Durante siglos la práctica de la lectura se hacía en
voz alta y se desaconsejaba -o se prohibía- la lectura silenciosa.
Leer
en voz alta es esencial y necesario para un buen aprendizaje. Este modo de leer
debe seguir ejercitándose y ampliándose en la escuela y, muy especialmente, en
la familia. Este
es el mejor camino para crear lectores por medio de las palabras que nos vinculan.
Compartir la lectura es compartir el lenguaje placenteramente, afirmándolo como
vehículo de entendimiento, fantasía y concordia.
La
lectura en voz alta es mucho más que una puesta en escena. Recientes
investigaciones han revelado hallazgos a cerca de su efecto beneficioso sobre
el cerebro. Se ha descubierto en la Universidad Tohoku de Japón (Learning
Therapy, Kawashima y otros), que
existen diferencias significativas en la corteza cerebral entre la lectura
silenciosa y la lectura en voz alta.
En síntesis,
según estos estudios, sabemos que la lectura en voz alta produce mayor
activación en ambos hemisferios cerebrales. Las nuevas tecnologías portátiles
de imágenes cerebrales, como la topografía óptica, han permitido realizar
observaciones en la propia escuela. Cada día se comprende mejor la organización
de los circuitos de neuronas que se ponen en funcionamiento durante la lectura.
Las letras se reconocen esencialmente en la corteza visual, independientemente
de su tamaño y tipografía; luego, las palabras se van recorriendo gracias a
movimientos de los ojos muy precisos, controlados por una zona restringida de
la corteza motora. Al mismo tiempo intervienen varias áreas en ambos
hemisferios dedicadas a procesar el significado, a memorizar lo que se ha
leído, a asociar los contenidos de esta lectura con otras. Y todo en centésimas
de segundos. Cuando leemos en una segunda lengua, en general utilizamos mayor
cantidad de neuronas y de conexiones. También es interesante comparar la
lectura de textos con la de una partitura musical. En este caso el equivalente
de leer en alta voz es simplemente usar el teclado del piano. Con la
ejercitación en la lectura musical se produce una "traducción"
automática de las notas distribuidas en el pentagrama al control motor de los
dedos. En ambos casos –lectura en voz alta o lectura musical- asistimos al
mismo prodigio de la cultura "encarnada" en nuestro cerebro.
Es importante leer en voz alta a alguien que escuche.
Somos conscientes, siguiendo las teorías de Vygotski, de que la lectura, por ser un aprendizaje cultural,
precisa de la mediación de una persona más experta que ayude al aprendiz, al
estudiante -de Primaria y Secundaria- a
transitar por nuevos horizontes. Llegar a ser ese “compañero más experto” es el
desafío del docente y también de la familia.
Leer en voz alta es buscar la entonación justa, enriquecer el texto con la
expresión y la voz. Ahí nos damos cuenta de que la puntuación es la escritura
de los silencios; y la interpretación de estos es un factor fundamental para la
construcción del significado. La lectura en voz alta nos ayuda a comprender la
frase en su totalidad y nos facilita la labor de expresión de un pensamiento
completo, no fragmentado. Por todo ello, quizá fuera conveniente, especialmente
con las personas que aún nos son lectoras expertas, volver con fuerza a este
ejercicio de leer para que otros escuchen y escuchar lo que otros leen.
Estoy convencido de la necesidad de que los alumnos
lean, escuchen leer, vean a sus educadores y a sus familiares como modelos
lectores, que leen, que hablan de libros y comparten buenos momento de lectura
con sus estudiantes y con sus hijos.
Y ya que estamos en vísperas del “Año Greco”, desde
esta humilde columnilla invito a leer cuatro novelas en las que El Greco, entre
realidad y ficción, es personaje protagonista. La primera es El Greco pinta al Gran
Inquisidor, de Stefan Andres, en la que se narra la confrontación de dos enemigos
personales de la Inquisición -el Greco y el médico Cazalla- con la máxima
autoridad del tribunal, el gran inquisidor Niño de Guevara. La segunda es La conjura de El Greco,
de Manuel Ayllón; esta es una ficción histórica, en la que El Greco es
testigo de excepción, con un capítulo cuyo eje narrativo gira en torno a los
misterios que encierra el famoso cuadro: "El entierro del señor de
Orgaz". La tercera, Las damas
ocultas del Greco, de Sivia Plager,
tiene interés, además de por relacionar al Greco con mujeres que desconocíamos,
por un tema universal y atemporal: el vínculo entre el poder y el artista. Y la
cuarta novela es la escrita por Jesús Ferrero Juanelo o el hombre nuevo, ambientada en el Toledo de finales del
siglo XVI, lo que permite la aparición, muy bien dosificada, de El Greco,
convertido, además de en pintor, en filósofo.
Leamos en voz alta y legitimemos la lectura como bien
cultural, educativo y social. Y si además leemos sobre El Greco, pues “miel
sobre hojuelas”.
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