La mayoría de las personas afirma que necesita más tiempo libre. Paradójicamente, en nuestra cultura de "máxima productividad", este reclamo resulta aterrador y culposo para muchos. Como consecuencia, censuramos nuestro tiempo libre y terminamos viviendo momentos de ocio vacíos y rutinarios. Esto ocurre porque asociamos el ocio con la frivolidad.
La tradición de la antigua Grecia -y particularmente la filosofía aristotélica- puede alertarnos sobre la extraordinaria importancia del tiempo libre para la vida moderna.
Los griegos enfatizaban continuamente la importancia del tiempo libre, u ocio. Según Aristóteles, el tiempo libre era la meta del tiempo ocupado, el resultado del tiempo dedicado al trabajo. En su visión, el ocio era un valor humano fundamental.
En la antigua Grecia el ocio era un fin, un ideal de vida. El trabajo -en cambio- sólo un medio. Hoy, contrariamente, descansamos o nos divertimos como forma de recuperación física y mental, para trabajar más y mejor. Para nosotros, el ocio se ha convertido en un medio y el trabajo en un fin.
Este, tal vez, sea el origen de un gran dilema con el que nos enfrentamos en la actualidad: ¿Más o menos tiempo libre?
Un primer problema es que enfocamos el tiempo libre y el trabajo con el mismo celo. Tratando de hacer que cada momento de ocio cuente, aplicamos los principios de la productividad a nuestro tiempo libre, convirtiéndolo en un torbellino que nunca nos renueva ni satisface. Cuando regresamos exhaustos a casa un domingo por la noche y nos desplomamos sobre el sofá, el lunes parece que ya no se ve tan mal...
En realidad, el tiempo libre involucra una libertad y una oportunidad: es tiempo disponible para hacer algo. Cuando separamos una hora, un día o un año para un proyecto determinado, estamos dedicando una hora, un día o un año de tiempo libre a ese proyecto. Da igual que se trate de una actividad profunda o frívola, requiere de tiempo libre para completarla. El tiempo libre es un recurso básico que necesitamos para hacer algo. Pero, ¿para hacer qué? La primera respuesta que viene a nuestra mente es: tiempo para jugar, divertirnos, descansar...
Pues, mira tú por donde, para Aristóteles significaba lo opuesto... El filósofo griego distinguía entre dos tipos de actividades: los negocios (la clase de trabajo que produce los bienes físicos que necesitamos para sobrevivir) y el ocio (la clase de trabajo que produce los bienes espirituales que necesitamos como civilización).
Un primer problema es que enfocamos el tiempo libre y el trabajo con el mismo celo. Tratando de hacer que cada momento de ocio cuente, aplicamos los principios de la productividad a nuestro tiempo libre, convirtiéndolo en un torbellino que nunca nos renueva ni satisface. Cuando regresamos exhaustos a casa un domingo por la noche y nos desplomamos sobre el sofá, el lunes parece que ya no se ve tan mal...
En realidad, el tiempo libre involucra una libertad y una oportunidad: es tiempo disponible para hacer algo. Cuando separamos una hora, un día o un año para un proyecto determinado, estamos dedicando una hora, un día o un año de tiempo libre a ese proyecto. Da igual que se trate de una actividad profunda o frívola, requiere de tiempo libre para completarla. El tiempo libre es un recurso básico que necesitamos para hacer algo. Pero, ¿para hacer qué? La primera respuesta que viene a nuestra mente es: tiempo para jugar, divertirnos, descansar...
Pues, mira tú por donde, para Aristóteles significaba lo opuesto... El filósofo griego distinguía entre dos tipos de actividades: los negocios (la clase de trabajo que produce los bienes físicos que necesitamos para sobrevivir) y el ocio (la clase de trabajo que produce los bienes espirituales que necesitamos como civilización).
El ocio también era considerado un trabajo. ¡Eh ahí la gran cuestión!
En la antigua Grecia, el trabajo era visto como necesario, pero por sí sólo no ennoblecía o enriquecía la vida de los hombres. El tiempo libre, en contraste, consistía de todas aquellas actividades "virtuosas" con las que el hombre crecía emocional, intelectual y espiritualmente (las artes, las ciencias, la política, la religión, la educación, etc...). Con respecto a la recreación y el descanso, se afirmaba que favorecían la relajación y liberaban de las fatigas y tensiones. Eran, como el trabajo: un medio.
Desde luego, existen diferencias evidentes entre la sociedad de Aristóteles y la nuestra. En aquellos días, sólo una parte muy específica de la población gozaba de tiempo libre: aquellos hombres liberados de la pobreza y la esclavitud. Pero en nuestra sociedad, todos quienes trabajamos también tenemos la libertad de disfrutar de tiempo libre, en mayores o menores cantidades. Hagámoslo bien y no para casarnos más, que hay quien va al amor –o a la mar- como quien va al trabajo: a pelear.
En Grecia era bueno tener mucho tiempo libre porque éste era considerado productivo.
Pero hoy, ¿es bueno para nosotros tener mucho tiempo libre? Aristóteles nos diría: depende de cómo lo utilicemos. Si lo utilizamos -como muchas veces lo hacemos- en actividades carentes de sentido, formas pasivas de diversión y medidas desesperadas para "matar el tiempo", es obvio que no será bueno. Pero si lo utilizamos para desarrollar nuestras facultades, crecer intelectual y espiritualmente y participar de la sociedad y de la cultura, cuanto más tiempo libre tengamos... mejor!
Los antiguos griegos tienen una importante lección que darnos: no matemos el tiempo.... vivámoslo, inteligentemente. ¡Ah! y este bloguero afirma que, si se quiere, el tiempo SE CREA.
1 comentario:
Yo también..y una playa y un libro y los pies descalzos...
y la sal entre los dientes y el roce del coral bajo mis pies.
Y respirar despacio. y el calor del sol sobre mis párpados cerrados...
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