martes, 6 de noviembre de 2007

LA GASTRITIS DE PLATÓN

El primer deber de los intelectuales: permanecer callados cuando no sirven para nada”. ¡Hostias! ¿Qué es esto? Pues ni más ni menos que el título de un artículo del intelectual Umberto Eco que enfureció, entre otros, a Antonio Tabucchi, quien escribió un panfleto en forma de carta donde reivindicaba la capacidad de los intelectuales de actuar sobre la realidad. Yo admiro al autor de “El nombre de la rosa” pero, si he de aliarme con alguien, lo hago en las filas del “panfletario” autor de “Sostiene Pereira”. O quizá, ¡ay con los dilemas! haya que alinearse con Eco cuando afirma que “Si se les toma por lo que saben decir (cuando son capaces de ello), los intelectuales son útiles par la sociedad, pero sólo a largo plazo. A corto plazo únicamente pueden ser profesionales de la palabra y de la investigación que pueden administrar una escuela, ser los encargados de prensa de un partido o una empresa, tocar el pífano en la revolución, pero carecen de función específica propia. Afirmar que trabajan a largo plazo significa que desempeñan su tarea antes y después de los acontecimientos, pero nunca en el curso de los mismos”.
Sostener la síntesis quizá parezca un recurso fácil de intelectual de provincias, pero resulta interesante constatar que ambos –Eco y Tabucchi- tienen un poco de razón, que los dos forman la figura de un solo intelectual, deformados por las contradicciones de tiempos oscuros. Una parte se inclina hacia el silencio; la otra, hacia la palabra. Pero la palabra no alcanza la contundencia de una denuncia y el silencio tampoco adquiere la solidez de una respuesta. Ambos se encuentran atrapados en el mismo laberinto. Los minotauros han muerto. También se han desvanecido los misterios, los mitos, las certezas.
Los debates entre intelectuales parece que sólo son alimento para livianas mariposas, visto como está el patio. Todo parece reducirse a escaramuzas mediáticas. Sin embargo de vez en cuando nos seduce una tangible nostalgia por esos tiempos en que la gente se peleaba por sus ideas y esas ideas eran parte de un modo de entender el mundo, la política, el arte. Esa época en la que los intelectuales eran escuchados, porque eran portavoces de momentos de cambio.
Puestos a seducirnos con una suerte de humorada y de amarga risa sobre el asunto hagámoslo con el libro “La gastritis de Platón”, del propio Antonio Tabucchi. No sé si después de la lectura o del análisis de la realidad política y social seremos un número más en el ejército de los pensantes escépticos conformistas –Eco- o nos convertiremos en ... vete tú a saber qué.

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