jueves, 6 de agosto de 2009

El pintor Beato en el museo de Santa Cruz

Beato me priva. No pude ir a la inauguración; estuve en un festival a Francia y no tengo el don de la bilocación. Mejor así. Luego he ido siete veces; merece la pena la visita solitaria más que la protocolaria. Beato es un maestro jubilar y un artista de júbilo. En el crucero inferior de Santa Cruz contemplamos su alma, su mensaje, su gramática, su vida, su razón, sus sentimientos y, cómo no, la mancha roja. 47 obras. Yo no cuento; veo y me emociono. Gocé sobremanera con el homenaje a Mantegna. “Ícaro sobre el Tajo” me tocó la fibra de batracio. “Inquisidor” me puso los pelos de rana de punta. Todo lo de Melque y el bestiario me parece extraordinario. El artista de humor sarcástico o el pintor socialcrítico se manifiesta con “El trepa”. El “Iraquí cibernético” tiene su punto, pero me gusta menos. “El beso” abre un camino al poeta de los pinceles para que nos muestre cómo quedan los cuerpos después de la batalla. Esta exposición hace justicia al artista que atesora talento, prestigio y capacidad de concitar emociones y pensamientos, y al hombre comprometido con la cultura de su ciudad y de su tiempo. Hay también una reflexión metapictórica que cada uno debe descubrir. Él sostiene que pretende llevar a cabo en su trabajo un análisis de los distintos lenguajes y estilos plásticos, desde la figuración extrema al minimalismo, y que, así, forma y deforma, rompe y ensambla, recrea los detalles y elementos significantes, buscando significados ocultos, como si de un palimpsesto extendido, que muestra en superficie sus distintas capas, se tratara. Es innegable que ese “significado oculto” de Beato hay que argumentarlo en el hecho de que su manifestación estética es una consecuencia de su necesidad de expresar y transmitir un sentimiento, un pensamiento, o ambas cosas a la vez. Es decir, que, independientemente de los gustos de quien mira, el pintor ha puesto su estética al servicio de su ética, o sea, del fundamento razonado de sus sentimientos y de su visión del mundo. Vamos que lo bello y lo ético se unen y se sustentan en la idea, el pensamiento, el sentimiento y la filosofía de un artista que merece pasar ya de “Beato” a “Santo”.

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