jueves, 25 de abril de 2013

Para que nuestros niños y niñas se expresen bien




Soy un apasionado del lenguaje. Es la herramienta más completa para comunicarnos bien. El buen lenguaje se aprende y se enriquece a lo largo de la vida. Los padres somos responsables en buena medida del lenguaje que utilizan nuestros hijos. Yo siempre me sentí muy responsable en todas sus etapas de aprendizaje con los míos. Creo que hoy se expresan extraordinariamente bien.
            En este artículo soy deudor de muchas fuentes, que no citaré por no ser este medio un contexto académico, sino uno de pura divulgación de ideas. El campo es amplio y cualquiera puede indagar. Con estas palabras lo único que pretendo es abrir los ojos a quien me lea y echar una mano para que sus hijos dominen una herramienta que nos hace seres sociales, comunicativos y gozosos: la lengua hablada y escrita.
            El lenguaje que los niños utilizan se basa principalmente en aquello que escuchan en sus hogares, que es donde comienza su aprendizaje y su socialización. Por lo tanto, los padres somos los primeros "modelos lingüísticos" de nuestros hijos. Como tales, podemos crear un entorno que enriquezca su vocabulario. Un ambiente "rico en palabras" se construye desde las conversaciones que se tienen, hasta los programas de televisión que se miran. Aunque también pueden utilizarse recursos más directos, como por ejemplo:
           
Hablar. No requiere explicación alguna. Hablar de diversos temas con los hijos es esencial. En el silencio no hay léxico ni nuevo ni viejo.

Leer y hacer leer: si el padre y/o la  madre leen, es muy probable que sus hijos también lo hagan. Los padres pueden estimular la lectura en sus hijos regalándoles libros, compartiendo los suyos, comprando el periódico regularmente, etc... La lectura es una de las mejores maneras de ampliar el vocabulario. Una de sus ventajas es que permite aprender nuevas palabras en su contexto. Si se desconoce una palabra, se puede intentar descubrir su significado utilizando el texto que la rodea. Ya se trate de un cuento, un artículo en una revista, las instrucciones de un juego o los carteles en la calle, todos los formatos ayudan a un niño a incorporar nuevas palabras. De todos modos, es importante que se lean materiales que desafíen el vocabulario de uso habitual del niño. Es preciso ir sumando palabras. Por ejemplo, si los niños sienten cercanía por el deporte y siempre leen la sección deportiva del periódico, estimúlelo a que lea el suplemento de espectáculos o el de salud.

Llevar un diario de palabras: ¡qué importante para aprender y para ser metódico es trabajar con los niños en su diario de palabras! Escribir una palabra ayuda a recordarla y reforzarla. Enseñen a sus hijos a llevar un "diario de palabras" que es -simplemente- un cuaderno –conviene que tenga alguna singularidad y que se reconozca y valore como algo valioso y diferente- que utilizará para tomar nota de aquellas palabras que no conozca. Escribirlas les permitirá practicar la ortografía, recordar el uso del término y -además- medir la evolución de su vocabulario.

Utilizar el diccionario: el diccionario debería ser el libro más popular del hogar. Procure tener en su casa uno que sus hijos puedan utilizar y foménteles el hábito de consultarlo regularmente. Sé que tenemos posibilidad de búsqueda en Internet, pero manosear un diccionario es algo más que el pantallazo de una palabra concreta.

Consultar un tesauro: es un diccionario que agrupa términos según "familias de significados". Funciona como un "catálogo" de palabras. Un tesauro es muy didáctico para un niño, por lo que todo padre debería enseñar a su hijo a utilizar uno. Estos diccionarios ayudan a memorizar las palabras, ya que resulta mucho más fácil recordar un término por asociación con otro que en forma aislada. Por ejemplo, la búsqueda de la palabra "fábrica" puede disparar otras palabras como "robot", "depósito", "taller", "cadena de montaje", etc... Es un paso más que complementa al diccionario.

Conocer la etimología: la mayoría de las palabras derivan de otras. Conocer las raíces griegas y latinas permite "adivinar" el significado de algunos términos, incluso antes de buscarlos en el diccionario. Procure tener un diccionario etimológico en su casa y enseñe a su hijo a utilizarlo. Es más específico pero es muy útil porque, además de la palabra, nos enseña toda la vida que hay detrás de ella.

Navegar en Internet: es una forma alternativa de lectura que un niño puede utilizar para desarrollar su vocabulario. De acuerdo con los intereses de sus hijos, ayúdelos a encontrar materiales que puedan leer. A Internet hay que acercarse de forma crítica y selectiva. Internet debiera ser algo en manos de los padres para enseñar a los hijos y no solo un descubrimiento de los hijos, que terminan por superar bien pronto a los padres en su uso. Otro recurso muy práctico son las suscripciones. Puede suscribirle a servicios que envían todos los días una palabra por correo electrónico, con la explicación, la etimología, el uso, etc... De esta forma, su hijo mejorará diariamente su vocabulario. En la página elcastellano.org hay un recurso excelente.

Jugar: difícilmente exista un modo más fácil -y motivador- de enseñar algo a un niño que jugando con él. Las palabras cruzadas -por ejemplo- son una excelente manera de ampliar el vocabulario. También son de ayuda entretenimientos como la sopa de letras, los criptogramas, o juegos de mesa como el popular "Scrabel" o el juego tan en boga de móviles “Apalabrados”. Otra opción es realizar juegos en familia. Consideren las siguientes propuestas:

- En el "juego de las preguntas" una persona piensa en una palabra que los demás participantes deben adivinar con la ayuda de una cantidad determinada de preguntas. Puede preguntarse el color; si es un animal, vegetal o mineral; si hay uno en la casa; etc... Pregunta por pregunta, se va reduciendo el campo de posibilidades.

- Otro conocido juego se basa en escribir palabras de determinadas categorías o "familias" (por ejemplo, animales, marcas, comidas, ciudades, etc…) Se elige al azar una letra del alfabeto y los participantes deben escribir la mayor cantidad de palabras que comiencen con esa letra en cada categoría, en un fragmento de tiempo limitado.

- Otra opción es el "juego del paseo": lleve a sus hijos a dar un paseo y proponga "nombremos todo aquello que veamos que comience con la letra B", o "nombremos todo aquello que veamos color azul"; etc...

- Por último, un recurso divertido son las rimas. Por ejemplo, una persona dice "estoy pensando en una parte del cuerpo que rima con corazón" y las demás deben responder (riñón, pulmón, etc...) O se pueden pedir palabras que rimen con una en particular: ¿qué palabras riman con "vaca"?; etc...

Conversación y Escritura: para sentirse cómodo con una nueva palabra, es fundamental que un niño la utilice, incorporándola a su escritura y a sus conversaciones. Esta también es una manera de practicar la dicción y la ortografía. Memorizar una lista de términos no es suficiente, porque -bajo ese método- las palabras no se vuelven parte de su vocabulario, sino que se perciben como algo extraño. Para internalizarlas, es preciso escucharlas y leerlas regularmente. Las conversaciones y mensajes de los padres a sus hijos son muy influyentes. Si usted habla y escribe siempre con las mismas palabras, resultará más difícil -y menos motivante- para sus hijos incorporar nuevas.
            Todas estas actividades apoyan la educación que su hijo recibe en la escuela, pero desde otro enfoque. Lo importante de estas técnicas es que el niño no las perciba como algo formal (como los ejercicios de la escuela), sino que se divierta haciéndolas.
            Cada palabra que su hijo aprende a comprender y a utilizar apropiadamente se incorpora a sus habilidades cognitivas y amplía su capacidad de aprendizaje y razonamiento. Las palabras se utilizan para comunicar ideas. Por lo tanto, mientras más palabras poseamos en nuestro vocabulario, más -y mejores- ideas podremos comunicar. Además, adquirir nuevas palabras nos permite ganar control sobre nuestro proceso de aprendizaje y sobre nuestra creatividad. 
            Todos conocemos la frustración de no tener la palabra correcta en el momento en que la necesitamos. Igual de frustrante es leer un texto y encontrarnos con términos cuyos significados desconocemos. Esto -que le sucede hasta al más experimentado escritor- con más razón le ocurre a un niño, cuyas limitaciones de vocabulario son más amplias. Por ello, es fundamental comenzar a desarrollar el vocabulario a una temprana edad.
            Un vocabulario amplio y preciso es una de las principales herramientas para tener buenas conversaciones y una correcta escritura. ¿No es ésta una excelente forma de enriquecer a su hijo?

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