lunes, 28 de noviembre de 2005

LA LOE


Si la coherencia fuera un valor que tuviera como objetivo el beneficio de los ciudadanos, la LOE no debiera ser campo de batalla de la pura y simple refriega política. Si las personas que tanto critican el texto se lo hubieran leído y se hubieran leído también la LOCE –a la que tanto alababan-, se darían cuenta que una y otra no son el haz y el envés, sino que la LOE supone una adaptación más cercana a la realidad, una superación del mercantilismo educativo y una propuesta de equidad. Actuar en un ámbito tan importante y complejo como la educación requiere un elevado grado de consenso entre la comunidad social y los profesionales de la educación.
La estrategia discursiva de la derecha y de ciertos sectores recalcitrantes o interesados vincula la calidad a la ley. El problema de la calidad no se resuelve en un articulado jurídico, sino con el compromiso de los profesionales con su práctica educativa adaptada a los alumnos que esta sociedad produce con su diversidad de circunstancias, motivaciones e intereses. La calidad está en la familia, que no debe hacer dejación de su propia responsabilidad en relación con la exigencia, el trabajo y el esfuerzo que tienen que llevar a cabo sus hijos, pues los avances en el estudio no se producen por inspiración divina, sino con el afán por aprender.
Se vierten falsedades sobre la LOE y es preciso subrayar que esta ley pretende asegurar a los padres la libre elección de centro, mientras que algunos de sus críticos buscan que sean los centros los que elijan y segreguen a los alumnos. La LOE es garantía de igualdad y de libertad y tiene como objetivos: ofrecer una educación de calidad para todos, combatir el fracaso escolar, aumentar las oportunidades educativas, garantizar las libertades y derechos constitucionales, propiciar el esfuerzo individual y colectivo y vertebrar el sistema educativo mediante mecanismos de cooperación.
La LOE garantiza el derecho de los padres a la elección de centro, sin más limitación que las plazas disponibles en cada uno de ellos, garantiza el mantenimiento de los conciertos educativos y el derecho a la enseñanza de la religión tanto en la escuela pública como en la privada, y ello significa libertad tanto para los padres que quieren que sus hijos estudien religión como para los que no la quieren.

Artículo publicado en la Revista AQUÍ. Toledo. Castilla-La Mancha

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