miércoles, 6 de septiembre de 2006

LIBERTAD DE SER


La libertad no es sólo una condición externa de la persona, sino también un estado interno. Esta forma de ver la libertad tiene más que ver con una decisión, que con una situación. Ella nos ayuda a entender que la esclavitud nace en muchas de las decisiones que tomamos, en los valores a partir de los cuales decidimos y en las prioridades que consideramos y elegimos. Partiendo de esta manera de concebir la libertad, reflexionemos sobre algunas de las "prisiones" que nos esclavizan a diario...
El tiempo: cuando nos sentimos "prisioneros del tiempo", ¿no será que decidimos colocar las urgencias por encima de las cosas que son importantes para nosotros?
La sociedad: cuando nos sentimos "prisioneros de la mayoría", ¿no estaremos poniendo la voz de la sociedad sobre nuestra propia voz?
Las relaciones: cuando nos sentimos "prisioneros de una relación", ¿no habremos decidido colocar las necesidades del otro por encima de las nuestras?
La moda: cuando nos sentimos incómodos con nuestra imagen, ¿no ocurrirá que damos más peso a las apariencias que a nuestro bienestar interior?
El sistema: si nos creemos "prisioneros del sistema", ¿no estaremos anulando la capacidad de cambiar las cosas?
Nuestras verdaderas "prisiones" no son ni el tiempo, ni las relaciones, ni el sistema... sino nuestros miedos, nuestros modelos mentales y nuestros hábitos. En pocas palabras, aquello que nos impide sentirnos libres no son las restricciones externas, sino los obstáculos internos. Por lo tanto, el límite a nuestra libertad es un límite de crecimiento interno. Sólo cuando crecemos interiormente y vencemos las prisiones mentales y emocionales que construimos podemos sentirnos libres.
Si no crecemos interiormente, podemos ser “libres de” (es decir, tendremos libertad externa), pero nunca seremos “libres para” (no tendremos libertad interna para decidir aquello que es mejor para nosotros). De hecho, hoy tenemos más libertad económica e intelectual que nuestros antepasados y, sin embargo, seguimos sin sentirnos "totalmente plenos". Gozamos de una mayor libertad de expresión que décadas atrás, pero seguimos teniendo enormes problemas de comunicación. Somos dueños de nuestro tiempo, pero siempre sentimos que nos hace falta “más”... Estas brechas nos demuestran que, para ser totalmente libres, necesitamos cultivar y valorar el crecimiento personal. Para vivir una libertad plena, es preciso superar todas las formas de esclavitud propias que nos impiden cambiar y mejorar.

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