miércoles, 11 de marzo de 2009

LA COSA


¿Qué queremos decir cuando decimos “crisis”. Si fuera griego antiguo, lo mismo quería significar con la palabra “krisis” la interpretación del vuelo de los pájaros y de los sueños, o quizá la elección de las víctimas destinadas al sacrificio y acaso también una sentencia, un juicio elaborado o una condenación. En cambio, si mi universo fuera el de la medicina hipocrática, con la palabra “crisis” seguro que me remitiría a los cambios sufridos por el paciente en el espacio-tiempo, que resultaba en otro devenir. Mas si el universo del discurso lo centramos en la tragedia griega, el término “crisis” nos lleva a la idea que se relaciona con acontecimiento categórico y crítico, que implica a la vez todo el pasado y todo el porvenir de la acción cuyo curso marca. En el siglo XX, los que ya peinamos canas, esto de la crisis nos suena a los vaivenes la sociedad, la familia, el arte, la política, que muestran un agotamiento de modelo o de su estado de cosas, y consecuentemente, manifiestan la necesidad de su superación.
Pero yo me pregunto ¿dónde comienza la crisis? ¿Es la temporalidad una dimensión indisociable de la crisis, que opera, quizá calladamente, en una lenta corrosión antes de hacerse visible y convertirse en espectáculo? ¿Tiene la crisis consecuencias imprevisibles? Inteligencia, dame el nombre exacto de las cosas. El lenguaje configura el mundo y no meramente nombra lo que ya existe; y la importancia de dar el nombre correcto a las cosas es clave. Hoy ya, los que piensan como los que solo sufren las consecuencias, la crisis se ha transformado en una especie de parámetro identitario colectivo que nos une en iguales desventuras. Todos estamos en crisis, todos vivimos las crisis, todos sufrimos la crisis y todos estamos ciegos ante las salidas de la crisis. La globalización, que iba a ser la salvación eterna y el molde de la igualdad, resulta que ha sido el ciego que guía a otro ciego y que nos ha llevado a todos al hoyo.Ahora, digamos, me in teresa mucho estudiar la impostura de muchos individuos que protagonizan la crisis más que otros, porque en la impostura –es decir, en los impostores sociales- está la verdad. Leer a Baudrillard y pensar sobre el relativismo absoluto y sus paradojas, y leer también a Derrida y su deconstructivismo y no pararse mucho en la interpretación de la realidad que llevan a cabo los medios de comunicación mediatizados, es un buen empleo del tiempo; otro buen apaño es irse al pueblo a plantar tomates en el huerto y mandar a la sociedad de consumo y su sistema virtual del dinero a cocerse en la crisis del infierno. Por ahora, mientras escampa o llueven rayos, otearé el horizonte y escribiré poemas de amor.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente foto. ¿De quén es el retrato?

Adso dijo...

¡¡Bravo Antonio!!