El Criticón es una novela de Baltasar Gracián. La novela refleja una visión pesimista de la sociedad. Su estilo supone la quintaesencia del conceptismo, y está presidido por la brevedad y la intensificación semántica de la lengua. Destaca el recurso de la antítesis y todo tipo de juegos de palabras junto con la abundancia de sentencias y máximas de origen culto o de proverbios y refranes populares que adecua a sus intenciones adaptándolos o transformándolos de modo original.
Recomiendo su lectura, aunque es un poco densa y pesada.
Pero hoy quiero hablar de la "crítica" en nuestro mundo, especialmente en el trabajo. La crítica es una medicina amarga y todos la hemos probado: criticar o ser criticados no es fácil. Con demasiada frecuencia nos pone a la defensiva, o nos vuelve vulnerables y no sabemos cómo actuar ante ella.
La clave para emitir y, fundamentalmente, para recibir una crítica es reconocer que ésta no es "LA VERDAD ABSOLUTA", sino una manera diferente de ver las cosas, una "verdad relativa", tanto nuestra crítica como la crítica que nos hacen.
Hay que ser positivos ante la crítica. Podemos utilizarla -especialmente la que nos hacen- para cuestionar nuestros modos de actuar... y mejorar!
Cuando nos critican, podemos preguntarnos: "¿qué ha visto esta persona para decir lo que dice y que seguro que puede ayudarme? Esta actitud ya de por sí reduce las emociones negativas y nos permite abir la mente y aprender de la crítica.
Es evidente que, para criticar, debemos ser conscientes de lo subjetivo de nuestra mirada y mantener un delicado equilibrio entre lo que decimos... y "el modo" en que lo decimos.
Criticar no debe ser sinónimo de "herir".
1 comentario:
¡Jo! pelines. Me gusta más el citricón.
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