos que son las cosas", de "cómo deberían ser", y de "cómo podrían ser". El conjunto de esas opiniones es la norma bajo la cual vivimos... A lo largo de nuestra vida, "tejemos" todas nuestras opiniones -de una manera muy coherente- dentro de nuestra historia. Pero nunca observamos el proceso fundamental que formó nuestra perspectiva.
Si pudiésemos ajustar algunas de nuestras opiniones, podríamos tener una perspectiva diferente y -también- una manera diferente de comportarnos. Sólo cuando estamos dispuestos a inspeccionar nuestra perspectiva y observar el proceso que la formó, podemos plantearnos:
¿Qué es eso que hace a alguien difícil para nosotros?
Eso que hace a alguien difícil para nosotros es, ni más ni menos, que no vive según nuestras normas y expectativas, y -para colmo de males- no somos capaces de influenciarle a hacerlo... ¡Esto hace sonar todas nuestras "alarmas", porque nuestras normas definen nuestra dignidad e integridad! Definen el lugar y la manera de pararnos en esta vida. Y cuando sentimos que nuestras normas son violadas, tenemos una respuesta emocional. Esta respuesta puede ser instantánea o puede transformarse en un estado de ánimo mucho más duradero, que viviremos cada vez que tengamos que lidiar con la persona difícil.Los estados de ánimos "colorean" la manera en que vemos nuestra vida. Los estados de ánimo negativos son lo suficientemente poderosos como para atraparnos siempre en la misma perspectiva. Además, como nuestros estados de ánimo están en nuestro cuerpo, también tenemos una reacción física, reflejada por nuestra respiración, la tensión muscular y la postura.
La manera tradicional de tratar a alguien difícil es callar o apuntarle con el dedo y hablarle de las características inaceptables de su conducta. Al permitirnos mirar nuestra propia perspectiva, podemos adoptar otro enfoque: uno que comience por apuntar el dedo hacia nosotros mismos y por reconocer "cómo estamos observando las cosas". Es fundamental recordarnos continuamente que aquello que observamos es sólo una interpretación y, si bien pensamos que tenemos la "interpretación correcta", la nuestra no es más que una entre miles.
Es muy fácil caer en la trampa de ver nuestras interpretaciones como hechos. En parte sucede, porque encontramos que otras personas también tienen similares interpretaciones. Pero esto sólo significa consenso, lo cual puede cegarnos a desarrollar caminos innovadores para lidiar con problemas complejos.
Entonces, ¿qué podemos hacer? ¿Cómo podemos influenciar para mejorar las cosas, aún con la persona más intratable y recalcitrante? Tengamos en cuenta esto: observar nuestras observaciones y reflexionemos sobre lo siguiente:
Revisión de normas: Clarifiquemos la relación que estamos viviendo con la otra persona. ¿Cuál es la norma (los valores centrales, o el criterio para una conducta aceptable), que está siendo violada? ¿Cuán importantes son esos valores para usted? ¿Desea aferrarse a ellos a toda costa? Quizás su norma no sea negociable, pero la forma en que esa persona cumple su norma podría serlo... Quizás estemos atrapados en la opinión de cómo esa persona debería cumplir nuestra norma, como si existiera un único camino correcto. Las normas por las cuales vivimos, juegan un papel paradójico en nuestras vidas. Son indispensables y definen quiénes y cómo deseamos Ser... pero también nos atrapan en una rígida e inflexible manera de observar las situaciones.
Algo que bien vale una inspección: nuestra creencia que la otra persona conoce tan claramente nuestra norma como nosotros. O que esa norma debería ser tan importante para ella, como lo es para nosotros...
Revisión de estados de ánimo: ¿Qué estado de ánimo vivimos con esta persona (cuando pensamos en ella, cuando alguien la menciona, cuando estamos en su presencia)? ¿De qué color podría decir que es su estado de ánimo? ¿Qué consecuencias tiene, este estado de ánimo, con la calidad de sus pensamientos y relaciones, con su calidad de vida? ¿Cuánto de ese estado de ánimo se infiltra en otras situaciones de su vida?
Nuestro pensamiento habitual -acerca de los estados de ánimo- es que no podemos hacer nada con ellos. ¿Dónde aprendimos eso? No somos títeres, por lo que es bueno preguntarse: ¿quién dirige nuestra vida emocional?
Revisión de nuestro cuerpo: Nuestra respiración, y las maneras sutiles en que configuramos nuestros músculos (los cuales influencian en todas nuestras posturas), tienen un enorme -pero subestimado- impacto en la manera que observamos. Cualquier historia negativa que vivamos es corporeizada, lo que contamina nuestra efectividad al relacionarnos con otros. ¿Cómo nos paramos, cómo nos quedamos rígidos, con qué profundidad respiramos? Cualquier estado de ánimo negativo se evidencia en un cambio de postura y respiración.
Revisión del mensaje: Es fácil asumir que estamos siendo claros acerca de lo que queremos, pero ¿desde qué perspectiva? ¿Hablamos desde nuestras propias preocupaciones -apuntando nuestro dedo hacia nosotros- en lugar de "acusar" apuntándolo al otro? ¿Sentimos que aquello que queremos es válido y valioso, sin sobreestimarlo?Revisión de la perspectiva: También podríamos llamar a este punto "nuestra perspectiva de su perspectiva" O sea... ¿cómo piensas que la otra persona está viendo las cosas? ¿Cómo piensas que te ve a ti? ¿Qué sucede en su mundo? ¿Parece feliz? ¿Tiene una opinión positiva de sí misma? ¿En qué estado de ánimo vive?... ¿Cómo incorporamos todas estas consideraciones en nuestro enfoque?
Una reflexión final: Es muy fácil subestimar la complejidad de las dinámicas presentes en una interacción humana. No somos máquinas, sino entidades biológicas complejas, algunas veces altamente impredecibles, pero -sobre todo- cada uno de nosotros es un misterio, tanto para nosotros como para los demás.
Conclusión: Tras la reflexión sigo en la duda y no sé cómo moverme entre personas, par mí difíciles, pero, eso sí, no altearé la respiración y relajaré los gestos… por algo se empieza.

viernes, 3 de abril de 2009

LECTURA Y RENOVACIÓN VITAL


Renovar significa hacer algo de nuevo, o volverlo a su primer estado. En el "arte de vivir", la renovación ocupa un lugar primordial porque renovarse es re-vivir. El re-encuentro con las cosas simples pero esenciales de la vida, como el contacto con la naturaleza, la contemplación de uno mismo, la re-valorización de nuestras relaciones personales o la re-atención de los sentimientos que envuelven nuestra vida, son actos de renovación.

La lectura reflexiva de buena literatura constituye una de las más económicas, poderosas y principales fuentes de renovación. Lo destacable de la buena literatura, es que es posible hallar en ella nuevos puntos de vista, captar otras vivencias, regularidades y temas. La buena literatura -aquella que refleja la experiencia humana en su amplia dimensión- nos motiva, nos inspira y activa cambios en nuestras vidas. Pasarla por alto, sin tratar de aprender de ella, implica un desinterés absurdo por un recurso valioso. Sumergirse regularmente en ella equivale a seguir un curso intensivo y permanente de renovación.

Esta Semana Santa, además de crecer espiritualmente, hay que seguri creciendo en lecturas renovadas.

miércoles, 1 de abril de 2009

EL CORAZÓN EN HORA

Estamos en tiempos de "acordar", es decir, de acelerar el corazón. Los antiguos creían que los sentimientos residían en el corazón. Para Aristóteles, el corazón era el órgano fundamental del organismo humano, y el cerebro, apenas un mero coadyuvante. En la Grecia clásica, y después, se creía que la memoria estaba alojada en el corazón. Por eso, los romanos empleaban la palabra "recordari", derivada de "cor" 'corazón', que llegó a nuestra lengua como "recordar". En el portugués contemporáneo, saber una cosa de memoria es conocerla "de cor" (etimológicamente, 'del corazón'). Si los sentimientos se alojaban en el corazón, nada más natural que, cuando dos personas se ponen de acuerdo, digan que "concuerdan" o que "acuerdan", con lo que el corazón ya está presente otra vez (del latín vulgar accordare). En el español antiguo -y en muchas regiones, en el contemporáneo- acordar o recordar significaban 'despertarse, volver en sí después del sueño'. Vamos que tenemos que poner el corazón en hora.