viernes, 8 de junio de 2007

FESTIVAL DE MÚSICA ANTIGUA DE TOLEDO

Toledo es una ciudad con marca que tiene el marco más adecuado para convertirse en una referencia mundial de la música antigua. Tiene también un tesoro escondido de estas músicas en el archivo de la catedral, que espera su catalogación definitiva, pues hay en él tanto patrimonio o más que sacar a la luz que el que duerme bajo las hierbas y la tierra de la Vega Baja.
En el mundo, y en Europa especialmente, existe verdadera pasión por dar a conocer la cultura musical que hunde sus raíces en la historia y que culmina en el barroco. En España, como casi siempre, salvo honrosas excepciones (Barcelona, Sevilla, Aranjuez, Zamora, Sajazarra, Salas de los Infantes o Estella), se va un paso por detrás.
En Toledo, el Corpus de Música Antigua sobrevive gracias a la férrea voluntad del musicólogo Carlos Martínez Gil y con la permanente incertidumbre de si será posible poder levantarlo un año tras otro, porque aquí a algunos les importa más el “figureo” que el facilitar las gestiones y la financiación con el tiempo que requiere una planificación razonable. Hay incluso instituciones bisojas, si no ciegas, que parecen no considerar progresista la cultura que no se adoba con parafernalia y espectáculo, ¡el diablo las lleve!, y no toman en consideración esta parcela de la civilización. Algo habrá que hacer para llamar la atención, quizá quemarse a lo bonzo en la plaza de Zocodover. Me presto a ello.
En la reciente edición, durante los días 2, 3 y 4 de junio, han tenido lugar tres conciertos memorables, uno en la iglesia de Santo Tomé y dos en el patio geminado del Hospital Tavera. Excelentes la música y los músicos. En el primero, los motetes de Casellas, de la catedral de Toledo, y la música de las misiones jesuíticas de Moxos y Chiquitos, interpretados por el grupo toledanoMemoria de los Sentidos”, sólo recibió alabanzas del público y del prestigioso crítico Andrés Ruiz Tarazona. En el segundo, Los Músicos de su Alteza nos hicieron gozar casi hasta el éxtasis con las óperas de Monteverdi. En el tercero y último, La Grande Chapelle/Schola Antiqua nos dejó con hambre de más música tras su canto de “Vísperas de Confesores” de José de Nebra.
Sin apenas publicidad, a los conciertos ha asistido una media de cuatrocientas personas, ¡todo un éxito! Que tome nota quien tenga que hacerlo para el futuro.

1 comentario:

marisa dijo...

Me parece genial que lucheis por mantener viva la musica antigua ¡¡ gracias por ello