miércoles, 7 de octubre de 2015

España en deconstrucción


La deconstrucción de España está en proceso. Aquí no se construye nada serio. Se multiplican los trozos del espejo roto que refleja la multirrealidad. Deconstruir es desmontar un concepto o una construcción intelectual por medio de su análisis, mostrando así sus contradicciones y ambigüedades. Lo poco positivo de este caso de España en deconstrucción es que no es para analizar y resolver las contradicciones, sino para que cada uno de los deconstructores arrimen el ascua a su sardina en el ansiado camino de alcanzar el poder, la influencia y el capital. España se deconstruye en los discursos y en los hechos. Los españoles y quienes reniegan de esta imagen de marca tampoco es que tengan cuerpo de análisis y cabeza para la reflexión. Aquí la masa es más del “Cuéntame” y del “Sálvame de luxe” y, si sale una vicepresidenta del gobierno o un candidato a la Generalitat bailando en una tele, se olvida de todas las tragedias y de todos los refugiados del mundo. España es así, o mejor, está así, pues me parece que hoy domina la circunstancia sobre la esencia. Ya sé que no está bien visto ir de intelectual y que dicha palabra hay personas que te la arrojan encima como si te tirasen una pedrada. Pero no estaría de más que resucitásemos al filósofo postestructuralista Jacques Derrida y su método deconstructivo para ver si logramos entender cómo se ha construido el concepto de España surgido en la Transición, a partir de un análisis sin complejos del proceso histórico y la acumulación de metáforas, para mostrarnos que lo que nos parecía claro y evidente dista de serlo. Con buena voluntad y con altura de miras, a partir de ahí podríamos construir la España del presente. Claro que en este mediático suelo patrio de políticos ágrafos, cocineros y cocinillas, donde el rey anda desnudo, si hablas de deconstrucción, la inmensa mayoría, ilustrados incluidos, pensarán en la tortilla de patatas servida en vaso por Ferran Adrià Acosta. Mientras tanto el proceso deconstructivo sigue, paso a paso, baile a baile, bostezo a bostezo, plasma a plasma, federalismo simétrico o asimétrico (¡qué es eso! ¡deconstrúyemelo, Ferran, que no sé cómo comérmelo!)… Pero cómo les pongo yo a mis compatriotas, estos que pasan de España o a los que la encumbran en la emoción irracional, o a los que hacen trizas al Estado, a leer “Ser y tiempo” de Heidegger, que casi estaría más en lo nuestro con su término “Destruktion” (destrucción) que el mismo Derrida con el suyo (deconstrucción). Dejémoslo ser. Esto no tiene buena pinta. España casi se deconstruye sola, porque entre unos y otros la destruyen o la reducen a la nada. ¿Pesimista? Quizá sí, pero es que la realidad de lo que veo, donde se considera más pertinente un baile que una ideología o una idea, no me abre el horizonte a la esperanza. Siento la deconstrucción o la interpreto o agarro el rábano por las hojas, ¡qué se le va a hacer! como  algo que revisa y disuelve el canon en una negación absoluta de significado y que no propone un modelo orgánico alternativo. ¡Jajajaja! Me ha dado un aire. ¡Ferrán! Deconstrúyeme España, ¡lo tuyo es arte!

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