sábado, 24 de abril de 2010

En San Javier hubo fiesta a la española

En San Javier hubo fiesta a la española
En San Javier hubo fiesta a la española


Desde el jueves en la inmensa llanura de Santa Cruz se vive a lo grande el VIII Festival Internacional de Música Renacentista y Barroca Americana Misiones de Chiquitos. Brújula visitó San Javier y ofrece una crónica del inolvidable recital que brindó Sphera Antiqva, uno de los grupos españoles que llegó a Bolivia para aportar a esta fiesta misional

Juan Pablo Rodríguez. Crónica desde San Javier.

Un escarabajo transitaba sigilosamente entre el público, que concentrado escuchaba la música que sus antepasados guardaron desde tiempos jesuíticos en partituras antiguas. Como un guardián de un tesoro invaluable, el gorgojo paseaba su oscuro caparazón por los pliegues y rincones de la catedral de San Javier. Los sonidos de los instrumentos barrocos recorrían las ondulantes siluetas de las columnas que cientos de chiquitanos tallaron para sostener un majestuoso templo religioso, desde hace cuatro siglos. La música se apropió de las más de 300 almas que colmaron el lugar y las transportó en un viaje espiritual que se iniciaría en la Europa del siglo XVIII; con dos piezas instrumentales que Rodríguez de Hita (1724-1787) compuso inspirado en su España natal, para preparar la ‘conquista’ del nuevo mundo.

Sphera Antiqva interpretaba el contrapunto que daba cuenta de las ansias de la época por cruzar el océano para asentar los principios barrocos y renacentistas; tal como sucedía con el grupo español conformado por Pablo Gutiérrez (violín), Javier Illán (violín), Miguel Rincón (guitarra), Alejandro Marías (chelo), Silvia Jiménez (contrabajo) y Daniel Garay (percusión americana y europea).

El grupo había llegado a las calurosas pampas de San Javier, para inaugurar el VIII Festival Internacional de Música Renacentista y Barroca Americana, la noche del jueves 22. En esta presentación terminaban una gira que se inició hace un mes en Argentina, y que había recorrido otras poblaciones donde la Compañía de Jesús, la orden católica fundada en 1534, en París, cambió para siempre la vida de los originarios americanos.

El director del grupo, Javier Illán, no observó al escarabajo que continuaba su vigilia ensimismado, cuando agradeció los entusiastas aplausos de los presentes y anunció que el siguiente tema “pudo haberse escuchado en las naves que atravesaron el océano para llegar hasta Sudamérica”; luego se escuchó Capriccio sopra la Ciacona, de Giovanni B. Granata (1620-1687).

Afuera, en la plaza del pueblo, la comunidad que no participó del concierto se concentraba con sus mejores galas para presentar a los visitantes la cultura chiquitana y la esencia de San Javier. Bajo una luna menguante y el tibio rocío que humedecía la tierra caliente, niños y jóvenes de distintos colegios realizaban sus últimos ensayos antes de presentarse en atrio de la iglesia.

“Éste es un repertorio tan suyo como nuestro”, dijo Illán, adentro, antes de presentar a Mercedes Arcuri, una soprano invitada por el grupo para interpretar cuatro piezas vocales acompañada de la exquisita ejecución de los músicos. La rubia intérprete elevó la música hasta donde su voz le permitió y agregó una cualidad dramática a la presentación.

Con la emoción que el timbre humano genera, Sphera Antiqva ofreció un receso de tres minutos exactos, para luego presentar las destrezas interpretativas de Miguel Rincón con un solo de guitarra barroca. Y aunque el público, como el escarabajo, extrañaron las demás cuerdas de la orquesta, reconocieron la esencia de la música que su estirpe aprendió a escuchar mientras eran evangelizados.

Definitivamente, aquel instrumento tiene un sonido distinto, las vibraciones que genera se mueven a otro ritmo, como lo hace la vida de los javiereños que acostumbrados a la parsimonia de la cotidianeidad festejan este evento musical como un patrimonio. “¡Cómo pues oiga! No ve que estamos de fiesta, cómo hace eso”, le dijo un lugareño a otro que tuvo la mala idea de dejar una botella de gaseosa sobre un mojón que vigila una calle. “Va a disculpar, verdad ¿no?, qué dirá una gringa si me viera”, se lamentó el reprendido.

Luego de que el concierto terminara con la ejecución de piezas de los archivos de las Misiones de Chiquitos y de Moxos, los siete músicos agradecieron los extensos aplausos del público javiereño, que demostró una educación ‘insólita’, según palabras de los propios españoles; pues respetaron los tiempos, guardaron silencio y dejaron que la música les devuelva el alma renovada.

En agradecimiento, la comunidad le mostró lo mejor que tiene: su cultura. Con declamaciones costumbristas, danzas típicas y la belleza natural que tiene el pueblo, los músicos y turistas que llegaron al encuentro quedaron fascinados. “Me encanta la yuca, y yo no lo sabía”, dijo uno de ellos; mientras la celosa mirada del escarabajo lo perseguía.
La noche se enfriaba y la música criolla, la mundana, con la que se festeja las fiestas paganas se entonaba para rendir tributo a las partituras religiosas, las sagradas, aquellas que están guardadas en la esencia de las Misiones de Chiquitos y sus incondicionales guardianes.

domingo, 11 de abril de 2010

LAS "MONDAS" DE TALAVERA

Estuve en La Mondas, en la calle, a pie de pueblo. Me gustó el colorido de la procesión laica. Cuando se sincretiza con lo religioso en El Prado, ya es otra cosa. Un poco de agilidad mejoraría mucho este variopinto mundo en el que se mezcla todo, lo mítico de las ofrendas florales de las festividades de la Primavera, lo ecuestre ¡qué no sé de donde viene!, los carneros de Gamonal -sin duda el símbolo mejor conservado-, las relaciones de hermandad de una comarca con el efecto solidario de sus alcaldes, que se hermanan en un simbólico intercambio de bastones. Creo que sería más fiesta y más auténtica si se simplifcase, si mantuviera su esencia, en vez de aumentar y aumentar elementos en el desfile que son ajenos al corazón de Las Mondas. A veces uno no sabe si es desfile de Carnaval o procesión religiosa. No es ni lo uno ni lo otro. Pero al final el "prado" no es una explosión de la Primavera, sino el protagonismo de una Iglesia. Así que lo que antes era Naturaleza ahora tiene que ser cuestión de fe. Los narradores están más pendientes de la retórica antediluviana que de la exaltación de la fiesta. Las Mondas terminan por ser algo inexplicable. Si se quiere recuperar lo ancestral, pues habrá que mantener su esencia. ¿Qué les parecería a los talaveranos si al lienzo de muralla que les queda le "sincretizaran" una pared de un "Moneo" cualquiera? Habría quien pondría el grito en el cielo. Y, sin embargo, esos mismos comulgan con las ruedas de molino de unas "Mondas" digamos que "raras". Otra cosa que me reservo es el cierre procesional, en el que se hizo evidente el bipartidismo y la toma de distancias entre unos y otros. ¡Hasta un espacio bien visible dejaron los del PP para no mezclarse con el resto procesional que iba delante! Eso ya no es "Monda", es simplemente "la monda". Además este cortejo de cierre no vestía de pueblo, tenía otro color y otro pelaje, iban "de sastre caro"; eso también marcaba singularidad, además de que no parecía que fueran en la procesión de Las Mondas, sino que estuvieran haciendo el paseíllo o la vuelta al ruedo en una plaza, pues todo se les volvía saludar y mirar al tendido con una forzada sonrisa de oreaja a oreja, solo les faltaba el puro; lo dicho, pues, "la monda"; como vengan estos son capaces de sustituir a los carneros de Gamonal por dos Ferraris o por dos caballos jerezanos de alta escuela. A mí lo que de verdad me gustó fue el colorido del pueblo, su naturalidad y los ramos de flores y verde que exaltan la primavera, es decir, las Mondas Mondas.