domingo, 3 de junio de 2012

LEER PENSAR LEER PENSAR

Leer. Enseñar a leer. Leer no es silabear, no es pasar la vista, no es solo divertirse. Leer es dominar una herramienta poderosa: el lenguaje, y un sistema de relaciones: el mensaje y la comunicación.

Este texto, compuesto de acarreo de experiencias y lecturas, bien vale para quien tenga en casa a alguien que se inicie en la lectura de libros. También para quien se acerca a un texto, solo a un texto, a cualquier texto. Para las gentes de aula este escrito supone una reflexión más que añadir a la cartera de su experiencia pedagógica.

Hablemos de lectura. Leamos, Aprendamos a leer, pero aprendamos bien. Por doquier encontramos técnicas, cursos y métodos para hacer más eficiente nuestra lectura. La principal limitación de la mayoría de estas herramientas es que se concentran en el "durante" de la lectura y olvidan dos momentos igualmente importantes: el antes (la preparación) y el después (la evaluación). Esto ocurre porque no comprenden que la lectura es un proceso, no un acto.

La lectura es un proceso que consta de cuatro etapas:

 1. Clarificación de objetivos.

Antes de comenzar a leer un texto, deberíamos preguntarnos: ¿Por qué leo este texto? ¿Por placer, o con un fin informativo determinado? ¿Qué deseo saber con esta lectura? ¿Para qué utilizaré la información que obtenga? Conocer el objetivo de nuestra lectura nos ayudará a orientar nuestra atención hacia los aspectos relevantes del texto. Tengamos presente que una cosa es aquello que el autor quiso señalar como más significativo y otra aquello que nosotros buscamos. Leer un texto sin los objetivos claros es desperdiciar esfuerzos, porque cuesta mucho más encontrar aquello que no se busca.

Después de clarificar aquello que deseamos saber, necesitamos determinar la cantidad de información que buscamos: ¿Cuánto quiero saber? ¿Cuánto sé de este tema? ¿Qué nivel de detalle busco? ¿Aspiro a un conocimiento superficial y general, o a uno profundo?

Posiblemente, hoy hemos leído materiales tan diversos como un diario, un informe, un anuncio publicitario, la correspondencia, mensajes de correo electrónico, etc... ¿Los leímos todos de igual manera? ¿A la misma velocidad? ¿Con el mismo nivel de detalle? Seguramente, no. Leemos las cosas de modo diferente, porque lo hacemos con propósitos diferentes. Sin embargo, muchas veces hacemos esto de forma inconsciente. Para mejorar nuestra lectura, tenemos que hacer consciente y sistematizar el proceso de búsqueda y clarificación de propósitos.

2. El mapa conceptual.

Tal como un mapa geográfico nos ayuda a movernos en un territorio, un mapa del texto nos ayuda a orientarnos mejor en el material y a reconocer sus señales. Para construir este mapa, debemos encontrar ciertas referencias. Podemos ayudarnos a descubrir estas referencias leyendo en el siguiente orden: el índice (si lo hubiera); los títulos y subtítulos; la introducción; la conclusión y el resumen; el primer y último párrafo; y la primera y última oración de cada párrafo. En estos lugares suele presentarse lo más relevante del material. En cada porción de texto, busquemos: palabras que se repitan a menudo, subrayadas o en cursiva, estadísticas, glosarios, tablas, cuadros e imágenes y términos cuyo significado desconozcamos.

Antes de terminar esta etapa, tomemos el índice, los títulos y subtítulos y transformémoslos en preguntas. Por ejemplo, transformemos el título "Cómo lograr que la economía prospere" en "¿Cómo lograr que la economía prospere?". Guardemos las preguntas resultantes para la etapa de revisión.

La etapa de formación del mapa conceptual nos ayuda a comprender la distribución del material en el espacio, a ver dónde está aquello que queremos saber y cómo se presenta.

 3. Lecto-escritura.

Escribamos mientras leemos. Para hacerlo con una mayor efectividad, procuremos "personalizar" las notas, marcando aquello que nos genere una reacción: que nos sorprenda, que nos maraville, que no comprendamos, con lo que no estemos de acuerdo, etc...

Construyamos una "nomenclatura" personal, donde cada subrayado, signo, abreviatura, etc... signifique algo específico para nosotros. También podemos ayudarnos con palabras indicadoras como: "ejemplo", "importante", "conclusión", "cuidado", "resumen", etc...

Al marcar el material de lectura, procuremos ser selectivos y específicos. Antes de escribir, hagamos siempre la pregunta clarificadora de la primera etapa: ¿Qué estoy buscando? ¿Qué deseo saber?

Escribir contribuye a afirmar la información en nuestra mente, a recordar los puntos más importantes y a realizar una segunda lectura más rápida y mejor orientada. Además, el acto físico de escribir nos mantiene alertas y concentrados. Por lo tanto, para sacar más provecho de la lectura, escribamos: marquemos el material con subrayados, resaltados y notas al margen. Si no deseamos arruinar un libro -o estamos frente a un original ajeno- podemos fotocopiar el material y marcar la copia.

4. Evaluación.

Después de leer, necesitamos confirmar si encontramos aquello que buscábamos. Para ello, retomemos el ejercicio de las preguntas e intentemos responderlas, sin buscar la información en el texto. Tomemos una hoja y anotemos todo aquello que recordamos que responda a cada pregunta. La información que logremos recuperar nos dará una estimación de la efectividad de nuestra lectura. Reflexionemos también sobre el impacto de aquello que leímos: ¿Qué me interesó más? ¿Hay algo que no entendí? ¿Hay algo que quisiera ampliar? ¿Me sorprendió algún fragmento?

Si bien esta evaluación normalmente se realiza al final de la lectura, es conveniente hacerla en períodos intermedios, por ejemplo al finalizar cada capítulo en el caso de un libro.

Pensar para leer. Una lectura pensada.

Realizar a conciencia las diferentes etapas del proceso de lectura, sin duda implica tiempo. Esto podría llevarnos a pensar que este tipo de lectura es muy "lenta" para ser efectiva. Sin embargo, no se trata de utilizar más -o menos- tiempo... sino de distribuirlo de modo diferente. Lo más efectivo es el empleo de la menor cantidad de tiempo en la lectura propiamente dicha y la mayor cantidad en la reflexión personal sobre la lectura.

Ver la lectura como un acto nos lleva a creer que -para leer un texto- es suficiente con sentarnos frente a él y comenzar a recorrerlo con la mirada. Pero leer es mucho más que "pasear" la vista por un texto.

Si deseamos sacar más provecho de nuestra lectura, debemos dejar de verla como un acto y comenzar a verla como un proceso. Al hacerlo, no nos concentraremos exclusivamente en el papel de nuestros ojos, sino que comenzaremos a preocuparnos por el de nuestra mente. Entonces, pasaremos de la lectura visual... a la lectura pensada.

Este ejercicio de lectura pensada es bueno para aprender y para hacer una lectura profunda y reflexiva. Una vez que nos hemos acostumbrado a leer reflexionando también adquirimos rapidez mental y de lectura y no necesitamos escribir mientras leemos. Espero que las personas que lean este blog y, especialmente, lo concerniente a lectura, además de deleitarse, saquen algún provecho.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hablando de leer, recién acabé de leer un libro, y puesto que usted ejerce como profesor, me parecío oportuno recomendarselo por si le apetece echarle un vistazo. Este trata sobre como se implanta la educación a los alumnos, y merece la pena leerlo, apenas tiene 120 páginas y es muy crítico. Le dejo el titulo por si usted quiere leerlo y juzgarlo usted mismo:
"El educador mercenario" (Pedro García Olivo)Que lo disfrute.

Antonio Illán dijo...

Pedro garcía Olivo me parece un personaje interesantísimo educativamente hablando. Leeré lo que me apuntas.