lunes, 26 de noviembre de 2012

Ser o no ser…acaso representar



HAMLET
Autor: W. Shakespeare. Versión: María Fernández Ache. Director: Will Kleen. Intérpretes: Alberto San Juan, Wil Keen, Yolanda Vázquez, Ana Villa, Javivi Gil Valle, Pau Roca, Antonio Gil, Pablo Messiez y Gorka Otxoa. Teatro de Rojas. Toledo.
¡Ser o no ser! ¡La alternativa es ésta! Un Hamlet siglo XXI, una puesta en escena más que interesante de entre las muchas que se pueden contar de esta archiconocida tragedia del príncipe de Dinamarca que escribió William Shakespeare. El teatro de Rojas agotó el papel de la taquilla y el público agradeció con calor un espectáculo teatral de casi tres horas de duración cuya calidad mereció la pena.
Hamlet es un icono cultural del mundo que se ha transformado en algo muy maleable. Will Keen y María Fernández Ache nos ofrecen una versión sin referencias temporales definidas (en realidad Hamlet no tiene época; si uno analiza el texto se da cuenta de que la temporalidad no es esencial); son respetuosos con el texto canónico del autor, sobre el que se han permitido algunas, pocas, licencias y algún que otro corte, que no impiden seguir la trama conocida de la obra: una primera parte en la que se realza la historia de las pasiones humanas, y una segunda parte en la que el encadenamiento de las torpezas de unos y otros va a hacer que todos sean como piezas de ajedrez que se va comiendo la reina; torpezas que comienzan con la muerte por error de Polonio y que concluirán con la del mismísimo Hamlet.
La puesta en escena de Keen hace comenzar la obra, propiamente, tras unas palabras en of a modo de entrevista a uno de los personajes, con unos cuadros muy plásticos, especialmente el discurso de Claudio a los periodistas, que por su estética parecen influenciadas por la fría pintura de Hopper. Los cuadros se suceden en el marco de una escenografía que saca un rendimiento increíble a unas sillas, una mesa, una sugerente y efectiva iluminación y pocos elementos más. Todo lo llenan los actores y actrices con un movimiento muy medido y, sobre todo, con un texto muy bien dicho y muy bien fraseado, si hacemos excepción del contraste en el contexto que supone la presencia del propio director de la obra y excelente actor inglés encarnando el papel de Claudio, cuyos mensajes con su acento exótico eran difíciles de comprender en ocasiones.
Harold Bloom, estudioso de Shakespeare, afirma que el personaje de Hamlet tiene una carga que trasciende al drama en sí. Cierto, este personaje contiene tal volumen de verdades humanas que son absolutamente teatrales, porque Hamlet es un ser del teatro y  no se puede sacar de ahí. Su grandeza, misterio, pequeñez, contradicciones, las propias extravagancias del texto exigen que el actor que lo encarne demuestre que lo es. Ahí tenemos el excelente trabajo de Alberto San Juan, que se mete dentro del personaje y lo representa en su totalidad. Es como abrir una cebolla, van apareciendo los planos y la esencia, la pasión y el desengaño de un mito que hay que dejarlo en su propia ambigüedad, contradicción y misterio. Esta es la peripecia de Hamlet y ese el arte que explicita el protagonista con su labor sobre las tablas. Quizá una dicción sostenida en el fraseo, que ahora tanto se lleva, le reste un poco de autenticidad. Dicción y acción. Gesto y movimiento. Fisicidad y verosimilitud. En mi opinión, este trabajo y este Hamlet de San Juan bien pudiera relacionarse con la rebelión juvenil frente a la corrupción adulta que tanta falta hace en una sociedad como la que estamos viviendo.
Como contraste llamativo, tras significar el extraordinario trabajo de conjunto, aparece la presencia del actor Javivi Gil Valle, al que tenemos un poco encasillado en papeles humorísticos por su propia manera de hablar, que encarna un Polonio singular, digno y creíble, excesivo a veces en su papel de servilismo a los poderosos y a sus propios intereses. Así mismo tiene una chispa especial Ana Villa que recrea brillantemente una Ofelia que pasa  de la equilibrada  chica de la primera parte  a la enloquecida y aturdida de la segunda.
La dirección de Will Keen es cuidada con la composición escénica, a veces parecen flases cinematográficos, con el movimiento y la gestualidad de los actores y especialmente con la dicción del texto. En suma, una dirección que se sustenta en dos ejes esenciales: actores  y palabra.
¡Un Hamlet más qué importa al mundo!
                

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