lunes, 2 de marzo de 2009

DIDO Y ENEAS


Dido y Eneas, de Henry Purcell, es considerada la primera ópera genuinamente inglesa. Presentada en 1689 en un internado para señoritas de la alta sociedad, su estreno comercial tuvo lugar en Londres en 1700. El libreto está basado en el libro IV de La Eneida de Virgilio y narra la desventurada historia de amor entre la reina de Cartago, Dido, y el príncipe troyano Eneas, fundador de Roma. Quién no conoce el famoso “lamento de Dido”, When I am laid in earth (Cuando yazca en la tierra), una chacona que ha sido grabada por todo tipo de artistas, como podemos ver y escuchar en Youtube. Y la verdad, tanto me gusta que, cada vez que sé que se programa, se me enciende el fuego del corazón y allí me planto, a gozar con la música, con las canciones y con la idea escenográfica. En el Centro Cultural Moncloa, en Madrid, he tenido la ocasión de aplaudir una propuesta que contaba con excelentes ingredientes profesionales: una moderna escenografía, unas voces excelentes y unos músicos extraordinarios que tocaban respetando el modo de hacer música en tiempo de Purcell. Ni qué decir tiene que los músicos especialistas en música antigua eran buena parte de los de Sphera AntiQva, que tan buen sabor de boca dejaron en Toledo y en el Auditorio Nacional de Madrid con el concierto de "Virtusos Afectos". Este Dido y Eneas llevada a los escenarios de Madrid es una obra de multiplicaciones que busca recordar esa dimensión sutilmente material del sonido. Es evidente que esta ópera bellísima, con coros, danzas, arias... presentada en una versión camerística, se puede llevar dignamente a cualquier tipo de escenario. La ópera es también un modo de contar historias que pertenecen a nuestra cultura y forman parte de nuestra vida.
El amplio salón del Centro Cultural Moncloa se quedó chico en todas las representaciones, que han sido cuatro y en ninguan había posibiliad de conseguir entrada. Todo un ejemplo, toda una forma de planificar la cultura con criterio de calidad por una entidad municipal cercana a la ciudadanía y todo un respeto para los profesionales que pasan de “bolos” y apuestan por un trabajo serio que el público reconoce y celebra. Cuando en otros lugares de cuyo nombre no quiero acordarme programan sin saber si lo que suena es un cencerro o un violín, en este centro cultural madrileño optan por la cultura buena ¡que no cara! y, desde luego no dan gato por liebre.

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