lunes, 27 de agosto de 2012

APOLLARDAOS



Estamos “apollardaos”. La situación y el concepto no son fáciles de definir, pero, sin duda, estamos sumamente apollardaos. Nos quieren vender la moto, mejor, las motos, y nosotros, perplejos, es decir, apollardaos. El bien más preciado de la democracia, que es la información, nos lo cercenan. El ministro Wert se pasa por el forro de sus caprichos –o de su ideología- los argumentos del Supremo y justifica una educación discriminada. El inefable ministro de “gracia” y justicia hace gracietas con la ley del aborto y nos vuelve a las catacumbas. Atila Cospedal, la reina de los hunos y de los otros, zarigüeya inquietante, reduce a cenizas el estado del bienestar en Castilla-La Mancha. La mentira se instala como pendón ondeante del poder. La corrupción se autoalimenta en la medida que ocupa más y más esferas de la sociedad. Se toma el nombre de Dios en vano todos los días y el de las personas se humilla, y, si no, que pregunten a los miles de interinos puestos de patitas en la calle en este escandaloso mes de agosto, en el que, además del sofocante calor y el vaciarse los pantanos, se están tomando medidas propias de un golpe de Estado dictatorial contra el sistema. Y nosotros, la inmensa mayoría del pueblo, ¡apollardaos! Asombrosamente huérfanos en masa de sentido, de pensamiento y de expresión. Están distrayendo al rebaño desconcertado y perplejo en una revolución sin precedentes. Y nosotros ¡apollardaos!, contemplando las Perseidas o las Lágrimas de San Lorenzo, como las llaman en mi pueblo. La cachiporra de la propaganda quiere hacernos  creer que el  mal del mundo en general y el de cada uno de nosotros en particular reside en lo público, y, por eso, lo destruyen y lo privatizan. Horror a manos llenas. La Educación se despampaniza. La sanidad se enrarece, excepto la buena voluntad de los profesionales sanitarios. Para que vea un especialista a un niño de meses le dan hora para marzo de 2013. ¿En qué cabeza cabe? ¿Dónde queda escondido el derecho a curar y a ser curado? ¿Pero no son estos los que quieren preservar la vida de todo lo que sea nasciturus, aunque venga con todos los atropellos del mundo? Los servicios sociales se descuajaringan. Conozco una Comunidad en la que han dejado a una sola persona en la Administración para la gestión del papeleo de las adopciones. La dependencia, en pura desolación. Y todo así. Y nosotros ¡apollardaos! Aturdieron a la población con eslóganes y ahora la masacran con acciones de un gobierno de la clase especializada que está entrenada para trabajar al servicio de los amos, de los dueños de la sociedad, de quienes dominan el mundo por encima de las naciones. De Guindos, Monti y muchos otros profetas del averno son claro ejemplo de esta superestructura. Los mercados marcan el sentido de Estado. Quieren fabricar una opinión y tienen los medios para hacerlo. Susto, asombro, perplejidad, ¿peroyestoquées? Nos hacen tragar por la fuerza, pero ya no vale el argumento de la herencia. Esto es más fuerte. Sin embargo hay sembrada una cultura disidente. Los apollardaos están dejando de serlo poco a poco. De todas las ilusiones la más peligrosa consiste en pensar que no existe sino una sola realidad. Esta es la palanca para hacer fuerza. Otra realidad es posible. En esta democracia actual son ya muchos los ciudadanos libres que se sienten enfangados, atrapados por esa viscosa doctrina que, imperceptiblemente, envuelve todo razonamiento rebelde. Pero el pensamiento único no tiene continuidad. Esperemos que llegue el día en el que estas órdenes que salen en los Diarios Oficiales en los oscuros y sofocantes agostos del páramo social sean pronto solo ruido que no se traduzcan en los actos con los que nos machacan estos astrosos “amos del mundo”. ¿Apollardaos? Sí, pero por poco tiempo.
Antonio Illán-Noticiasdigital.es

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